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La política cambia en América Latina... la economía no tanto

En los últimos cinco años, las economías latinoamericanas se han rezagado respecto al resto de los mercados emergentes.

La política de los dos países más grandes de América Latina puede haber girado bruscamente hacia la derecha o hacia la izquierda, pero sus economías no van a ningún lado.

Las elecciones en Brasil y México el año pasado llevaron a líderes en contra de las políticas tradicionales al poder, impulsados por votantes fastidiados con el statu quo. Las economías estancadas de ambos países jugaron un papel clave en la revuelta electoral.

Sin embargo, la perspectiva de un despertar rápido en ese aspecto en los nuevos gobiernos se desvanece. En cambio, los economistas están 'movidos' recortando los pronósticos de crecimiento para ambos países.

Son los primeros días para el presidente brasileño Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército de extrema derecha, y Andrés Manuel López Obrador, que fue electo en su tercer intento de llegar a la presidencia. Pero sus dilemas crecientes apuntan a un problema más amplio. En los últimos cinco años, las economías latinoamericanas se han rezagado respecto al resto de los mercados emergentes. Es la única región donde los niveles de vida, de hecho, disminuyeron.

Las jóvenes instituciones democráticas en la región podrían estar en riesgo, de acuerdo con analistas, si los votantes se hacen a la idea de que los políticos de todos los espectros ideológicos son igualmente incapaces de cambiar las cosas. Allí, la tercera economía más grande de la región es una clara advertencia. Durante dos décadas y poco más en Argentina, el poder ha oscilado entre los gobiernos ortodoxos y los populistas, mientras que la economía ha sufrido recesiones repetidas en manos de ambos.

Actualmente la economía argentina está en una recesión, una que podría presagiar otra oscilación del péndulo en las elecciones de octubre, cuando el presidente Mauricio Macri, amigo de los mercados, se enfrente a un desafío de su predecesora de izquierda

“Sensación de fatiga”

"El tema de conexión en todos estos países es la sensación de que los sistemas políticos no están funcionando, hay una sensación de fatiga", dijo Rafael de la Fuente, economista para América Latina de UBS AG. "Eso se aplica en Brasil y México. El rompimiento con lo que vino antes es visible"."¿Podría ser Argentina la próxima?", añadió. "Está en la misma vía".

Un estudio del Latinobarómetro halló que el apoyo a la democracia está en retroceso desde hace tiempo en los tres países. Cayó a 34 por ciento en Brasil el año pasado, desde 48 por ciento dos décadas antes. Hubo descensos de tamaño similar en Argentina (desde un punto de partida más alto) y México.

Los políticos todavía pueden entusiasmar al público, a juzgar por las elecciones del año pasado.

Más allá de la economía

López Obrador unió a una mayoría sin precedentes para derrotar a los partidos proempresariales que estuvieron a cargo de México durante décadas. El Congreso de Brasil vio un récord de rotación cuando una nueva generación de legisladores ganó escaños arrastrados por el efecto de Bolsonaro.

Había algo más que la economía detrás de las revueltas. En ambos países, los votantes expresaron su disgusto por la delincuencia y la corrupción.

Las primeras señales muestran que los nuevos líderes batallarán para solucionar estos problemas profundamente arraigados. La familia de Bolsonaro se vio envuelta rápidamente en una investigación de sus propias finanzas, mientras que las tasas de homicidios en México han aumentado todavía más bajo el mando de López Obrador.

Las expectativas para el crecimiento económico también se están amargando.

Los mercados se mostraron entusiasmados con el plan de Bolsonaro para reformar el sistema de pensiones de Brasil, una medida que podría ahorrar 250 mil millones de dólares a lo largo de una década e impulsar el crecimiento al atraer más inversión privada. Ahora muchos se muestran escépticos de que el presidente, quien desprecia el cabildeo tradicional en una legislatura fragmentada, pueda lograrlo.

La perspectiva de México se ha visto afectada por la preocupación de que la inversión empresarial podría agotarse, después de que López Obrador desechó el aeropuerto de Texcoco de 13 mil millones de dólares y congeló a los extranjeros en la industria petrolera. También hay una nube sobre el comercio, con el reemplazo del TLCAN, que todavía está estancado en el Congreso de Estados Unidos. La economía mexicana ya se contrajo inesperadamente en el primer trimestre.

Todos los contratiempos actuales y la incertidumbre palidecen en comparación con Argentina. Macri, quien prometió una recuperación duradera cuando fue elegido en 2015, ya ha presidido dos recesiones.

Su antecesora Cristina Fernández de Kirchner es probable que sea su principal rival en octubre. Muchos analistas culpan a sus políticas de libre gasto por los problemas actuales de la economía.

"Si Cristina regresa, creo que el sector privado será muy escéptico sobre las perspectivas de crecimiento", apuntó Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas.

Sin embargo, el intento de Macri por una solución, respaldado por un récord de 56 mil millones de dólares en préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), se ha roto. El país tiene tasas de interés por encima del 70 por ciento, una inflación de alrededor del 50 por ciento y el pronóstico de una economía que se contraerá por segundo año en medio de los recortes de gastos prometidos al FMI

Concurso de impopularidad

Ese es un duro telón de fondo para una reelección. Kirchner, sumida en escándalos de corrupción, tiene sus propios problemas de imagen, pero una encuesta de abril sugirió que Macri es aún más impopular, lo que desencadenó una fluctuación en el mercado.

Sin duda, el populismo no es nuevo en estos países, o incluso exclusivo de ellos, como lo demuestran las elecciones que arrojaron el Brexit y llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca.

Sin embargo, hay algo distintivo en el ciclo latinoamericano, según Christopher Sabatini, de la Universidad de Columbia. Su fase actual coincide con el final de un auge de las materias primas que terminó por matar los sueños de una clase media apenas naciente.

Cuando los países ganaban dinero fácilmente vendiendo petróleo crudo o soya podían hacer la vista gorda a las fallas estructurales en las economías, que luego regresaron a atormentarlas. "Lo que estamos viendo es una incapacidad para abordar estos problemas más difíciles", dijo Sabatini.

"Con el tiempo puede disminuir la creencia de la gente en el sistema democrático".

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