Verde significa arriba y rojo significa abajo en el mercado de valores. Últimamente ha habido muchos días rojos. Pero el verdadero color del mercado actual es el naranja, el color del copete del presidente Donald Trump. Porque para bien y para mal, este se ha convertido en el mercado bursátil de Trump. Hasta octubre, el prolongado mercado alcista fue llamado "Trump Bump".
La caída en los últimos meses, particularmente desde el inicio de diciembre, es el "Trump Slump".
Pocos rebatirían que Trump es una personalidad volátil al frente de una presidencia volátil.
Empero, en la mayor parte de su presidencia la volatilidad en el mercado estuvo por debajo de su media a largo plazo, con la excepción de un lapso en febrero y marzo.
La calma de los inversores parecía desconectada de la realidad. Pero las fluctuaciones aumentan cuando los precios tienden a la baja, y eso ocurrió en el cuarto trimestre de 2018. El índice de volatilidad de la Chicago Board Options Exchange llegó a 36 el día de Nochebuena, remontando desde 15 en el verano y principios del otoño.
Estados Unidos tiene un mercado de valores afín al hombre en la Oficina Oval. En este punto de la turbulencia cabe preguntarse en qué medida Trump ha afectado al mercado accionario, para bien durante el ascenso y para mal durante el declive. La pregunta opuesta es en qué medida ha afectado a Trump el peor año para las acciones desde 2008. ¿La caída del mercado lo castigará, haciendo que abandone algunas políticas y el lenguaje que ha encrespado a los mercados? ¿O lo inducirá a atacar el status quo con mayor ferocidad para demostrar que tiene razón y recuperar algo de esa magia del mercado alcista?
La opinión entre los economistas es que a los presidentes se les achaca demasiado mérito y culpa por los altibajos bursátiles. Eso tiene sentido. El hecho de que las acciones hayan tenido en promedio un mejor desempeño bajo presidentes demócratas no es una prueba de que ellos tengan un toque especial para los índices bursátiles.
Pero hay veces en que los presidentes sí importan mucho y esta es una de ellas. Los recortes de impuestos de Trump aprobados hace un año son un ejemplo. Beneficiaron al mercado de valores al impulsar las ganancias tras los impuestos de las empresas, que por supuesto apuntalan las valoraciones de las acciones. La agenda de desregulación de Trump impulsó los precios de las acciones. El gobierno publicó menos de veinte regulaciones "económicamente significativas" en 2017, frente a cien emitidas en 2016; la menor cifra desde el inicio de la administración Reagan, según el Centro de Estudios Regulatorios de la Universidad George Washington.
Algunos dirían que fue un error recortar los impuestos corporativos en un momento de creciente déficit, o suprimir regulaciones destinadas a proteger la salud y la seguridad del público. Pero los cambios ayudaron a los accionistas al elevar los precios. También ayudaron a las empresas que no cotizan en bolsa. "Este presidente ha sido más agresivo que cualquier otro anterior que podamos recordar a la hora de crear un buen entorno para las personas que dirigen sus propios negocios", dice Jack Mozloom, vicepresidente sénior de asuntos públicos de Job Creators Network, un grupo de promoción de las microempresas con sede en Dallas.
Aquellos demócratas que odian reconocerle a Trump algo positivo son reacios a admitir que la tendencia alcista de la bolsa tuvo que ver con él, prefiriendo atribuir el alza a su predecesor, a la Reserva Federal o a la suerte. Pero es difícil ignorar el hecho de que las acciones subieron en los días posteriores a su elección y continuaron ganando terreno durante casi dos años. Ese es el Trump Bump, la escalada.
Incluso hay una teoría de por qué la volatilidad se mantuvo baja a pesar del caos generado por el propio Trump: dado que los inversores no pudieron leer las confusas señales de Washington, las ignoraron. "Un día la OTAN está obsoleta, otro día no. Un día China es un manipulador de divisas, otro día no", escribieron en 2017 los economistas Lubos Pastor y Pietro Veronesi de la Booth School of Business de la Universidad de Chicago en el sitio VoxEU.org, del Centre for Economic Policy Research. "Los mercados siguen escuchando a los políticos, pero les prestan menos atención que antes".
