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Los rechinidos de la 4T

La repentina salida de Carlos Urzúa de la Secretaría de Hacienda deja a su sucesor, Arturo Herrera, una tarea delicada que le exigirá toda su habilidad y experiencia.

OPINIÓN

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Tras la renuncia del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, el presidente López Obrador explicó lo siguiente: "Como se están llevando a cabo estos cambios (los del país), se cimbra, rechina y hay a veces incomprensión o dudas, titubeos, incluso al interior del mismo Gobierno, del mismo equipo, pero nosotros tenemos que actuar con decisión y con aplomo".

A lo largo de las últimas semanas, todavía está tratando de dilucidarse el significado profundo de la renuncia de Urzúa.

La versión más extendida entre los analistas en México es que se trató de la expresión de una lucha entre las tendencias radicales y moderadas, tanto en el interior del gobierno, como en el ánimo de López Obrador.

El diagnóstico es que el triunfo fue para quienes tienen posiciones más radicales.

En la entrevista que otorgó a Hernán Gómez, de Proceso, Urzúa hace un largo recuento de las diferencias que tuvo con López Obrador en los escasos siete meses y nueve días que estuvo al frente de Hacienda.

Se manifestó contrario a la cancelación del aeropuerto en Texcoco, enemigo de invertir este año en la nueva refinería de Dos Bocas, Tabasco, y expresó una diferencia profunda con AMLO respecto a su negativa a emprender una reforma fiscal.

Además, reclamó que López Obrador le hubiera impuesto a personas que, a su juicio, no eran las adecuadas en puestos clave del sector hacendario y que habían sido promovidas por Alfonso Romo, a quien acusó de tener conflicto de intereses, así como de ser alguien de la extrema derecha.

Cuando se hace este recuento, uno se pregunta, ¿por qué Carlos Urzúa se mantenía como secretario de Hacienda? O mejor aún, ¿por qué aceptó ser secretario de Hacienda de un presidente con quien mantenía diferencias tan de fondo?

Quedará para los expertos en psicología del poder dar una respuesta a esa interrogante.

En términos económicos y políticos, sin embargo, lo más importante es evaluar el significado y las consecuencias de esa renuncia y del reemplazo de Urzúa por Arturo Herrera.

Urzúa es alguien suficientemente inteligente para saber que el tono de su carta y, posteriormente, los detalles adicionales que ofrece en la entrevista, eran obuses lanzados directamente en contra del gobierno de López Obrador, lo que revela una salida en la que al final de cuentas hubo un enfrentamiento fuerte con el propio presidente de la República.

Sin embargo, el hecho de que el mandatario haya optado por el antes subsecretario Herrera para sustituirlo, implica que López Obrador no mandó señal de ningún cambio de fondo en la política hacendaria, pues Herrera tiene una visión que, en términos generales, es muy cercana a la de Urzúa.

La gran diferencia entre los dos consiste básicamente en los estilos personales.

Urzúa tenía un estilo fuertemente introspectivo. Él mismo explicó en diversas ocasiones que sería un secretario de Hacienda que haría mucho trabajo de gabinete y estaría en pocas ocasiones en eventos públicos.

Herrera tiene una personalidad más extrovertida y goza de una gran capacidad de comunicación. Además, es un funcionario que gusta de adentrarse en los detalles operativos de la dependencia bajo su encargo.

Quienes los conocen, además, señalan que Herrera tiene habilidad política construida sobre la base de buscar empatía con sus interlocutores, lo que le permite ser persuasivo.

Urzúa es un hombre más intelectual, con menor vocación para las relaciones políticas, lo que a veces hacía más complicada la interacción con él en el gabinete.

Hay otra diferencia importante entre ellos y es la relación con López Obrador.

Urzúa se consideraba amigo del presidente de la República. En la entrevista de referencia cuenta cómo lo conoció en los noventa, y cómo trabajó con él en el PRD y luego en la Secretaría de Finanzas del entonces Gobierno del DF.

Pero también habla de algunos desencuentros a los que siguieron nuevos acercamientos, en una relación que trascendía lo político y llegaba a lo personal.

Arturo Herrera fue un funcionario en quien López Obrador tuvo gran confianza cuando fue su secretario de Finanzas en el GDF, pero no tiene una relación de amistad con él.

Esa diferencia establece interacciones diferentes entre un presidente de la República y un secretario de Hacienda.

Hay otra diferencia importante. Urzúa comenzó desde el principio de la administración las dos ocasiones que trabajó directamente con AMLO. Fue su primer secretario de Finanzas en el GDF y luego su primer secretario de Hacienda.

Herrera llegó a la titularidad de Finanzas en el GDF tras la tormenta desatada por el escándalo de Gustavo Ponce, su predecesor, a quien se acusó de fraude y lavado de dinero, y quien fue detenido en 2004 tras el 'videoescándalo' que reveló su adicción al juego y su relación con Carlos Ahumada.

Herrera tomó una Secretaría de Finanzas desacreditada y en medio de una disputa política a nivel nacional por la amenaza de desafuero al Jefe de Gobierno. No era nada sencillo.

Sin embargo, logró apagar los fuegos y cerró la administración, ya bajó el gobierno de Alejandro Encinas, quien sustituyó a López Obrador, con mucho éxito.

Ahora, tiene que entrar de nuevo a una situación de gran turbulencia, tanto por las decisiones de política pública del gobierno de López Obrador, que han sido cuestionadas por analistas y calificadoras, como por las olas producidas por la repentina salida de Urzúa.

No se percibe que pueda haber cambios importantes en el programa económico del gobierno, para bien y para mal.

Herrera tendrá el reto de sortear las tormentas que produzcan las decisiones que tome el gobierno de AMLO para preservar la estabilidad financiera, quizás el factor de balance más importante en un gobierno tan tempestuoso como el suyo.

Pero, al mismo tiempo, deberá obtener el respaldo de su jefe para continuar con la férrea disciplina de las finanzas públicas que tantos problemas le causó a Urzúa con el propio equipo de gobierno.

Herrera deberá hacer uso de sus habilidad técnicas y credibilidad en los mercados para confeccionar un paquete económico para 2020 que le dé márgenes de acción a los proyectos de la llamada 4T y que al mismo tiempo restaure el crecimiento económico que se aletarga.

Herrera deberá hacer uso de su capacidad política para convencer a los empresarios de que existen suficientes elementos de certidumbre para invertir en México y detonar los proyectos que se encuentran detenidos desde hace meses.

Esa misma capacidad política debe ser empleada para mejorar las relaciones con otros integrantes del equipo de gobierno y lograr tener ascendencia en el propio presidente de la República.

El hecho de que el presidente no sea su amigo, sino su jefe, da ventajas a Herrera que quizás Urzúa no tenía.

La interacción es diferente cuando se realiza en el plano profesional que cuando lleva ingredientes emocionales.

Herrera aparece como el solitario portero que tiene la responsabilidad de detener los tiros penales del contrario, que con más frecuencia de la que él quisiera, sus colegas producen por faltas dentro del área.

¿Tendrá la suerte de los grandes arqueros? Ojalá.

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