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Con permiso, EU, pero México quiere ser el ‘rey del swing’

De la mano de empresarios y torneos internacionales, el golf quiere meterse entre los gustos deportivos de los mexicanos.

Para construir un campo clásico de golf se requiere de un espacio equivalente a las dos terminales del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y para jugar en él por primera vez sería necesario desembolsar alrededor de 40 salarios mínimos, casi 5 mil pesos, una cantidad mensual que ni siquiera percibe el 29 por ciento de los mexicanos.

Los números explican por qué el golf aún está lejos de los hábitos que tiene el mexicano promedio, cuyos domingos transcurren entre partidos de futbol, comidas familiares. ¿Pero entonces por qué el país es sede con más frecuencia de competencias internacionales de ese deporte y la capital alberga desde hace tres años el World Golf Championship (WGC), uno de los seis torneos de golf más importantes del mundo?

La respuesta no solo está en las apuestas de algunas empresas que traen los torneos (Grupo Salinas en 2017 adquirió los derechos del WGC hasta 2024), sino en la cada vez mayor cantidad de millonarios mexicanos capaces de pagar campos privados y —paradójicamente— en los esfuerzos de un grupo de inversionistas por democratizar este deporte.

El estatus de este deporte en el país contrasta con los constantes cierres de campos en Estados Unidos, donde el golf ha perdido terreno como negocio.

"Aunque sigue siendo un deporte caro y difícil de costear para los mexicanos, no hay duda de que el futuro del golf en América Latina está en los campos públicos. Debemos evolucionar para crecer como negocio", considera Federico Valdez, director general de la Federación Mexicana de Golf (FMG).

Eso ya sucede, por ejemplo, en Estados Unidos, donde existe un esquema de campos municipales que son subvencionados —total o parcialmente— por los gobiernos locales. Allá, 'el deporte de caballeros' puede ser jugado por el plomero o por el inversionista millonario. Un panorama que se refleja muy bien en su Salón de la Fama, que integran figuras que van desde Arnold Palmer hasta Tiger Woods. Cada uno de ellos representa a un arquetipo de norteamericano distinto: el primero, al estadounidense de a pie; el segundo, al yuppie de Wall Street.

No sucede lo mismo en México, donde el golf todavía se considera, más que un deporte, un estatus. De los 240 campos de golf que tiene registrados la FMG, el 90 por ciento son privados o están ubicados dentro de un resort turístico, lo cual dificulta su accesibilidad.

En los campos privados solo se puede jugar con una invitación del propietario —además de pagar una membresía— y en los resorts de playa una primera jugada puede costar entre cinco y ocho mil pesos, ya contando la membresía y la compra de equipo, según cifras recopiladas por Bloomberg Businessweek.

Uno de los pocos campos públicos que existen en México es el Zibatá Golf, en Querétaro, para el cual no se requiere membresía. Fue el primer campo de su tipo en el país, diseñado por el exentrenador de Lorena Ochoa, Rafael Alarcón.

"Ya es ganancia que los clubes de golf te cobren en pesos, porque gran parte del mercado todavía está dirigido a los golfistas extranjeros y cobran en dólares", dice Valdez, de la FMG. "Una sola jugada en un campo tipo resort, como el de Diamante Los Cabos, uno de los mejores del mundo, puede rondar en los 150 dólares más la renta del equipo y el costo del hospedaje y del viaje. En efecto, se trata de un campo público, puede entrar quien quiera, pero poder pagarlo ya es otro tema".

En Estados Unidos, al ser el municipio el que construye y administra el campo, cualquier ciudadano tiene derecho a gozar de sus beneficios. Al final, son los impuestos los que pagan el proyecto. En un campo público, un estadounidense puede jugar por precios que oscilan entre los 10 y los 60 dólares. Esto quiere decir que jugar al golf allá puede llegar a ser hasta 90 por ciento más barato que en México.

"Un ejemplo de campo público de primer nivel en Estados Unidos es Torrey Pines, en San Diego, donde a los locales les cuesta jugar entre 40 y 60 dólares, mientras que a los foráneos les cuesta arriba de 200", refiere el empresario mexicano Agustín Pizá, quien desde hace más de 20 años se dedica a construir campos de golf en el mundo.

El tijuanense Agustín Pizá y su empresa llamada Pizá Golf Design representan un buen ejemplo de la dicotomía por la que atraviesa la industria del golf en México, cuya derrama económica anual rebasa los 25 mil millones de pesos, de acuerdo con los cálculos realizados en 2017 por el extinto Consejo de Promoción Turística.

Por un lado, dice el arquitecto, existen planes para democratizar el golf y popularizarlo con horas de transmisión en la señal abierta de televisión (TV Azteca), pero por el otro también está el hecho de que jugarlo hoy es más caro que hace una década, lo cual ha aumentado la demanda para construir campos privados en ranchos o haciendas que pertenecen a grandes empresarios.

"Mi negocio ha crecido sobre todo en los campos privados de mi línea 'boutique design'. Esta rama privada de construir campos en ranchos y haciendas de empresarios ha crecido bastante. También ha habido crecimiento en la construcción de espacios de golf multiusos, que van de la mano con el desarrollo urbano sustentable", dice Pizá, cuya empresa ha participado en más de 60 proyectos en México, Estados Unidos, América Latina y Europa, y ha crecido hasta en 25 por ciento desde que la fundó en 2006.

