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Historias de cisnes negros

La pandemia de coronavirus se suma a una larga lista de sucesos que han alterado la vida política y económica de nuestro país.

OPINIÓN

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De acuerdo con Nicholas Taleb, los llamados cisnes negros son eventos altamente improbables que irrumpen en la vida económica y social, y trastornan completamente el entorno. Son muy raros y usualmente no se pueden predecir, aunque tras su ocurrencia busquemos explicaciones que muchas veces carecen de sentido.

La pandemia del coronavirus es sin duda uno de esos cisnes negros.

Antes de diciembre, prácticamente ninguno de los pronosticadores profesionales en el mundo consideraba la posibilidad de una epidemia como la que estamos viviendo, y menos aún se pensaba que sería uno de los factores que podrían irrumpir en el comportamiento de la economía mundial.

Para México también fue una sorpresa. En el programa económico para 2020, ni por asomo se consideró la posibilidad de un trastorno de las magnitudes que hoy vivimos.

Sin embargo, no es la primera vez que este tipo de circunstancias irrumpen en el panorama económico de nuestro país, cambiando totalmente nuestros parámetros.

Hagamos un recuento de algunos otros eventos traumáticos e inesperados que alteraron de manera completa la dinámica económica, política y social de México.

Tal vez el primero de ellos en la vida moderna nuestra nación ocurrió el 31 de agosto de 1976. El tipo de cambio del peso frente al dólar llevaba 22 años de estabilidad, a una cotización de 12.50. Se consideraba una de las anclas básicas de la economía y para una generación completa fue algo virtualmente inamovible.

Por eso resultó toda una sorpresa el anuncio que se dio la tarde de aquel día cuando el director general del Banco de México, Ernesto Fernández Hurtado, y el secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, anunciaron el fin de la era de los tipos de cambio fijos. A partir de ese momento, la economía mexicana ya fue otra y entramos a una era de inestabilidad.

En estas historias debe anotarse también lo sucedido en el verano de 1981.

Durante el gobierno de José López Portillo, a partir de 1977, las reservas petroleras de México se multiplicaron en virtud del desarrollo del yacimiento de Cantarell. El propio López Portillo señaló que México entraba en una era en la que había que aprender a administrar la abundancia. Debido a esta perspectiva, tanto las empresas como el gobierno mexicano se lanzaron a contratar créditos en dólares ante la expectativa de un crecimiento acelerado y de reservas inagotables de petróleo. Los planes de desarrollo se construyeron con precios estimados del crudo que iban hacia arriba y que se ubicaban por encima de los 30 dólares por barril.

En el verano de aquel 1981 se presentó una fuerte caída de los precios del crudo en el mundo, de más de 10 por ciento, que llevó, entre otras cosas, a conflictos en el gabinete presidencial y al inicio de un periodo de grave inestabilidad que derivó en una nueva devaluación de nuestra moneda en febrero de 1982, así como una crisis de deuda en la cual México dejó de pagar a sus acreedores internacionales.

Al final del sexenio, López Portillo tomó la determinación de estatizar la banca privada, en medio de una gran crisis política.

Los cisnes negros no solo provocan desastres, también pueden propiciar bonanzas.

Es el caso de lo que ocurrió a partir de 1990, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari cambió su visión del mundo y del país. El propio exmandatario ha contado en diferentes ocasiones que luego del derrumbe del muro de Berlín en 1989, se cambiaron las reglas del juego en el mundo y percibió que México necesitaba de un gran cambio para poder atraer inversiones.

Por esa razón tomó la determinación de negociar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, pero también de profundizar las reformas económicas durante su administración.

Las consecuencias de ese cambio se reflejaron durante varias décadas. El desarrollo de México, para bien y para mal, fue encabezado por el impulso exportador. Y surgió un sector de empresas que lograron gran éxito en su incursión en el mundo. La vida fue otra en diversas zonas del país.

Se comentaba en ese momento que México se preparaba para integrarse al Primer Mundo, algo que resultaba completamente inesperado cuando unos años atrás padecíamos hiperinflación y la economía vivía una secuencia de crisis interminables.

A finales de 1993, se celebraba la ratificación del nuevo Tratado como el símbolo más visible de esta nueva era en México.

