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El euro y la UE siguen callando a sus detractores

La moneda única y el proyecto paneuropeo tienen todo para sobrevivir los retos de los próximos meses.

El Hotel Grande Bretagne es una institución en Atenas. La opulenta mansión del siglo XIX en la plaza Syntagma ha sido el telón de fondo de episodios clave en la historia europea moderna: el primer Comité Olímpico Internacional se reunió ahí en 1896; Adolf Hitler durmió ahí cuando los nazis tomaron el hotel en 1941 al inicio de la ocupación bélica. Más recientemente, fue testigo de la amenaza más grande hasta ahora del experimento de unificación europea.

La crisis de la deuda que surgió en Grecia a finales de 2009 y que se extendió por la eurozona se desarrolló en la puerta del hotel. Los manifestantes que protestaban por las oleadas sucesivas de medidas de austeridad, y contra los auditores internacionales que las impusieron, rompieron los peldaños de mármol del sitio. El impacto de las granadas de percusión y el sabor amargo de los gases lacrimógenos subrayaron las divisiones dentro de la Unión Europea (UE) de 28 miembros y las fallas del euro.

Por supuesto, los fatalistas estaban equivocados. La moneda única europea celebra su vigésimo aniversario en 2019 y las predicciones de la desaparición de la UE no se han cumplido.

Pero últimamente los pesimistas han resurgido. Apuntan a los ataques del gobierno populista italiano a Bruselas y la propagación del nacionalismo en el este del bloque como evidencia de que el proyecto está nuevamente en peligro mortal. Con la alemana Angela Merkel en los últimos años de una cancillería que comenzó en 2005 y Francia recuperándose de las protestas populares contra el presidente Emmanuel Macron, el corazón de la Unión Europea parece más vulnerable que nunca a las fuerzas que lo desgarran.

¿Está cerca el final? La historia sugeriría que no. Durante el apogeo de la crisis de deuda soberana las perspectivas del bloque eran malas. Los inversores que consideraron al euro como inherentemente defectuoso desde su inicio el 1 de enero de 1999, aumentaron sus apuestas contra su supervivencia. A mediados de 2012, los economistas de Citigroup predijeron una probabilidad de 90 por ciento de que Grecia abandonaría la moneda común dentro de seis meses.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, detuvo la especulación contra el euro con su promesa de "hacer lo que fuera necesario" para preservar la moneda única. Sin embargo, como hoy, los detractores del euro, y el bloque en su conjunto, malinterpretaron o ignoraron la voluntad política de mantenerlos intactos. "Si el euro falla, Europa falla" fue el mensaje determinado de Merkel durante los meses más complicados de la crisis.

"Los problemas en la región crearon el apoyo político para fortalecer al euro y abordar las debilidades en la arquitectura subyacente a la moneda única", recuerda Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea a cargo del euro.

Ahora, más países están ansiosos por utilizar la moneda común. Por ejemplo, Bulgaria y Croacia se están apurando para adoptar el euro, lo que eleva el número de países usuarios de la divisa regional a 21. "La unión económica y monetaria de Europa es más fuerte que nunca", escribió Dombrovskis en un correo electrónico.

Draghi se abstuvo de dar un tono triunfante en un discurso en diciembre para anunciar el vigésimo aniversario de la moneda única. El jefe del BCE enumeró los éxitos del euro y admitió que no todos se han beneficiado por igual, resultado de las políticas internas y una unión monetaria que puede ser más fuerte pero sigue incompleta. De todos modos, la creación de la moneda fue una respuesta "excepcional", incluso "antihistórica" a un "siglo que había visto dictaduras, guerras y miserias", apuntó.

Merkel y Macron utilizan recordatorios similares de la historia del siglo XX en Europa para defender la unidad política. Pero hay razones económicas convincentes por las que incluso los miembros más férreos de la UE no están dispuestos a impulsar las políticas nacionalistas, al punto de arriesgarse a una división con el bloque.

Polonia, por ejemplo, donde el gobierno nacionalista se enfrentó con Bruselas por una reforma judicial que los funcionarios de la Unión Europea consideran que viola las normas democráticas del bloque, es el principal receptor neto de fondos de la UE. La mayor economía de Europa del Este recibe 27 mil millones de euros solo para proyectos ambientales y de transporte en el periodo presupuestario actual de 2014-2020. Eso es igual a alrededor de 6 por ciento de su producto interno bruto anual. No es de extrañar, tal vez, que Polonia echara atrás las reformas al último momento.

