Culturas

Así respondió Leonard Bernstein a 'la pregunta sin respuesta'

¿Qué viene después de la gran ruptura entre la tonalidad y la atonalidad? El músico estadounidense indicó que la respuesta podría estar más orientada hacia Gustav Mahler que a que Arnold Schoenberg.

En 1973 Leonard Bernstein impartió seis conferencias como parte del profesorado de Poesía Charles Eliot Norton en Harvard. Aquellas exposiciones desplegaron una pregunta urgente desde muchas décadas antes: The Unanswered Question.

El título apuntaba más allá de la duda sobre la crisis tonal del siglo XX. El angustioso, ¿y qué viene después de la gran ruptura entre la tonalidad y la atonalidad, que partió en dos la historia de la música? La respuesta desplegaba, para Bernstein, otra pregunta. Hacia el final de las sesiones, el estadounidense mostró que Gustav Mahler tenía más que ver con esa búsqueda que Arnold Schoenberg, a cuya obra estaba destinada originalmente la charla. Un cuestionamiento de una actualidad total, apremiante y mucho más amplio que el problema estrictamente musical.

La destrucción del orden tonal de la música fue precedida, naturalmente, por una crisis. Y fue en la obra tardía de Mahler donde el director de orquesta encontró el quiebre; en la "ambivalente actitud tonal" del vienés, Bernstein reconoció la metáfora sonora del límite entre un mundo que agonizaba, y otro, abismal y terrible, que se reveló frente a sus ojos.

"¿Por qué nuestro siglo fue escrito de manera tan única por la muerte?", se pregunta el catedrático –de quien se cumplieron 100 años de nacimiento– en aquella sesión. La diferencia con otros siglos –aclara– es que nunca antes el hombre se había confrontado a nivel global a su extinción como especie. "El nuestro es el siglo de la muerte. Y Mahler es su profeta musical".

El profeta no estaba solo. Hubo otros alrededor. "Freud, Einsten, Marx, Spengler, Wittgenstein, incluso Malthus predicaron lo mismo de diferentes formas: corrijan sus caminos, el Apocalipsis está enfrente". El ponente recupera a Rilke, quien sostuvo: Tienes que cambiar tu vida.

La profecía es lo que Bernstein encontró en la Novena Sinfonía de Mahler, cuyos compases iniciales replican la arritmia de su corazón enfermo (murió a los 50, en 1911, a causa de este mal) y llega al borde del lenguaje tonal, sin cruzar al otro lado.

"Esta obra nos ofrece una expansión semántica y una interpretación mucho más amplia de lo que hemos llamado la crisis del siglo XX". En aquel auditorio de Harvard en 1973, Bernstein explica de qué manera el drama anticipado por Mahler, lejos de resolverse, sólo se extiende en meros paliativos filosóficos y estéticos.

Todo esto lo supo Mahler, de algún modo, en su obra de 1908. Y Bernstein lo vio medio siglo más tarde, cuando comenzó a reintroducir al compositor a Viena, donde su obra quedó prohibida por los nazis.

¿Qué viene después? "Ahora lo sabemos. Fue la Novena Sinfonía –estrenada de manera póstuma, en 1912– la que anunció la noticia. Pero eran malas noticias. Y al mundo no le importó escucharlas. Esa es la razón verdadera detrás del soslayo que por 50 años sufrió la música de Mahler después de su muerte, y no esas excusas que solemos escuchar: que es demasiado larga, difícil, rimbombante. Simplemente es demasiado verdadera. Dice algo demasiado terrible para ser escuchado".

La Novena, y la inconclusa Décima, son una despedida, como buena parte de las últimas obras mahlerianas (La Canción de la Tierra, por ejemplo). Un adiós a la tonalidad, "que para él significaba la muerte de la música misma", a su propia vida y la del mundo, sostiene Bernstein.

Él también envió al mundo un mensaje través de Mahler. Tras el asesinato de John F. Kennedy, al frente de la NY Philharmonic, dirigió su Segunda Sinfonía, Resurrección.

Bernstein murió en 1990 y la respuesta a la pregunta por ese drama tan mal escrito ("lo contrario a una tragedia griega", diría en aquella cátedra) que fue el siglo XX, aún no termina de escribirse con la tinta de la muerte.

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