El nuevo cisne negro se presentó el 1 de enero de 1994 cuando centenares de indígenas chiapanecos se lanzaron a una rebelión armada, algo que parecía completamente fuera de lugar para un país que se estaba modernizando.

La rebelión zapatista generó un clima de crispación y violencia. Este se agravó en marzo de 1994, cuando fue asesinado el candidato presidencial del PRI y casi seguro sucesor de Salinas, Luis Donaldo Colosio.

Otro asesinato político, el de José Francisco Ruiz Massieu, y un ambiente de inseguridad desataron una fuga de capitales que produjo una situación de alta vulnerabilidad para las finanzas del país.

Tras la llegada al poder del nuevo gobierno, encabezado por Ernesto Zedillo, las cosas se agravaron y en diciembre de 1994 estalló una grave crisis financiera que de nueva cuenta llevó a la devaluación de la moneda y también, en los meses subsecuentes, a la virtual quiebra del sistema financiero mexicano.

En estas historias de cisnes negros no podría dejar de citarse el ataque a las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, que cambió al mundo, y afectó también a México.

Durante los primeros dos años del primer gobierno de la alternancia en nuestro país, tras el triunfo de Vicente Fox como candidato del PAN, la economía se estancó. Una de las causas fundamentales se debió a que a los 10 meses de iniciado el nuevo gobierno se presentó este ataque.

Hubo que esperar hasta la segunda mitad de aquella administración para tener un crecimiento económico visible.

No pasaron muchos años sin que nuevamente la economía mexicana fuera sacudida por un nuevo evento inesperado.

Se trató de la gran crisis financiera que estalló en 2008 y que generó una recesión internacional durante 2009.

El gobierno de Felipe Calderón tuvo que enfrentar una fuerte contracción de la economía y, para variar, nuevamente una depreciación de nuestra moneda.

Aunque, a diferencia de periodos previos, se logró una recuperación rápida que ya era perceptible a finales de 2009 y notoriamente durante 2010.

Sin embargo, la recesión modificó no solamente la dinámica económica y financiera de nuestro país, sino la de todo el mundo.

Ahora, con la pandemia del coronavirus, se han estado haciendo frecuentes comparaciones que señalan variaciones de indicadores financieros que no se presentaban desde aquellos años.

No sabemos a ciencia cierta cuál vaya ser el efecto final de la pandemia.

En esta edición de Bloomberg Businessweek México presentamos diversos escenarios respecto a lo que podría ocurrir.

Lo que es un hecho es que ya no se trata de un evento menor sino de algo que está cambiando de manera profunda y extendida la situación económica y social en muchos lugares del orbe.

Falta también saber cuál va a ser su repercusión política.

No sabemos, por ejemplo, si la tremenda sacudida que ha vivido China debilitará o fortalecerá al gobierno de Xi Jinping.

Más cercan de nosotros, tampoco se puede anticipar plenamente cuál será el efecto de esta enfermedad y de sus consecuencias económicas en el proceso electoral que se está llevando en Estados Unidos este año. Desconocemos si un probable descalabro económico pueda ser un golpe fatídico para las aspiraciones de reelección de Donald Trump.

En el caso de México, tampoco está claro si un potencial impacto económico terminará con la era de estabilidad que permitió al gobierno de López Obrador generar expectativas positivas y obtener tasas altas de aprobación durante el primer año de su gobierno.

En México, además del coronavirus, otro cisne negro que ha aparecido es el movimiento de las mujeres, cuya dimensión rebasó todas las expectativas.

Si hace un año alguien hubiera anticipado una marcha como la que recientemente tuvo lugar en la Ciudad de México o un paro de mujeres como el realizado el 9 de marzo, se le hubiera calificado como un exagerado.

Hay etapas en las que se dice que las innovaciones tecnológicas se aceleran y los cambios ocurren con una rapidez singular.

Eso también pasa en el ámbito social y en el político. Mientras que en algunos periodos se viven largos años de estabilidad y los cambios suceden de manera muy gradual, hay otros en los que el ritmo es frenético y a un proceso de cambios sigue otro y otro más.

Hemos tenido una historia llena de cisnes negros. Los cambios a veces se han producido en el país en medio de tropezones y saltos.

Por eso, en el ambiente en el que hoy vivimos, no descarte en absoluto que pronto tengamos un nuevo hecho que nos sorprenda y que haga todavía más compleja la realidad que hoy vivimos.

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