Brasil

A Dios lo que es de Julio César

En un partido que llegó hasta los penales, Brasil avanzó a cuartos de final gracias a su salvador, su héroe: el portero Julio César, quien detuvo los tiros de los chilenos de Pinilla, Alexis y Jara.

Amparado en la religión, sin argumentos científicos ni técnicos, el peor Brasil de los Mundiales ha escapado de las redes de la ignominia al vencer penaltis a un valiente Chile, que llevó todo hasta las últimas consecuencias.

Esta tarde, el tributo a Julio César ha sido cobrado por Dios, al que más de 200 millones de fieles le han implorado resolver un partido imposible para once penitentes impropios para la grandeza de Garrincha, Pelé, Rivelino, Tostao, Zico, Sócrates, Ronaldo, Romario y Cafú. Indigno conjunto para la mayor inercia de la historia.

Julio César, el arquero inmorible, atajó dos penales de una tanda errática, tanto como el juego mismo. Al final del segundo tiempo extra, Chile pudo repetir el 1950 en Belo Horizonte. Si alguien ha jugado todo este partido en la espalda de la selección local es el fantasma de Alcídes Edgardo Ghiggia, aquel del segundo gol uruguayo, del minuto 79, que mató al Maracaná. Parecía una espantosa repetición de aquel Mundial.

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También allá, a lo lejos de los tiempos, Brasil se fue arriba en el marcador y terminó perdiendo 1-2, convirtiendo el mausoleo en una estampa futura, interminable. Cuando el disparo dio en el arco de Julio César, se escuchó el silencio de la muerte.

La carga emocional sobre el conjunto de Scolari llega a niveles insoportables. Ya no hay oro en el estilo, tampoco alegría y, mucho menos, mucho menos belleza. Hoy Brasil es un remedo, una grosería. Toca poco la pelota. Y sus delanteros han sido poseídos por el miedo. Ninguno asume la responsabilidad ante el arco. Elude, se diluye este conjunto pusilánime, perezoso, repleto de individualidades que tienen su propia versión de los hechos. No hay equipo, llanamente debe decirse. Así. Una plaga de camisetas animadas por la parsimonia, eso es Brasil.

Chile tampoco estuvo a su altura. Fue una promesa, un telegrama que llegó tarde a la estación de trenes. Imantó la pobreza del gandul rival. Tuvo, sin duda, mucho tiempo la pelota, el control de la media cancha y asumió la primera persona durante gran parte del partido. Pero tampoco más. El síndrome de Estocolmo impidió que esta tarde se produjera una tragedia de grandes dimensiones. Los chilenos bailaron al ritmo de la vaguedad brasileña, que los secuestro en todos los sentidos. El pecado lo pagaron en una tanda horrible con tres tiros fallados.

Brasil avanza con las muletas de la oración a unos cuartos de final que parecen la Cruz y los clavos.

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LAS 2 PARADAS DE JULIO CÉSAR

El delantero Mauricio Pinilla falla el primer penal para la selección chilena.

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Julio César detiene el segundo penal chileno cobrado por Alexis.

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EL MILAGRO

El defensa Gonzalo Jara estampa su el balón contra el poste izquierdo y le da el pase a cuartos a la selección brasileña.

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