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Médico de Harvard reduce los delitos en Cali, excapital de la cocaína

Cali, Colombia, era una ciudad conocida por la violencia y la fiesta que se vivían a diario. Sin embargo, cuando Rodrigo Guerrero, epidemiólogo que estudió en la Universidad de Harvard, asumió la alcaldía, logró estabilizar la seguridad de la ciudad gracias a un sencillo factor: la reducción del consumo del alcohol.

Ana Fernanda Maiguashca recuerda cómo rugía el león que su vecino tenía como mascota en la década de 1980 en Cali, Colombia, cuando los traficantes de cocaína gastaban fortunas en animales exóticos, recorrían la ciudad en autos de lujo y hacían gala de sus ametralladoras. La policía hacía la vista gorda.

"La era del narcotráfico fue una época en la que todos pensaban que podían hacer lo que quisieran", dijo Maiguashca, que forma parte del comité de política de siete miembros del banco central en Bogotá. "Ese fue el Cali en que crecí".

Cuando ahora Maiguashca, de 40 años, vuelve a su ciudad natal, ve un cambio "drástico" respecto de la anarquía que reinaba cuando era el centro de la industria mundial de la cocaína.

Los parques y las calles han sido arreglados y son más seguros, y la sensación de que el futuro es prometedor atrae a los que huyeron durante el período más violento de la ciudad, apuntó.

La transformación en gran parte se debe a la elección del alcalde Rodrigo Guerrero, epidemiólogo que estudió en la Universidad de Harvard y cuyas políticas contribuyeron a recuperar una apariencia de ordenaun.

Guerrero, que se define como "violenciólogo", pasó tres décadas como profesor de salud pública en la Universidad del Valle de Cali. Después de asumir su cargo en 2012, impuso límites a la venta de alcohol, dispuso restricciones a las armas de fuego y reforzó la iluminación de los parques. Una policía menos corrupta, se encarga de hacer cumplir las normas, dijo.

El resultado: "Cali está recuperando su autoestima colectiva", declaró Guerrero, de 77 años, en una entrevista en su oficina. "No teníamos ningún liderazgo político y las ciudades se mueren debido a la falta de liderazgo político".

ÍNDICE DE DELITOS

El 13 por ciento de los 2.3 millones de habitantes de Cali dicen haber sido víctimas de robos o asaltos el año pasado, según una encuesta realizada por el Departamento Nacional de Estadística, por debajo del 18 por ciento del sondeo anterior.

Se trata de la mayor caída entre las grandes ciudades de Colombia; el número de residentes de Bogotá que dicen hacer sido víctimas de delitos de este tipo se elevó de 22 por ciento a 25 por ciento.

El número de asesinatos en Cali se redujo un 27 por ciento a mil 107 en los primeros nueve meses del año, de acuerdo con los datos oficiales que reunió el municipio. La tasa anual por cada 100 mil habitantes se redujo a 64 hasta el 28 de octubre, la más baja registrada, mientras que en 2013 era de 84.

Según este parámetro, Cali no está tan segura desde antes de que la epidemia de crack de los 80 en los Estados Unidos fomentara el narcotráfico, según Guerrero.

INVERSIONES

La mejora en la seguridad este año contribuyó a atraer inversiones de compañías como Hero MotoCorp Ltd., el mayor fabricante de motos de India, y Unilever Plc, según Esteban Piedrahita, presidente de la Cámara de Comercio de Cali.

La ciudad necesitaba este espaldarazo. La economía local está rezagada respecto al resto del país debido a que no tiene el petróleo, el carbón y el oro que enriquecieron a otras regiones. Al mismo tiempo, el aumento de las exportaciones de energía provocó un alza del 44 por ciento en la moneda en la década que terminó en 2013.

La cercanía a Buenaventura, el puerto más grande de Colombia sobre el Pacífico, significa que Cali está en condiciones de beneficiarse con el aumento del comercio con Asia, dijo Munir Jalil, analista jefe de la división colombiana de Citigroup Inc.

ESTADÍSTICAS PERSONALES

Desconfiando de las estadísticas policiales, Guerrero analizó las cifras cuando asumió su cargo. Llegó a la conclusión de que, incluso en medio de la guerra de las drogas, más violencia era resultado de causas mundanas como peleas en los bares y disputas domésticas. Aquella alcanza su máximo nivel durante los fines de semana y en los días de pago de sueldos.

"Se decía que no se podía matar a nadie sin autorización del cartel, pero dos tercios de los asesinatos se producían los sábados y los domingos y la mitad de las víctimas estaban alcoholizadas", dijo Guerrero. "Parecía raro que un traficante de drogas esperara hasta el fin de semana y emborrachara a su víctima antes de matarla".

Cuando dispuso que los bares y los locales bailables cerraran a la 1 de la mañana durante la semana y a las 2 los fines de semana, los habitantes de una ciudad conocida por la música salsa protestaron. Esta "ley semiseca" redujo la tasa de homicidios en más de un quinto, aseguró.

"Restringir la venta de alcohol fue una medida sumamente impopular: Cali era famosa por ser la capital de la diversión, y la gente decía que esto iba a terminar con la vida nocturna", contó Guerrero. "Pero las pruebas de la reducción del número de heridos y homicidios eran abrumadoras y yo dije 'esto se queda hasta mi último día de gobierno'".

"La sensación que uno tiene cuando va a la ciudad es muy distinta de la que se tenía en los ochenta", dijo Maiguashca, alabando las iniciativas del alcalde. "Por lo menos él recuperó una cosa elemental que puede parecer algo romántica: ha sido capaz de recuperar la esperanza. Hubo una época en que la ciudad no tenía ninguna".

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