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¿Por qué Shell va tras el Ártico?

Pese a contratiempos, protestas y multimillonarios costos, Shell mantiene los ojos puestos en el Ártico a diferencia de otras petroleras. ¿Por qué? Gigantescas reservas: alrededor del 13 por ciento del petróleo no descubierto del mundo.

En una oficina en Anchorage, una docena de empleados de Royal Dutch Shell discute el proyecto petrolero de más alto perfil en la amplia cartera mundial de la multinacional. El hielo ártico en el mar de Chukchi, al noroeste de la península de Alaska, está retrocediendo gracias a las cálidas temperaturas de julio; las tormentas están disminuyendo y los vuelos en helicóptero pronto se reanudarán; los volcanes submarinos están dormidos. "Es una buena noticia para nosotros", dice Ann Pickard, máxima ejecutiva para el Ártico de Shell.

Varios radares muestran una armada de buques de la compañía que convergen en un punto llamado Burger J. Los geólogos de Shell creen que debajo de Burger J (a 112 kilómetros de la costa) hay 15 mil millones de barriles de petróleo, se cree que otros 11 mil millones yacen bajo el contiguo mar de Beaufort. En total, las aguas del Ártico cubren alrededor del 13 por ciento del petróleo no descubierto del mundo o lo suficiente para abastecer a Estados Unidos durante más de una década, según estimaciones del gobierno.


A pesar de la precisión militar que se respira en la reunión del 21 de julio, hay contratiempos. El radar muestra un rompehielos llamado Fennica avanzando en la dirección opuesta, al sur, hacia Portland. Semanas antes el buque sufrió un percance en el casco tras golpearse en Dutch Harbor, Alaska. Debido a que el buque multipropósito también transporta el equipo para derrames, el accidente originó que los reguladores federales restringieran la perforación en ciertas zonas de Burger J hasta que el Fennica sea reparado en Portland y vuelva otra vez al norte. Este desvío dio a Greenpeace la oportunidad de organizar una protesta "#ShellNo" el 30 de julio, donde manifestantes impidieron temporalmente los movimientos del Fennica.

En otro revés, la agencia estadounidense de vida silvestre, preocupada por el efecto del ruido sobre las morsas del Ártico, vetó el plan original de Shell de perforar dos pozos simultáneamente. "Eso nos tomó por sorpresa", reconoce Pickard.

Obstáculos logísticos y legales han retrasado en varias ocasiones el proyecto, en el que Shell está gastando más de mil millones de dólares al año (llevan más de 7 mil millones hasta el momento y contando). El pozo que Shell pretende perforar este año en Chukchi podría ser el más caro del planeta, y aún no ha dado su primer barril de crudo.

En 2010, el trabajo se detuvo cuando el gobierno de Barack Obama suspendió temporalmente la perforación mar adentro en todo el país tras el desastre de BP en el Golfo de México. Luego de reanudar operaciones en 2012, Shell sufrió una racha de descalabros marítimos: motores descompuestos, cabos de remolque tronchados y el encallamiento de una enorme embarcación de perforación. Este 16 de julio, el ex vicepresidente Al Gore calificó de "demencial" la decisión del Gobierno de aprobar la perforación de Shell.

Dos semanas más tarde, el 30 de julio, el CEO de Shell, Ben Van Beurden, anunció que a causa del descenso del precio a 50 dólares por barril, el beneficio de la compañía cayó en un tercio en el segundo trimestre. Previendo que los precios "se mantendrán bajos durante algún tiempo", Van Beurden anunció planes para eliminar 6,500 puestos de trabajo, parte de una contracción más amplia en una industria que se tambalea.

Pero ante este desafiante entorno económico, Shell no pospondrá ni reducirá sus sueños árticos. El yacimiento offshore de Alaska, "tiene el potencial de ser varias veces más grande que las mayores proyecciones habidas para el Golfo de México, por lo que es colosal" dijo Van Beurden.

