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Los ricos de China son diferentes, no compran superyates

A raíz de la campaña anticorrupción de Xi Jinping, pocos quieren comprar estos ostentosos juguetes.

Hay un método para vender un superyate, pero a Eric Noyel no parece funcionarle con un cliente en particular: los chinos.

Comienzas, por supuesto, con un barco muy grande. No tiene que ser el yate que intentas colocar. Noyel usa un barco de 24 metros, del cual es copropietario, para impresionar a compradores. Luego citas a clientes potenciales de mucho dinero, incluyendo, al asesor de un magnate chino que ya posee un yate y se rumora que anda buscando algo más grande. Por último, ofreces alguna extravagancia.

Noyel es director de Asia Marine Yacht Services, una empresa que vende de yates ubicada en Hong Kong. Para esta ocasión, su equipo contrató a un arpista para que tocara durante una cena de siete tiempos preparada por un chef a bordo, junto con un sommelier francés para sugerir el maridaje de vinos. Sin embargo, la noche no terminó en una venta.

Encontrar candidatos para un superyate de tamaño modesto es casi imposible en China. Solo hay tres propietarios chinos entre los doscientos megayates ubicados por la editorial Boat International Media, que publica revistas especializadas en el sector. China ha creado más multimillonarios en la última década que cualquier otro país, y saben cómo gastar tan bien como cualquier oligarca ruso o potentado de Silicon Valley. Compran lo que se espera de esa clase privilegiada, colecciones de arte, equipos deportivos y campos de golf. Pero no yates. Noyel ni siquiera está seguro de que los multimillonarios chinos sepan qué hacer con uno. "Solo unos cuantos usan sus barcos de forma adecuada en Asia para viajar por el mundo", dice, en caso de que alguien pregunte qué se supone que uno debe hacer con un superyate.

Cualquier yate que mida al menos 24 metros y tenga una tripulación profesional entra en la categoría de superyate, pero en el extremo modesto, según los estándares de los que atracan en Mónaco o Capri.

El presidente de Oracle, Larry Ellison, tiene una cancha de básquet en su yate y una lancha a lista para recuperar las pelotas que salen por la borda. El británico Joe Lewis tiene un yate de 98 metros, y en una de sus paredes cuelga un tríptico de Francis Bacon de 70 millones de dólares. Los precios varían, desde unos millones de dólares por un yate pequeño de segunda mano hasta 400 millones de dólares.

Hace menos de una década, los ricos de China parecían listos para unirse al club del uno por ciento más rico del mundo. En 2010, la expo de yates Hainan Rendez-Vous tuvo su primera edición en Sanya, la Saint-Tropez de China. En 2012, la Asociación de la Industria de Cruceros y Yates de China predijo que habría cien mil embarcaciones de lujo en China para 2020; en ese entonces solo había tres mil yates. "Antes jugaban golf y compraban artículos de lujo más que ahora", dice Delphine Lignières, directora ejecutiva de China Rendez-Vous, organizadora de la exhibición de yates en Sanya. "Había una aspiración por ese estilo de vida de viajar y ver el mundo". Pero en su opinión, las ambiciones de navegar en yate fueron truncadas tras la cruzada anticorrupción en China.

Los vendedores de yates no previeron el ascenso de Xi Jinping, quien asumió el cargo de secretario general del Partido Comunista en 2012 y emprendió una campaña contra la corrupción y el consumo ostentoso. Más de cien mil miembros del partido fueron "disciplinados" y a los funcionarios de alto nivel se les prohibieron los hoteles de lujo y las cenas extravagantes. No era un buen momento para comprar un yate. Las escenas de opulencia publicadas en las redes sociales por los asistentes a la Hainan Rendez-Vous fueron recogidas con mucha crítica por los medios estatales. El Global Times, filial de El Diario del Pueblo, el periódico oficial del Partido Comunista, escribió sobre la presunta prostitución que tenía lugar en la exhibición anual de yates. "Es casi un delito hacer alarde de la riqueza de manera tan pública", escribió el periódico, señalando que 200 millones de chinos viven en la pobreza.

Gordon Hui, presidente de Sunseeker Asia, quien ha estado vendiendo yates en la región desde el 2000, dice que cerró tres concesionarios en China desde el escándalo de Rendez-Vous y no ha vendido un solo yate para uso en China desde 2015, aunque sí para navegarlo fuera del país.

Un superyate es una compra muy visible y llamativa. "Si los chinos ricos compran una casa en Estados Unidos o joyas, nadie se da cuenta", dice Fang Yuan, CEO de Heysea Yachts Group, que opera un astillero cerca de Zhuhai en la costa sur de China y vende a minoristas. "Pero si compras un yate, no puedes ocultarlo. Es grande, y está allí en el agua".

