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El sorprendente cambio de estado de ánimo en 2017

Si a inicios del año alguien hubiera dicho que al término de agosto íbamos a visualizar un crecimiento económico superior a 2 por ciento o un tipo de cambio de 18 pesos, esa posición se hubiera considerado insensata, pero el panorama está lejos de ser color de rosa.

Cuando arrancó 2017, a semanas de que Donald Trump se instalara en la Casa Blanca, el panorama económico de México estaba teñido de un profundo pesimismo.

Con el arranque del año, vino un incremento de los precios de las gasolinas que causó saqueos en tiendas en diversas partes del país y se generó un ambiente de inestabilidad social. La inflación se veía a punto de despegar y al dólar no se le veía techo.

La encuesta que el Banco de México levantó a finales de enero entre expertos economistas e instituciones financieras pronosticaba que la economía mexicana crecería 1.49 por ciento en 2017 y que el dólar cerraría el año en 21.70 pesos.

El porcentaje de entrevistados por este estudio, que consideraba que el clima de negocios iba a mejorar en los siguientes seis meses era de ¡cero! En contraste, el 81 por ciento estimaba que el ambiente estaría todavía peor en un lapso de seis meses.


Pero el pesimismo no solamente estaba entre los expertos. En el cuestionario que permite la construcción del índice de confianza del consumidor, se pregunta a la gente por la perspectiva que tiene respecto de la economía del país. En la encuesta de enero, se registró una caída de este índice en 33 por ciento respecto al mismo mes de 2016, la mayor desde que se empezó a calcular el indicador en México, en 2001.

Y, cuando se cuestionaba respecto a la situación del hogar, la caída del índice fue de 19.7 por ciento, nunca vista tampoco, ni en los peores momentos de la gran crisis financiera de 2008-2009.

De ese tamaño fue el pesimismo y la desconfianza al arrancar el año.

Si alguien hubiera dicho entonces que al término de agosto íbamos a visualizar un crecimiento económico superior a 2 por ciento o un tipo de cambio de 18 pesos, esa posición se hubiera considerado insensata y alejada de la realidad.

El cambio entre las perspectivas pesimistas de enero y las prevalecientes en agosto es verdaderamente sorprendente.

La encuesta que Citibanamex realiza entre especialistas reportó al 21 de agosto una expectativa de crecimiento promedio para este año de 2.1 por ciento en lugar del 1.49 por ciento de enero, mientras que la cotización esperada para el peso al final de 2017 promedió 18.31 pesos por dólar.

El porcentaje de especialistas consultados que considera que en los siguientes seis meses mejorará el clima para los negocios pasó de 0 a 23 por ciento.

La expectativa de que la situación económica del país mejore en los siguientes doce meses creció entre los consumidores mexicanos en 35.1 por ciento entre enero y julio.

¿Es sustentable este giro tan grande en las expectativas económicas que se ha producido en los últimos meses? ¿O se trata de un cambio efímero que podría revertirse?

Como en la mayor parte de los fenómenos económicos, hay un poco de las dos cosas.

Hay razones reales y no solo subjetivas para el cambio positivo en las expectativas sobre la economía.

Por ejemplo, el Congreso de Estados Unidos desechó la posibilidad de incluir el Border Adjustment Tax en la reforma fiscal que eventualmente podría procesarse.

Comenzaron las negociaciones para la modernización del TLCAN a pesar de los dichos de Trump.

Se constató en los resultados de las finanzas públicas al primer semestre del año que hay mayor disciplina y que se no solo se conseguirá este año un superávit primario, sino que será mayor al previsto.

Esto ha generado una mejoría en la perspectiva de las calificadoras Standard & Poor's y Fitch.

Pero, además, los inversionistas mexicanos que tenían recursos en el exterior respondieron a los incentivos fiscales que ofreció el gobierno mexicano y repatriaron capitales que, a mediados de agosto, rebasaban los 200 mil millones de pesos, superando varias veces la cantidad esperada inicialmente.

Esto contribuyó a la apreciación del tipo de cambio, además de los mayores ingresos por remesas, turismo y por exportaciones.

Con un dólar menos caro y con importes de las gasolinas a la baja en el mercado norteamericano, se produjo un leve descenso en los precios internos de los combustibles, que eliminó las presiones que se manifestaron al comenzar el año.

Sin embargo, además de las razones efectivas que sustentan el cambio de expectativas, también hubo elementos de subjetividad.

Quizás uno de los más controversiales, pero existentes de cualquier modo, apareció en junio, con el triunfo del PRI en las elecciones del Estado de México.

Diversos inversionistas integraron en su análisis la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador no sea un candidato presidencial invencible y que, por lo tanto, las preocupaciones que sus propuestas generan sean evitables.

Este cambio de expectativas se hizo notar sobre todo en el comportamiento del tipo de cambio del peso frente al dólar.

Pero, con todo, hay que caminar con pies de plomo.

Uno de los problemas que con cierta frecuencia tenemos en México es que sobredimensionamos lo bueno y lo malo.

Una parte de las preocupaciones que surgieron en las primeras semanas del año estaban más en el estado de ánimo que en la realidad de los inversionistas y consumidores. Pero, de igual forma, la sensación de alivio y el optimismo que han surgido en las últimas semanas pueden también estar influidas por una buena dosis de subjetividad.

A mi parecer, todavía quedan capítulos complicados que resolver en la renegociación del TLCAN, que pueden generar preocupaciones y una ola de inquietudes.

Y el riesgo de los exabruptos de Trump ya lo vimos en su discurso en Phoenix, Arizona, cuando nuevamente anticipó la cancelación del TLCAN.

Igualmente, cuando en las próximas encuestas siga apareciendo López Obrador como el candidato que lidera las preferencias, se percibirá que el fenómeno del Estado de México no es replicable a escala nacional.

Algunos empresarios han empezado a usar una palabra adecuada para caracterizar el estado de ánimo que debe existir en el país: optimismo cauteloso.

En efecto, hay elementos para seguir considerando como el escenario más probable el de la permanencia del crecimiento en el mediano plazo. Por eso el optimismo.

Pero también hay riesgos que no pueden ser pasados por alto. De allí la cautela.

En el ámbito de las negociaciones con Estados Unidos, no se sabe por dónde pueda 'brincar la liebre'. La gestión de Donald Trump se ha vuelto altamente impredecible y ese hecho en sí mismo puede verse como un riesgo.

En el caso de los procesos político-electorales, lo deseable es que las reformas implementadas puedan seguir avanzando en el país y que el resultado de los próximos comicios sea reconocido por todos los contendientes.

Pero la realidad es que hay posibilidades de que triunfe una fuerza política –Morena– que, por lo menos, va a generar incertidumbre. También hay el riesgo de que, si no gana, no reconozca el resultado y pueda generar inestabilidad política.

En otras palabras, estamos lejos de tener una perspectiva que sea color de rosa.

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