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Ni Biden ni Warren, el verdadero adversario de Donald Trump es el riesgo de una recesión

Cuando George H.W. Bush, Jimmy Carter y Herbert Hoover perdieron la Presidencia de EU, la economía del país atravesaba por momentos difíciles. Trump no está en esa situción... aún.

El verdadero peligro que encara la presidencia de Donald Trump no es Joe Biden, tampoco Elizabeth Warren, ni siquiera el juicio político.

Es la posibilidad de que el actual clima de pesimismo económico se agrave y empuje al país a una recesión sin medias tintas. Históricamente, una economía en contracción ha sido casi una garantía de transición en la Casa Blanca.

En el siglo pasado, todos los presidentes en funciones que perdieron la reelección (George H.W. Bush en 1992, Jimmy Carter en 1980 y Herbert Hoover en 1932) lo hicieron en el contexto de una recesión. Trump no tiene ese problema… todavía.

Los economistas de Bloomberg prevén que la economía estadounidense crecerá un 2 por ciento el próximo año, pero las predicciones parecen moverse en la dirección equivocada. El modelo de probabilidad de recesión de la Reserva Federal de Nueva York para el próximo año ha trepado a 35 por ciento, su lectura más alta desde la crisis financiera. La confianza empresarial ha caído con Trump y las compañías, extenuadas por sus decisiones impulsivas, están postergando nuevas contrataciones e inversiones.

"No hay un final a la vista para esta desaceleración", advirtió en un informe Torsten Slok, economista jefe de Deutsche Bank. "El riesgo de recesión es real".

En 2016, Trump ganó la Casa Blanca a través de un acto histórico que aunó el arte de la bravuconería con el arte de vender, prometiendo recuperar los empleos del sector manufacturero, renegociar acuerdos comerciales y vigorizar la economía de Estados Unidos para devolver al país su grandeza. Durante su primer año, fanfarroneó que impulsaría el crecimiento "a 4.5 y quizás hasta 6 por ciento". Eso nunca sucedió. Con todo, su agenda desreguladora y su recorte impositivo favorable a las empresas tuvieron un efecto patente.

"Parece que ha despertado los instintos animales, la confianza empresarial ha subido mucho", dijo en 2017 Jamie Dimon, presidente y director ejecutivo de JP Morgan Chase. Esa confianza hizo que el gasto de las empresas aumentara después de que Trump promulgara la reducción de impuestos a fines de 2017. El mercado de valores respondió con una racha ascendente sostenida, mientras el S&P 500 alcanzó nuevos récords, pero ese impulso se ha desvanecido.

Trump también prometió un renacimiento del cinturón industrial estadounidense. Al principio, parecía que cumpliría. Su victoria electoral coincidió con un cambio en la industria manufacturera, una fuente clave de empleo en la región norte del medio oeste, donde ganó Michigan, Wisconsin y Pensilvania (estados que Obama ganó en 2012). En el verano de 2018, la manufactura creó más empleos en un lapso de doce meses que en cualquier momento en más de 30 años, lo que le valió elogios.

"La reforma fiscal y la desregulación siguen generando resultados para los trabajadores del sector manufactura de Estados Unidos", dijo en ese momento Carolyn Lee, directora del Manufacturing Institute, miembro de la Asociación Nacional de Manufactureros.

Pero a medida que Trump se acerca a las elecciones de 2020, muchos de los indicadores económicos que antes fueron positivos hoy parpadean en rojo. Septiembre marcó el peor mes para la manufactura del país en más de una década, según el índice de la industria del Institute for Supply Management. "Ahora, a golpe de aranceles, nos dirigimos a una recesión manufacturera a nivel nacional y a nivel mundial", dice Peter Boockvar, director de inversiones de Bleakley Advisory Group. La concentración geográfica de la estocada económica de la guerra comercial es particularmente peligrosa para Trump, porque lastima precisamente a los estados del Medio Oeste que tendrá que conquistar para ganar otro mandato.

Las consecuencias ya están perjudicando a los republicanos. En las elecciones intermedias de noviembre pasado, los demócratas dominaron las contiendas en la Cámara, el Senado y las gubernaturas en todo el norte del Medio Oeste. Las encuestas sugieren que al presidente no le iría mejor si las elecciones se celebraran hoy. Desde que asumió la presidencia, su índice de aprobación se ha desplomado en Wisconsin (una caída de 17 puntos), Pensilvania (17 puntos) y Michigan (18 puntos), según la encuesta mensual de Morning Consult.

Eso no significa que Trump no pueda revertir la tendencia el día de los comicios. Sigue siendo popular entre los republicanos y mantiene una amplia ventaja en los tres estados, siempre que las condiciones económicas y políticas no se deterioren más. Además, le ayudan otros datos. El desempleo está en un mínimo de 50 años y los principales índices del mercado bursátil siguen cerca de sus máximos históricos.

Si Trump alcanzara un modesto acuerdo comercial con China, sería muy bienvenido por empresarios y agricultores, ambos componentes importantes de la base electoral del mandatario, pero el daño que la guerra comercial ya causó en la economía de Estados Unidos no va a desaparecer. Aunque Trump prefiere culpar al presidente de la Reserva Federal Jerome Powell, habrá un amplio consenso sobre quién tiene realmente la culpa si los demócratas recuperan la Casa Blanca el próximo noviembre.

"Por primera vez en una década, los instintos animales están de vuelta, y luego viene Trump y lo arruina", dice Michael McDonough, economista jefe de productos financieros en Bloomberg.

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