Tener un yate en China puede ser una pesadilla. Las metrópolis costeras de China carecen de astilleros de reparación naval, proveedores de equipos y el resto de la cadena de mantenimiento para yates. Existen pocos puestos de atraque apropiados en las marinas, por lo que cualquiera que esté considerando un barco de lujo debe atracarlo en Hong Kong, Singapur o en la isla Phuket de Tailandia. Algunos chinos dejan sus yates en puertos del Mediterráneo.

Desde 2015, China ha restringido el número de personas a bordo de los yates a doce, incluida la tripulación, sin importar la longitud del barco. Debido a que se necesitan seis personas para manejar incluso el superyate más pequeño, eso limita el tipo de fiesta que uno puede organizar. (China también les impone aranceles de importación del 44 por ciento y un impuesto nacional a las ventas del 36.5 por ciento).

Luego está el problema de conseguir la tripulación. "En Francia, un capitán de barco necesita una licenciatura", dice Noyel. "En China, es como un conductor de autobús". La cultura aún no existe, apunta. A corto plazo, es más optimista respecto al sudeste asiático, donde las políticas no son tan estrictas. Noyel tiene oficinas en Indonesia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. En 2018, Asia Marine se asoció con la compañía global Fraser en Asia y vendió sus primeros dos superyates bajo esa alianza.

Otra complicación es la costa china, un lugar difícil para navegar. En el norte, los vertidos de pesticidas, fertilizantes químicos y efluentes industriales contaminan las aguas marítimas. La ciudad portuaria de Qingdao, que organizó la competencia de vela en los Juegos Olímpicos de verano de 2008, también es conocida por una invasión anual de algas verdes. En el sur, con su clima subtropical, desviarse de la costa en el mar de la China Meridional puede suponer una inspección de las autoridades, pues esa zona está fuertemente vigilada. China ha reivindicado esas aguas en disputa dragando grava y depositándola en los arrecifes de coral para crear islas artificiales, que luego alojan tropas y armas.

El multimillonario He Xiaopeng atraca su yate de 26 metros en Hong Kong. Sin embargo, dirigir su startup de vehículos eléctricos Xpeng Motors no le deja tiempo para navegar. "Solo lo usé una vez el año pasado, mis amigos lo usan más que yo", admite. Aún así, sueña con un yate hecho para viajes de larga distancia, como el que usaba Paul Allen, cofundador de Microsoft, para buscar naufragios.

Casos como el anterior no son infrecuentes. "En cierta ocasión, visité un barco al cabo de un año de entregarlo, y los colchones aún tenían la funda de plástico, ¡nadie durmió allí en todo un año! Es increíble", dice Fang de Heysea Yachts. Resulta que a los propietarios de yates en China les gusta recibir a amigos a bordo para una tarde de maotai y mahjong, y luego regresar a la costa al caer la noche.

Para adaptarse a esa realidad, el fabricante italiano Ferretti SpA, que fue adquirido por Shandong Heavy Industry Group-Weichai Group en 2012, introdujo una línea de barcos llamada Tai He Ban, donde la parte del área para dormir se modificó para hacerle espacio a mesas y salas de karaoke con aire acondicionado.

Uno de los pocos multimillonarios que tenía un superyate en China era Wang Jianlin, quien atracaba su nave de 29 metros en una marina en Qingdao. Lo adquirió después de que su compañía, Dalian Wanda Group, comprara el 92 por ciento del fabricante británico de barcos Sunseeker en 2013. Pero el año pasado, Wang vendió la embarcación y la marina. El conglomerado chino HNA Group también tenía un yate de 49 metros, pero fue vendido en enero.

En la cena que ofreció Noyel, mientras el sommelier llenaba las copas, el lujo era la charla entre un empresario tecnológico de Silicon Valley, un gestor de fondos hedge y el asesor de un magnate anónimo radicado en Hong Kong.

El asesor hizo un inventario de los hábitos adquisitivos de su cliente: sesenta automóviles y algunos yates, incluido uno construido en los Países Bajos.

El siguiente paso en el libro de estrategias de Noyel es embarcar a los posibles compradores en un crucero chárter, donde puedan saborear la vida flotante en sitios de alto lujo como Mónaco o Miconos, Grecia. "Dentro de tres años, las cosas cambiarán totalmente", dice Shao Huiliang, gerente del fabricante de yates Pride Mega Yachts. Recientemente Pride presentó su Illusion Plus de 88 metros, el yate de fabricación china más grande hasta la fecha. ¿El precio? 145 millones de dólares.

Shao ve con optimismo el sector de los yates en China, la venta ocasional de estos juguetes mantiene vivas sus esperanzas, como la del yate de 26 metros que Simpson Marine vendió en marzo, o la promesa de los gobiernos en Hainan y Zhuhai de apoyar la construcción de nuevos embarcaderos.

Sin embargo, ninguno es lo suficientemente grande para el Illusion Plus. Y este tampoco ha captado el interés de algún cliente chino y sigue amarrado cerca de Mónaco.

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