Sin embargo, en algún momento a principios de octubre de 2018 algo se torció en el mundo bursátil. La pregunta es qué y quién tiene la culpa de ese cambio. Tras la fallida invasión de Bahía de Cochinos, Cuba, el presidente John F. Kennedy expresó "La victoria tiene mil padres, la derrota es huérfana". Trump invirtió la frase de Kennedy. En una serie de tuits, se atribuyó el mérito del mercado alcista; y ahora que las acciones están cayendo, ha tratado de atribuirle a otros la culpa de la caída, incluidos los demócratas (por impulsar la investigación sobre Rusia en su contra) y Jerome Powell, su elegido para presidir la Reserva Federal.
En defensa de Trump vale decir que es cierto que la Fed de Powell no está haciéndole ningún favor a las acciones. A los inversores no les gusta el aumento de las tasas de interés. El desplome en vísperas de Navidad se produjo después de una declaración del 19 de diciembre del Comité Federal de Mercado Abierto que dejaba atrás la debilidad del mercado, citaba un crecimiento económico "fuerte" e indicaba que probablemente se necesitarían "más aumentos graduales" de las tasas.
Pero eso no exculpa a Trump. Aunque los mercados, como los elefantes descarriados, tienen mente propia, también es posible identificar formas específicas en las que Trump ha contribuido al declive bursátil. Su guerra comercial con China, en particular, ha puesto nerviosos a los inversores. La tregua de 90 días entre las dos naciones, acordada en la cumbre del G20 en Buenos Aires el primero de diciembre, ha hecho poco para animar al mercado accionario porque los inversores intuyen bien que las hostilidades pueden estallar de nuevo cuando finalice el alto al fuego en marzo. La relación precio-ganancia del S&P 500 ha caído un 13 por ciento desde septiembre. Trump, en general, fue la primera preocupación de los inversores institucionales en una encuesta realizada a mediados de diciembre por el banco de inversión RBC Capital Markets.
El índice S&P 500 cayó un 2 por ciento en las primeras horas del 3 de enero luego de un débil reporte de la actividad fabril en Estados Unidos y un recorte en los ingresos proyectados por Apple Inc. El CEO de Apple, Tim Cook, citó la desaceleración en China, agravada, dijo, por las tensiones comerciales, y los papeles de Apple cerraron el día en 142.19 dólares, una pérdida de casi 10 por ciento.
Los ataques de Trump contra Powell también podrían ser contraproducentes. Incluso algunos analistas que piensan que la Fed no debería elevar las tasas de interés dicen que los mensajes del presidente en Twitter podrían inducir a Powell a demostrar su independencia implementando alzas innecesarias. Y entre los inversores en bonos preocupados de que la Fed se someta al presidente, existe la expectativa de acelerar la inflación. Eso causaría que los precios de los bonos cayeran, lo que generalmente provoca que los precios de las acciones también bajen.
El estilo de liderazgo de Trump también se está desgastando. Su estrategia de mantener a las personas en la incertidumbre tal vez funcione bien con los enemigos, pero aparta a los amigos. "No sé de otro presidente que haya usado la incertidumbre como arma. Y por una buena razón: perjudica los intereses estadounidenses tanto como los extranjeros", dice Steven Davis, profesor de Booth que ayudó a desarrollar un índice de incertidumbre de política económica. (El índice está cerca del décimo rango más alto en 34 años).
Es cierto que el mercado accionario no es la mejor medida para juzgar a un presidente. Las acciones pueden subir incluso si el presidente tiene un mal desempeño y bajar incluso si lo está haciendo bien. Por ejemplo, solo porque ser duro con China sea malo para algunas acciones tecnológicas no significa que sea un error. A la inversa, muchas de las cosas más problemáticas de Trump no se reflejan en los índices bursátiles, como la tosquedad del discurso público o el daño a las alianzas globales. Y algunas medidas potencialmente dañinas, como intentar relajar las normas sobre las emisiones de mercurio de las plantas de carbón, podrían impulsar ciertos títulos valores.