Mientras tanto, el potencial para un "Italexit" ha disminuido, aunque sigue habiendo inquietudes sobre la trayectoria económica de Roma: Italia es demasiado grande para rescatarla con las herramientas existentes puestas en marcha a raíz de la crisis de la deuda. Pero ese tipo de crisis probablemente no lleve a una salida de la UE y del euro.

Las protestas contra Macron fueron una expresión seria de desafecto con la forma en que Francia ha sido gobernada, y un drenaje de su capital político, incluida su defensa de la UE. Pero la naturaleza difusa del movimiento, que permitió a los votantes con agravantes unirse en protesta a través de las redes sociales, significa que se encuentra obstaculizado por la falta de liderazgo. Cualquier intento de politizarlo aún más al impugnar las elecciones al Parlamento Europeo en mayo terminará tomando los votos de la extrema derecha o la extrema izquierda en Francia y así fortalecerá el centro. En cualquier caso, para Macron la humildad puede no ser una mala estrategia política interna.

La política doméstica también ha debilitado la influencia de Merkel como centro de gravedad para la UE. Aun así, su partido optó por ignorar el llamado de la sirena para virar a la derecha y recuperar a los votantes perdidos por el populismo. Merkel ahora puede centrarse en la unidad europea, su fuerte, en sus tres años restantes en el cargo.

La UE en su conjunto tiende a emerger más fuerte de sus muchas crisis. Cuando Gran Bretaña votó a favor de abandonar el bloque en 2016, muchos de los que hicieron campaña por el Brexit predijeron que el resultado del referéndum sería un golpe de gracia para la UE, con Países Bajos, Dinamarca, Suecia o Austria discutidos como el próximo en salir.

En cambio, Gran Bretaña, donde el sistema político está paralizado por el divorcio de la UE, es un elemento disuasivo para los demás, una advertencia de los peligros de priorizar los intereses nacionales sobre todo lo demás. El efecto Brexit se puede ver en toda la UE, pero no como lo previeron los Brexiters: el 62 por ciento de las personas considera que la membresía de su país en la Unión Europea es positiva, la cifra más alta registrada en 25 años, según una encuesta del Eurobarómetro de octubre para el Parlamento Europeo.

"La Unión Europea ha sido cuestionada varias veces antes, pero siempre ha demostrado ser mucho más resistente de lo que sus críticos han asumido", señala Sony Kapoor, director gerente de Re-Define, un grupo de expertos con sede en Londres. "Ha vivido e incluso prosperado durante la caída del Muro de Berlín; una integración enorme, ambiciosa y, en última instancia, exitosa de los antiguos estados soviéticos; una crisis existencial del euro; el conflicto en Ucrania; el ascenso de Donald Trump; y ahora la farsa del Brexit. Sí, siempre hay problemas urgentes, críticos, problemáticos e importantes que enfrentar, pero la UE ya ha demostrado su capacidad de recuperación más allá de toda duda".

Las elecciones en mayo podrían ver un aumento en el apoyo a los partidos anti-UE que pueden debilitar la toma de decisiones de la Comisión Europea. Pero los riesgos reales para el bloque en 2019 se encuentran más allá de sus límites. El éxito ruso en Siria alienta al presidente Vladimir Putin y la decisión del presidente Trump de retirar las fuerzas estadounidenses de ese país podría agravar la crisis de refugiados que huyen hacia el Viejo Continente.

Europa está atrapada también en el fuego cruzado de la guerra comercial de Trump con China, y la amenaza de los aranceles estadounidenses sobre los automóviles europeos se cierne sobre el bloque. Los esfuerzos tentativos para dar al euro un papel más global para disminuir la hegemonía del dólar son otro punto de discusión con la administración Trump. Sin embargo, aquí, como con Brexit, la lección parece clara: una respuesta europea común es la única opción realista.

¿Y qué hay de Grecia? Ha pasado una década desde que se reveló la montaña de deuda pública acumulada por los gobiernos del país. Se cometieron errores en el rescate financiero de ese país, y continúa el debate sobre si los años de dificultades impuestas fueron necesarios.

Sin embargo, Grecia salió de su programa de rescate en agosto y todavía usa la moneda común. "El euro no ha perdido su atractivo", afirma Dombrovskis, citando una encuesta a nivel de la UE que encontró que más del 70 por ciento de los europeos consideran que la moneda es algo bueno, más que antes de la crisis.

Para Draghi, quien se retira como jefe del BCE este año, los desafíos de hoy son cada vez más globales y deben abordarse juntos, dijo en su discurso de diciembre.

"Esto es aún más cierto para los europeos, tanto a nivel de sus naciones individuales como para el continente en general".

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