Culturas

Aprender de los niños, el trabajo de este filósofo

Al enseñar a niños de comunidades rurales en escuelas al aire libre, el filósofo de origen griego Christopher Phillips, con su esposa y colega mexicana, Cecilia Chapa, encontraron el 'quid' de su quehacer filosófico.

En un poblado de la selva lacandona, entre un puñado de niños que no saben leer porque sus jornadas de trabajo los siete días de la semana no les dejan tiempo para mucho más, el filósofo de origen griego Christopher Phillips halló más de una verdad.

Cuenta que un día les planteó a sus pequeños interlocutores un cuestionamiento: ¿Qué es un buen ser humano?

"Una niña de 10 años cambió mi pregunta: 'Te puedo decir qué es un ser humano verdadero'. ¿Qué es eso?, le dije. Y me explicó: 'En nuestras creencias todos entramos al mundo como seres humanos, pero para ser un humano verdadero hay que mostrar ciertas cualidades'. Pensé que iba a decir virtudes, como la bondad, pero me dio una explicación maravillosa", cuenta el autor de La filosofía de ser niños (Grijalbo, 2018).

Aquella niña le dijo entonces al filósofo: "Un verdadero ser humano es alguien que, cuando le trato de vender una pulsera que hice, por lo menos me dice 'no, gracias', y no me trata como si fuera invisible". Para Phillips fue una revelación. Acababa de recibir una lección.

A finales de los 90, él y su esposa, Cecilia Chapa, crearon un programa educativo llamado Aulas sin paredes, que han impartido en Chiapas y en zonas rurales de distintas regiones del mundo.

"Los niños son los más capaces de enseñarnos a los adultos las virtudes de escuchar”.

Recién graduada, la filósofa mexicana pasó un año en Chiapas, donde aprendió tzeltal, con la idea de regresar a la región en cuanto terminara una maestría en educación en Estados Unidos. En Virginia conoció a Christopher y desde 1996 están juntos. Ambos han desarrollado otros proyectos educativos, cuya semilla fue ese ejercicio en zonas donde no existían escuelas.

En esos grupos al aire libre se reveló el centro de su filosofía: aprender de los niños.

"Puedo leer los libros de filósofos que escriben de temas como la identidad y al mismo tiempo tener un diálogo con niños y aprender aún más sobre el tema", asegura el filósofo, quien descubrió su vocación a los 12 años. Su abuela, Kalliope Casavarakis Philipou, le regaló una traducción inglesa de los Diálogos, de Platón. Esa lectura le cambió la vida.

"Cuando era chico, mi abuela me trató como un igual y eso me ha inspirado en cómo tener diálogos con los niños. Hay datos que nos revelan que desde que comenzamos la vida tenemos capacidad de empatía. Por ejemplo, si tiras tus llaves cerca de un bebé que gatea, él hará todo lo posible por devolvértelas. Pero muchos adultos no nos damos cuenta de eso, asumimos que evolucionamos, que crecemos en cada etapa de la vida. ¿Y cuántas personas conoces que realmente siguen creciendo?", advierte el autor de Sócrates café (2001), que se reeditará próximamente.

Redescubrir la infancia

En La filosofía de ser niños, Phillips cita lo mismo a Sócrates, Descartes, Kierkegaard o Heidegger, que a Harry, un niño de 10 años, Meng, un hombre de 70, o a su pequeña hija Cali.

No todos somos filósofos, reconoce. Pero debemos tener una dimensión filosófica. Los más de 500 Sócrates Café que ha establecido alrededor del mundo dan cuenta de esa inquietud que habita en los seres humanos. Se trata de grupos que se reúnen con regularidad para hacer preguntas y a partir de éstas establecer un diálogo en el que es indispensable que participen niños, esos grandes maestros. Una fórmula que también ha llevado a Internet, a través de YouTube.

"En mi experiencia los niños son los más capaces de enseñarnos a los adultos las virtudes de escuchar, de considerar las perspectivas de otras personas. Para mí son los expertos y por eso los necesito en mi vida. Hay personas que solo quieren leer a Sartre y está bien, pero es una lástima no darnos la oportunidad de usar un método filosófico para seguir esta gran tradición de la Grecia antigua", comparte.

"Mis abuelos llegaron a Estados Unidos siendo muy pobres en 1922 y fue hasta que tuvieron 60 años que pudieron comenzar a ser niños otra vez, tomar el tiempo de reflexionar, de jugar, de leer los libros que querían leer. Mucha gente dice 'ya es demasiado tarde, ya ha pasado mi momento', pero solo es una gran excusa".

Le maravilla que la mayéutica socrática -sin llamarse así, claro- existe en grupos indígenas o en la democracia tribal de Sudáfrica. "Se sientan en un círculo como iguales y todos participan, contestan una pregunta y apoyan su perspectiva con evidencia de cualquier tipo".

Phillips fue reportero durante 15 años antes de dedicarse a la filosofía. Dice que pasaba mucho tiempo sin reflexionar demasiado, yendo de un lugar a otro, a pesar de que su fuente de trabajo era encontrar héroes anónimos y contar sus historias en revistas internacionales. Una tragedia lo llevo a la filosofía. Tras el suicidio de un amigo se hizo una pregunta: '¿Qué tengo que hacer para saltar de la cama cada día y no caer en un lugar tan profundo?'. Ahí emprendió su sendero socrático.

"Si queremos que las generaciones que vienen descubran y cultiven sus talentos, los adultos tenemos que seguir explorando con la misma curiosidad infantil en todas las áreas del conocimiento, pero sobre todo, en el filosófico. Cumplir la máxima socrática: conócete a ti mismo".

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