Con todo, hay cierta justicia en achacarle al presidente la caída del mercado de valores, simplemente porque él se colgó el milagrito de su alza como un éxito propio. Para él, la bonanza bursátil era obra suya, en la madrugada del 19 de diciembre de 2017 tuiteó "EL DOW SUBE 5000 PUNTOS EN EL AÑO POR PRIMERA VEZ. ¡HAREMOS A ESTADOS UNIDOS GRANDE OTRA VEZ!" "Él definitivamente cree que es una medida de su desempeño y del efecto de sus políticas", dijo Corey Lewandowski, exjefe de campaña de Trump, en una entrevista en el Trump Hotel el 11 de diciembre.
A veces, Trump parece usar los anuncios presidenciales para impulsar el mercado. Las acciones subieron el 31 de diciembre, por ejemplo, tras un tuit en el que dijo que una llamada telefónica con el presidente chino Xi Jinping había salido bien. Pero esa táctica tiene sus riesgos: los inversores pueden reaccionar mal si la realidad no coincide con las expectativas. Incluso algunos de los más grandes partidarios de Trump ven su jactancia como un error. "Si vas a vincularte al mercado de valores, bajarás cuando éste baje", señala Mozloom. "Como cuestión política, debería haber anticipado esto".
El siguiente paso de Trump puede depender del siguiente paso del mercado de valores. Si se recupera rápidamente de lo que él llamó el 2 de enero un "pequeño revés", este episodio se olvidará como un mal sueño.
Pero ¿qué pasa si el mercado sigue bajando o simplemente se queda en este nivel inferior? Una teoría es que eso fortalecería la mano de algunos de los asesores más moderados de Trump, quienes han tratado de alejarlo de acciones extremas advirtiéndole sobre las reacciones negativas del mercado, pues el presidente parece tener más respeto por el juicio del mercado que por el consejo de académicos y expertos.
Por otra parte, esa advertencia no ayudó a Gary Cohn, el exasesor económico de Trump, cuando intentó impedir que el mandatario impusiera altos aranceles a las importaciones de acero y aluminio. El enfrentamiento sobre los aranceles desembocó en su renuncia en marzo.
Ahora es el secretario del Tesoro Steven Mnuchin quien está en la picota. Una señal de que se sabe vulnerable es su intento desesperado de estimular los precios bursátiles al emitir una declaración el domingo antes de Navidad diciendo que los seis bancos más grandes del país tenían "suficiente liquidez" para otorgar préstamos. Ese es el tipo de declaración tranquilizadora que generalmente se reserva para una crisis. Trump expresó confianza en Mnuchin después de ese episodio, llamándolo talentoso e inteligente, pero puede cambiar de opinión.
En la película Lost in America hay una escena en la que Albert Brooks encuentra a su esposa, interpretada por Julie Hagerty, en una ruleta en Las Vegas repitiendo maniáticamente "¡Vamos 22!" después de haberse jugado todos los ahorros a ese número. El equivalente para Trump sería empecinarse en políticas dañinas en la creencia (o la esperanza desesperada) de que a la larga funcionarán. Cuanto más cae el mercado accionario, mayor es la tentación de hacer algo drástico para que el rojo se vuelva verde. En teoría de juegos, esto se conoce como apostar por la resurrección.
Trump está lejos de ese escenario. Después de todo, el mercado sigue con ganancias desde su elección. Pero está prescindiendo de los asesores (el citado Gary Cohn, el exsecretario de Estado Rex Tillerson y el exsecretario de Defensa James Mattis) que intentaron evitar que se dejara llevar por sus impulsos más oscuros. Mientras tanto, el cierre parcial del gobierno se prolonga, la investigación de Mueller parece estar llegando a un punto crítico y los demócratas están listos para asediarlo ahora que tienen el control de la Cámara de Representantes.
El Trump Slump, el desplome, es un fenómeno más grande que una simple caída en el parqué bursátil. Pero cada día rojo en Wall Street es otro golpe para el presidente.
Con la colaboración de Joshua Green y Shawn Donnan*