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Y a todo esto, ¿qué fue lo que pasó con los mercados?

A pesar de haber sido el boom bursátil más largo de la historia, muy pocas personas sintieron los beneficios en sus bolsillos.

El mercado alcista de 11 años en la renta variable estadounidense ha terminado. En medio de la crisis sanitaria por el coronavirus, el Dow Jones Industrial Average y otros indicadores bursátiles de ese país entraron en territorio bajista y borraron todas las ganancias generadas en la era del presidente Donald Trump, quien por años vio en los constantes récords en el mercado financiero una muestra de la confianza en su administración. Pero los acontecimientos de los últimos días ya habían dado la sensación de un final: el mundo ya estaba ansioso por mucho más que los precios de las acciones.

"El mercado alcista menos querido" es el apodo que se ganó este rally, y por una buena razón. Si bien fue el más largo de la historia, durante gran parte de su vida nunca se sintió como un boom para la mayoría de las personas. Nació a raíz de la crisis financiera de 2008 y un esfuerzo masivo y controvertido del gobierno de Estados Unidos para rescatar a los bancos de esa nación.

Fue alimentado durante años por compañías que recompraron sus propias acciones, tasas de interés históricamente bajas y una Reserva Federal que compró cantidades masivas de bonos en lo que los inversores interpretaron como un esfuerzo para mantener la fiesta el mayor tiempo posible.

El rally agregó un valor de 28 billones de dólares a las acciones estadounidenses desde el 9 de marzo de 2009 hasta el 19 de febrero de 2020. Atribuir todo eso a la ingeniería financiera y a un banco central cooperativo es demasiado fácil y se pierde el punto. Las empresas líderes de este mercado alcista fueron auténticas innovadoras.

Apple pasó de ser una compañía de 74 mil millones de dólares en 2009 a una de 1.4 billones en 2020, no a través de la ingeniería financiera, sino por la ingeniería pasada de moda (para ser justos, también hubo algo de ingeniería fiscal). Amazon pasó de ser una empresa de 26 mil millones de dólares a una de 1.1 billones, reinventando la industria minorista. Google, Facebook, Nvidia... la lista de compañías que cambiaron no solo nuestras carteras de inversión sino también nuestra vida cotidiana, continúa.

El mercado alcista parecía resistir cualquier desafío que se le presentara: la crisis de la deuda europea, la pérdida de la calificación AAA del gobierno de Estados Unidos por parte de S&P en 2011 y la guerra comercial. Tal vez eso explique la indestructible sensación de optimismo puesta en el mercado cuando 2020 comenzó con el conflicto arancelario entre EU y China aparentemente ya en el pasado. En su último récord en febrero, el S&P 500 se cotizaba a más de 2.4 veces las ventas de sus empresas, la proporción más alta registrada en 30 años, de acuerdo con datos de Bloomberg. La relación precio/ganancias fue de 22.3, lo que la sitúa en el 25 por ciento de las valoraciones más caras desde 1990.

Todo esto dejó al mercado especialmente vulnerable a un "cisne negro" como el nuevo coronavirus, que está causando estragos en las economías y corporaciones de todo el mundo, un evento que los bancos centrales y el gobierno no pueden mitigar fácilmente con sus kits de herramientas tradicionales.

La revaloración ha sido repentina y violenta. El último récord del S&P 500 fue hace cinco semanas. ¿Quizás entonces la recuperación será igual de rápida? Hacer una predicción de este tipo sería poco aconsejable en tiempos normales y completamente tonta cuando se trata de una situación tan impredecible como esta. Si bien la historia del mercado de valores no ofrece un evento pasado exactamente como este, la recuperación de otros mercados bajistas nunca ha sido rápida. Según Cameron Crise, estratega de Bloomberg, el tiempo mínimo que le toma al mercado volver a sus máximos en episodios anteriores es de 320 días hábiles, o 15 meses. La mediana es de dos años y medio. Tanto la rapidez de la disminución como la fuerte valoración del mercado podrían, al principio, alargar la recuperación.

Lo que es fácil predecir es que, eventualmente, vendrá otro mercado alcista y podría tener un carácter diferente. El largo optimismo de la década de 2010 se basó en el legado de la crisis financiera. Podemos ver el próximo rally como aquel en el que las empresas y los inversores se ajustaron a las nuevas reglas de un mundo que ha vivido una crisis de salud pública.

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