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Llegó la segunda ola de la pandemia

El incremento reciente de casos de contagios en países que ya habían reducido el número de enfermos son muestra de que lo peor no necesariamente ha quedado atrás.

OPINIÓN

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Desde que comenzó la pandemia de Covid-19 se planteó la posibilidad de que hubiera una segunda ola de contagios.

La razón es que la experiencia de la última gran pandemia, la de la llamada influenza española de 1918, tuvo esa dinámica. Aunque comenzó en la primavera de aquel año, y durante el verano parecía haberse contenido en algunos lugares, en otoño e invierno tuvo un nuevo resurgimiento de mayor gravedad.

Incluso durante 1919 hubo una tercera ola, que resultó menos fatídica.

En el caso de la actual pandemia de coronavirus, en realidad no se puede hablar de una primera y de una segunda ola en sentido estricto de modo generalizado, sino más bien de dinámicas de contagio que han sido diferentes a lo largo de los meses.

Sin embargo, hay países en los que la enfermedad parecía haberse controlado y resurgió con fuerza. En esos casos, sí hay claramente una segunda ola.

Durante enero y febrero el punto más crítico fue China, especialmente la provincia de Wuhan. Posteriormente, durante marzo el contagio se extendió de manera preocupante a Italia y a España, y luego al resto de Europa.

En abril, el punto más crítico se encontraba ya en Estados Unidos, especialmente en la ciudad de Nueva York.

En los países del sur y en desarrollo, fue a partir de mayo que el contagio se aceleró. Brasil, Perú, Ecuador y, desde luego, México, fueron de las naciones más afectadas entonces.

Durante agosto y septiembre la situación se tornó sumamente grave en India.

Como se puede observar, en realidad lo que ha sucedido en el mundo es una secuencia de contagios. Sin embargo, la llamada segunda ola se presenta particularmente en casos como los de España, Francia y Reino Unido, aunque también en algunas regiones de Estados Unidos.

La evaluación que hacen los expertos es que la nueva erupción de contagios deriva de un desconfinamiento prematuro, así como de la incapacidad de las autoridades sanitarias para localizar y contener los nuevos contagios.

Aunque existe el consenso de que regresar a confinamientos generalizados sería simplemente desastroso para la economía, no se debe descartar esta posibilidad, particularmente en los países que no han desarrollado todavía un sistema de pruebas que permita localizar a los contagiados, a sus contactos y confinarlos de manera selectiva para revertir el proceso de esparcimiento del virus. O bien en casos en los que es tan rápido el ascenso que no queda otro remedio.

Todavía existe la duda de si durante el invierno del hemisferio norte tendremos una problemática mayor cuando convivan las epidemias estacionales de influenza con la del Covid-19.

Tampoco sabemos con exactitud si se logrará que a través de los confinamientos selectivos se pueda contener el contagio con un menor daño para la actividad económica.

En términos generales, es más factible que se puedan realizar aislamientos localizados en los países donde se puede identificar con rapidez un brote y romper también las cadenas de transmisión, identificando a los contactos de los que han dado positivo.

Resulta mucho más complicado en países de amplios territorios y una gran heterogeneidad y desigualdad social, y caracterizados además por la realización de un número bajo de pruebas.

En esos casos, pareciera que la opción será, o bien permitir que continúe desarrollándose la llamada 'inmunidad de rebaño' o bien realizar de nueva cuenta un confinamiento generalizado.

En ambos escenarios hay enormes costos humanos, sociales y económicos. Un nuevo confinamiento generalizado produciría un desastre económico adicional, cuando apenas hay pequeños indicios de recuperación en algunas áreas y propiciaría un mayor empobrecimiento de la población.

Pero dejar que prospere la posible 'inmunidad de rebaño' puede tener un costo social muy elevado en términos del número de enfermos y de fallecidos.

El caso de la influenza de 1918 es ilustrativo del caso. No se logró desarrollar una vacuna y, por lo mismo, la pandemia se frenó hasta que se generó esta 'inmunidad de rebaño' en diferentes lugares. Los datos son inciertos, pero se calcula que el número de fallecidos en menos de un año a nivel mundial estuvo entre 20 y 100 millones de personas, lo que en términos relativos implicaría para nuestra época algo así como entre 90 y 450 millones de muertos.

Estamos lejos de que ocurra algo así debido a que hoy existen condiciones completamente diferentes de atención médica y el mundo no está en la devastadora guerra que terminó en aquel año.

Además, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, ahora sí tenemos la expectativa de que en algún momento del próximo año pueda haber una vacuna disponible.

Sin embargo, de lo que sí hay posibilidad es que, como entonces, haya una segunda ola de contagios.

Probablemente, solo las sociedades altamente disciplinadas, como Corea, Japón o China logren evitar un rebrote, pues simplemente por la reactivación de la movilidad es probable que este no se pueda contener en el caso de sociedades occidentales o en el mundo en desarrollo.

En nuestro país, adicionalmente existe el problema de una baja cultura de vacunación contra la influenza, de modo que no se descarta que se tengan cuadros más serios, sobre todo entre población vulnerable si confluyen las dos enfermedades en la misma persona.

Las tasas de mortalidad en el mundo han bajado sensiblemente respecto a los primeros meses de la pandemia, lo cual refleja que ha existido un aprendizaje de la comunidad médica y de los sistemas de salud que permiten que la recuperación de los enfermos sea proporcionalmente mayor.

Sin embargo, debido al gran número de contagiados, el crecimiento del volumen de fallecidos ha rebasado ya el millón de personas y diversos pronósticos indican que de no cambiar la tendencia, en muy pocos meses estaremos ya sobre los 2 millones de muertos oficialmente reconocidos en todo el mundo.

Por esa razón es que a los pronósticos económicos que se están elaborando ahora hay que tomarlos con escepticismo, porque en realidad parten de una circunstancia de enorme incertidumbre en donde puede haber factores fuera del control de cada país en lo individual que modifiquen de modo importante el resultado del cierre económico en este año y de 2021.

Pocas ocasiones en la historia reciente habíamos estado en condiciones de tan elevada incertidumbre.

Si resultara que pronto hay disponibilidad de la vacuna, quizás la recuperación de la economía en el próximo año pueda acelerarse.

Pero si resulta que la segunda ola, que llegó a diversos países de occidente, es tan grave como la que se presentó en 1918-19, entonces quizás el impacto económico vaya a ser peor de lo que imaginamos ahora.

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