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Lo que se juega México en EU

El resultado de la elección rumbo a la Casa Blanca habrá de definir en buena medida el futuro económico, político y social en nuestro país.

OPINIÓN

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Si hay algún país para el cual el resultado de las elecciones en Estados Unidos será trascendente es México.

'Vecinos distantes', así caracterizó el periodista Alan Riding a México y Estados Unidos hace varias décadas y existen razones. Hay una larga historia, tormentosa en diversas ocasiones, que ha sido compartida por ambas naciones. Hay una relación económica, comercial, humana sobre todo, que persiste hasta hoy.

En la marcha de la vecindad entre nuestros países hay episodios de confrontación y de cooperación. Ahí radica su complejidad.

Una superficie muy amplia del actual territorio de Estados Unidos formó parte de México alguna vez. En el siglo XIX, nuestras naciones se enfrentaron en una guerra que condujo a que la bandera norteamericana fuera izada en Ciudad de México y, como consecuencia, se redefinieron las fronteras.

En la Revolución Mexicana, en el siglo pasado, también hubo episodios complicados, desde la participación de diplomáticos estadounidenses en el golpe de Victoriano Huerta contra Madero hasta la invasión norteamericana a Veracruz y el conato de alianza entre México y Alemania para enfrentar a EU, que reveló el célebre 'telegrama Zimmermann'.

Probablemente las relaciones entre nuestros países adquirieron una nueva calidad a partir de 1994 cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). Lo que ya era entonces una relación cercana se volvió más estrecha y permanente. El noviazgo se hizo matrimonio.

México es ya el principal socio comercial de Estados Unidos. El 80 por ciento de nuestras exportaciones van hacia el mercado norteamericano. Las remesas que reciben las familias mexicanas, de trabajadores que se han ido allá, alcanzarán este año una cifra cercana a los 40 mil millones de dólares. Ya no sería posible entender la economía mexicana sin el ingreso que representan estos recursos.

Pero, más allá de cifras específicas en diversas variables, en Norteamérica se ha ido configurando una integración económica profunda y duradera.

Esta también tiene aspectos oscuros. Al ser EU el principal mercado del mundo para las drogas ilegales, la exportación de marihuana, heroína, cocaína y ahora también fentanilo, condujeron a la formación de organizaciones criminales en nuestro país que también dependen del mercado norteamericano, de donde también se abastecen de armamento.

La integración humana tiene múltiples aristas, pero una de ellas son los inmigrantes de primera o segunda generación, que ya configuran en muchos lugares de Estados Unidos una comunidad sólida sin la cual no podría entenderse tampoco ese país en la actualidad.

A las de por si complejas relaciones entre nuestras naciones se le sumó el giro que les dio el presidente Donald Trump.

Su triunfo en 2016 fue catapultado por una campaña antimexicana que tuvo como emblema la construcción del muro fronterizo. A su llegada a la Casa Blanca, el mandatario amenazó con repudiar el TLCAN, que llevaba en vigor 22 años y al que calificó como el peor acuerdo comercial que hubiera suscrito Estados Unidos. Al final, no lo hizo.

Buena parte de las relaciones entre nuestas naciones a partir de entonces derivó de la renegociación de este tratado, con todo lo que implicó, así como del discurso antiinmigrante y proteccionista del presidente estadounidense.

La posibilidad de que esta retórica cambie y deje de ser una amenaza en las relaciones entre los dos países puede marcar un giro muy relevante para los próximos años en nuestro país.

Si Joe Biden gana la elección presidencial y el Partido Demócrata logra el control de las dos cámaras del Congreso, se podría regularizar la situación migratoria de más de 11 millones de indocumentados durante los primeros 100 días de nuevo mandato, de acuerdo con lo que el candidato demócrata anunció en el segundo debate presidencial.

Si el triunfo fuera de Trump, lo que probablemente tendríamos es la continuidad de una política antiinmigrantes.

Otro de los cambios relevantes que quizá se producirían con el hipotético triunfo de Biden tiene que ver con la actual política energética de Estados Unidos, que ahora apuntaría al desarrollo e implementación de energías verdes. Esto implicaría un efecto negativo para todo el ecosistema vinculado con los hidrocarburos, por lo que habría un impacto negativo para Pemex, cuyo fortalecimiento se ha convertido en una de las banderas del actual gobierno mexicano.

Un giro adicional que implicaría la presidencia demócrata es una atención más cuidadosa a la aplicación del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC), sobre todo en su capítulo laboral, pero también en otros rubros.

La carta de un grupo de legisladores al presidente Trump, reclamando la violación del TMEC en materia energética, es un ejemplo del tipo de presión que eventualmente habría que enfrentar.

Es bien conocido que la ratificación del acuerdo en el Congreso por parte de los demócratas ofreció grandes dificultades y se tuvieron que sumar aspectos vinculados con el tema laboral, por lo que los sindicatos de EU van a presionar para que haya una aplicación estricta.

Una hipotética administración Biden seguramente sería mucho más cuidadosa en el cumplimiento de las normas laborales y ambientales en México.

Sin embargo, también la presidencia de Biden ofrecería una relación económica mucho más predecible y estable en los próximos años y podría permitir que las inversiones norteamericanas vieran con más interés a México.

No sabemos hasta qué punto el apoyo que en términos efectivos dio el presidente López Obrador a Donald Trump con su visita a la Casa Blanca hace algunos meses vaya a convertirse en una factura que deba pagarse en una posible administración demócrata.

Lo que sí puede anticiparse es que aunque persistiera una relación estable e institucional con el gobierno de Estados Unidos, en términos personales, López Obrador no sería el personaje que le generara mayores simpatías a Biden, como sí las ha generado, hasta ahora, a Trump.

Hay que considerar la posibilidad de que en un escenario de caos e incertidumbre, que eventualmente pudiera surgir de la elección de el 3 de noviembre, también México podría sufrir la oleada de desconcierto que algunos anticipan que ocurrirá en esas circunstancias.

En suma, lo que suceda a partir del 3 de noviembre en Estados Unidos tendrá enormes repercusiones en nuestro país, para bien o para mal.

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