Uno se pregunta por qué Shell está apostándolo todo en el Ártico en medio de una sobreoferta mundial de petróleo, y justo cuando muchos políticos han prometido combatir el calentamiento global. Entre las principales petroleras, Shell destaca por discutir abiertamente la amenaza que su negocio supone para el clima. Sus principales ejecutivos incluso han manifestado su deseo de reconsiderar los combustibles fósiles y avanzar hacia fuentes de energía renovables. Y sin embargo, está asumiendo enormes riesgos operacionales para perforar el Ártico.

Los ejecutivos de Shell no niegan esa aparente contradicción. "Creemos en el cambio climático", dice Pickard. El propio 'think tank' de Shell, Scenarios, que la gerencia presenta como emblema de su apertura, ha realizado una amplia labor apuntalando el apoyo de la petrolera a las políticas gubernamentales que fomentan el desarrollo de fuentes de energía renovables. Pero la investigación de Scenarios también justifica la exploración agresiva; la población mundial pasará de 7 mil millones a más de 9 mil millones en 2050 y la demanda energética casi se duplicará, luego, los "hidrocarburos van a ser necesarios por muchísimo tiempo", asegura Pickard. "Ahí es donde Alaska entra en escena."

Sin embargo, hasta los observadores más comprensivos encuentran extraño que Shell y sólo Shell vea beneficios futuros en Chukchi, sobre todo después de sus desventuras allí en 2012. Chevron, ConocoPhillips, ExxonMobil, Statoil y Total han pospuesto sus planes en el Ártico.

"Dados los riesgos ambientales y regulatorios en el Ártico y el costo de producción en ese entorno difícil, suponiendo que alguna vez lleguen a producir, Shell debe estar anticipando un enorme yacimiento y que los precios del petróleo serán mucho más altos en el futuro", comenta Nick Butler, ex estratega de BP. "Es una apuesta peligrosa."

La cultura de Shell, por lo demás, no es ajena al debate interno y la introspección. Año con año esa tradición se patentiza en el trabajo de Scenarios, que tiene un equipo de ingenieros, economistas y científicos dedicado a elaborar extensos análisis. Pierre Wack, quien dirigió la división de planeación de Shell en los años setenta, fue quien formalizó ese brazo introspectivo y prospectivo de Shell. Creía que había que confiar más en la intuición, y así anticipó la crisis de la OPEP de 1973, la crisis petrolera iraní en 1979 y el declive de la Unión Soviética a fines de los ochenta.

Las prospecciones de Scenarios han dejado atrás la intuición mística para adoptar los modelos econométricos, pero mantienen cierto aire trascendente. "Ayudamos a crear recuerdos del futuro", dice Jeremy Bentham, quien se hizo cargo del equipo en 2006.

Tal vez eso sirva para la geopolítica. Pero en el medio ambiente, el enfoque de Scenarios parece un ejercicio para tranquilizar conciencias, dicen ex ejecutivos de Shell. A fin de cuentas nos dice que el status quo es inevitable.

Ante la proliferación de aparatos y automóviles en Asia, "Shell se ha convencido a sí misma que la energía renovable no puede crecer lo bastante rápido para satisfacer la creciente demanda de energía", dice Dave McCormick, quien trabajó 30 años en la firma. Para Shell, no hay elección, es "responsabilidad de las empresas energéticas satisfacer la demanda de la manera más razonable posible", dice. En cuanto a Alaska, la compañía está convencida de que es la "sociedad la que demanda esta energía".  

Pickard dice que antes de aceptar la asignación del Ártico hizo un ejercicio de introspección, no quería terminar su carrera con una nota baja. Ese mismo viaje interior lo hizo Van Beurden, y determinó seguir adelante con el proyecto ártico.

Pickard reconoce que si los precios en 2030 siguen como hoy, todo el esfuerzo habrá sido en vano. Si los precios suben 40 por ciento para llegar a 70 dólares el barril, el petróleo de Chukchi sería "competitivo", dice. Si suben a 110 dólares, una posibilidad que la empresa considera realista, sería un éxito rotundo. Las vicisitudes de los precios del petróleo no son ahora la preocupación de Pickard. Un regulador noruego con el que tiene amistad le dijo que si Shell avanza, otras empresas y naciones se animarán a probar el Ártico. "Hay mucho en juego en tu desempeño", le dijo el noruego. "El mundo te está observando".

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