Pese a lo anterior, el arquitecto afirma que hay otro tipo de proyectos. First Tee Mexico es un programa que llegó al país hace tres años de la mano del World Golf Mexico Championship con el objetivo de fomentar el golf entre las nuevas generaciones, sobre todo va dirigido al segmento menos favorecidos. Pizá es el director de ese proyecto, con el que se han beneficiado más de 200 niños y jóvenes.

"Hoy tenemos a la gente pidiendo más áreas de golf y hemos consolidado programas como First Tee, que impulsan el golf en la base de la pirámide", comenta Pizá, quien tiene la firme convicción de que este deporte debe no solo democratizarse, sino cambiar su concepto a través del diseño de campos más sustentables, más accesibles, más fáciles de jugar e incluso más pequeños. Porque mantener un campo de 18 hoyos cuesta alrededor de 100 mil dólares anuales, de acuerdo con estimaciones de la National Golf Foundation.

Según Grupo Salinas, su apuesta no solo es popularizar al WGC-México Championship entre los mexicanos, sino diseñar una estrategia con el gobierno y la iniciativa privada para contar con un sistema de campos públicos en toda la República que permita al mexicano promedio hacer su primer swing sin necesidad de gastarse toda su quincena.

Mientras en México se realizan esfuerzos por incrementar la popularidad y la derrama económica del golf con números siempre en verde, en Estados Unidos se vive un ambiente de capa caída. Solo en 2018 cerraron sus puertas 198 campos de golf en ese país, de acuerdo con el último reporte de la industria publicado por la National Golf Foundation en 2019.

Bloomberg calcula que de 2006 a 2016 cerraron alrededor de 800. Muchos de ellos terminaron abandonados, invadidos por plagas o incluso consumidos por incendios. De manera despectiva, muchos estadounidenses se refieren a esos territorios donde alguna vez jugó Tiger Woods como "conejeras" o "granjas de chivos".

Los datos de la National Golf Foundation dibujan un panorama nada alentador para el golf estadounidense. Se estima que, cada 12 meses, cierran entre 130 y 160 campos, la mayoría de 18 hoyos. En 2018 hubo 12 aperturas. De hecho, desde 2006 la cantidad de campos cerrados supera a la inauguración de clubes, y no parece que vaya a revirarse esa tendencia, según los expertos consultados para el reporte.

"Es un problema de corrección continua de la oferta y la demanda provocado por un auge insostenible de la construcción: en 20 años se abrieron más de 4 mil clubes de golf, lo que disparó la oferta a niveles altísimos", indica el documento. Con todo, Estados Unidos se mantiene como el mercado de golf mejor provisto en el mundo, con 16 mil 693 campos, de los cuales el 75 por ciento están abiertos a todo público. Esta infraestructura es aprovechada por alrededor de 107 millones de personas —casi un tercio de la población de ese país— entre jugadores, empleados directos o indirectos, turistas y espectadores nacionales.

La National Golf Foundation anuncia cada año que el número de golfistas en EU está estancado o crece muy lento. En 2015, se reveló un dato que preocupó a muchos: "Hay cerca de cuatro millones de jugadores menos que los que había hace una década". En México, en cambio, los números se mantienen en crecimiento. En 2009 había entre 15 y 16 mil golfistas con hándicap; hoy se tienen registrados cerca de 27 mil, un aumento del 68 por ciento, de acuerdo con la FMG. Y si se cuenta la población flotante de jugadores extranjeros, el número se eleva hasta 90 mil.

"Hace una década, la Federación tenía afiliados a 90 campos, mientras que hoy tenemos a 142", añade Valdez.

El WGC-México era uno de los torneos favoritos del presidente Donald Trump, quien en 2013 invirtió alrededor de 250 millones de dólares en comprar y remodelar el complejo de Doral, en Miami, solo para poder albergar el certamen, que se realizaba en ese lugar desde 1999. Su inversión, sin embargo, fue infructuosa. Un movimiento inesperado de Cadillac —que se retiró como patrocinador en 2016 y dejó el camino libre a otras marcas— acabó con los planes que tenían.

Fue entonces que los empresarios mexicanos aprovecharon la retirada del fabricante de automóviles para quedarse con parte de los derechos del WGC. Los titulares de los diarios internacionales entonces explotaron: "México 'arrebata' a Trump torneo de golf". El republicano estaba en plena campaña electoral, incluso faltaban meses antes de instalarse en la Casa Blanca.

"México tiene mucho que ofrecer a este deporte. No ha habido mejor tiempo para el golf en México que el que estamos viviendo", señala Rodrigo Suárez, quien actualmente es el director del WGC-México, y cuya derrama económica está en 2 mil 140 millones de pesos por conceptos de gastos de operación, cobertura mediática, consumo en el evento y valor de transmisión televisiva.

"Mientras en Estados Unidos cierran cada vez más campos, aquí inauguramos programa nuevos que pretenden fomentar el golf entre los integrantes de las nuevas generaciones". El reto ahora es: ¿podrá el golf enamorar a cada vez más mexicanos?

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