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A 30 años del desastre

La historia tiene momentos en los que cambia de manera significativa y el 23 de marzo de 1994 fue uno de ellos.

Hace 30 años, quienes ya estábamos en las tareas informativas en México tuvimos un año completamente atípico.

Todo comenzó en la madrugada del sábado 1 de enero de ese año. Antes de que saliera el sol, los teléfonos no dejaron de sonar. Se había producido un hecho inconcebible: un numeroso grupo de indígenas de Chiapas se había levantado en armas con el propósito de derrocar al gobierno y habían tomado San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades más importantes del estado.

Yo conducía entonces un noticiero radiofónico que se transmitía de lunes a viernes por lo que no había una edición de sábado. Sin embargo, en esa fecha, ante lo inconcebible, hubo que “abrir los micrófonos”, para reportar lo que se convirtió en una noticia mundial.

No era casual tampoco que ese mismo día entrara en vigor el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), que habría de cambiar la historia económica del país. Teníamos una estampa de los dos países que convivían. Uno que se estaba lanzando a la modernidad, con el acuerdo económico más importante del que se tuviera memoria, y otro, que parecía regresar al principio del siglo XX, con alzamientos indígenas que parecían sólo de libros de historia. Las primeras semanas de aquel año de 1994 fueron extraordinariamente tensas. El gobierno de Carlos Salinas de Gortari se sometía a la prueba más dura a menos de un año de su término.

Hubo una grave crisis dentro del propio gobierno derivada del protagonismo de Manuel Camacho Solís, frustrado aspirante a la candidatura presidencial del PRI, que dejó la Secretaría de Relaciones Exteriores para convertirse en el negociador del gobierno frente al alzamiento. Eso lo habilitaba para aspirar nuevamente a la candidatura presidencial. Por varios meses hubo una grave tensión entre el candidato ya designado por el PRI, Luis Donaldo Colosio, y Manuel Camacho, que parecía no resignarse a la pérdida de la carrera por la presidencia.

Treinta años después se recuerda que el 6 de marzo, Colosio pronunció un discurso muy crítico hacia el gobierno: “Veo un México con hambre y sed de justicia”, fue el leitmotiv de su exposición. Parecía haberse cortado su cordón umbilical con el gobierno en funciones y parecía prometer un cambio que podría sacudir las estructuras del poder.


El lunes 21 de marzo de ese año por la noche, hubo un encuentro en la casa del político Luis Martínez, a la que acudieron Camacho y Colosio. En esa reunión se estableció el acuerdo para que Camacho expresara su intención de no aspirar a la candidatura presidencial, lo que distensaría el ambiente.

Eso ocurrió en la mañana del martes 22 de marzo, cuando la declaración de Camacho pareció cambiar radicalmente el ambiente político del país.

Las crónicas señalan que después de esa declaración se vio a un Colosio completamente diferente, sin tensión y de buen humor. El miércoles 23 de marzo, como parte de sus giras políticas, Colosio acudió a Tijuana, a un mitin en una zona popular de la ciudad, denominada Lomas Taurinas. Al término del evento en el que pronunció un discurso, Mario Aburto le dio un tiro en la cabeza que acabó con la vida del candidato.

En esa fecha, yo formaba parte de la redacción del periódico Reforma, que se había lanzado a la circulación en noviembre de 1993 y recuerdo perfectamente que en medio de nuestra junta vespertina una persona entró para informar que alguien había golpeado con un palo al candidato presidencial y que lo había lesionado severamente. Esa fue la primera versión que empezó a circular en la Ciudad de México.

No pasó mucho tiempo antes de conocerse que en realidad había recibido un balazo en la cabeza. El país se conmocionó como no lo había hecho en tiempos recientes. Otros dirigentes del PRI, el partido en el poder, me contaron posteriormente que personal del Estado Mayor Presidencial, fue a interrumpirlos de sus comidas y reuniones para llevarlos protegidos a recintos seguros pues en ese momento no se sabía de lo que se trataba y no se descartó que hubiera otros atentados.

Las investigaciones que se han hecho posteriormente no lograron demostrar que Mario Aburto hubiera actuado en coordinación con alguien más o instigado por alguna persona. Sin embargo, los hechos ocurridos días antes del asesinato siempre dejaron en el imaginario colectivo de México la sensación de que un evento así, inédito en la historia moderna del país, no podría haber ocurrido sin la intervención de fuerzas poderosas.

Hubo quienes achacaron la responsabilidad al propio presidente Salinas o la ‘nomenklatura’ de un poder priista que se sentía amenazado por los vientos de cambio que parecía traer el candidato Colosio.

A casi 30 años de aquel asesinato, como en el caso de John F. Kennedy muchos años antes, persisten las dudas y las interrogantes, aunque las investigaciones han sido contundentes en cuanto a que Aburto actuó como un asesino solitario.

La historia tiene momentos en los que cambia de manera significativa. El 23 de marzo de 1994 fue uno de ellos.

La secuela de la muerte de Colosio fue la candidatura de Ernesto Zedillo, quien entonces era el coordinador de su campaña presidencial. En medio de la crisis política que se vivió, se detonó una profunda crisis económica que estalló en diciembre de aquel año y arrasó con el sistema bancario provocando una abrupta devaluación del peso.

A largo plazo, el resultado fue que en las secuelas de todo este proceso se crearon las condiciones para que hubiera una transición democrática en México y por primera vez en la historia moderna del país, Vicente Fox, un candidato opositor, ganara la Presidencia de la República. Lo que siguió en los años posteriores ya es historia.

No sabemos qué es lo que hubiera ocurrido en la política mexicana si no se hubiera producido el alzamiento zapatista y la crisis que trajo consigo. Tampoco podemos imaginar el país que hubiéramos tenido en caso de que Colosio hubiera ganado la presidencia de la República. Lo que es un hecho es que una secuencia de acontecimientos que se produjeron en menos de tres meses cambió la historia de México.

Se ha dicho en múltiples ocasiones que hay décadas en las que nada singular ocurre y la trayectoria de los países sigue una ruta marcada por la inercia. Pero, en contraste, hay etapas en las que en unas cuantas semanas se producen una serie de acontecimientos que modifican radicalmente a un país.

En el tiempo presente, muchos se preguntan en qué circunstancia estamos hoy. Si vivimos una situación inercial que le dará continuidad a un régimen, o si estamos en un cruce de caminos que cambiará la historia de México para las siguientes décadas.

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