Efecto Jazz

Freejazz, ¿con qué se come la libertad?

Hay quien de plano no le entiende, pero ahí está el detalle: no hay nada qué entender. O sí, si se toma el sentido de la palabra como en el francés: entendre en la lengua gala significa oír. Desde ahí puede decirse bien que a alguien no le guste el freejazz. No sólo es válido, sino digamos, natural: en términos muy reduccionistas, podemos argumentar que nuestro cerebro interpreta como bello y por tanto placentero aquello que es simétrico; por el contario, encontrar estas cualidades en estructuras asimétricas o caóticas es más difícil: pensemos en que hoy día hay quien aún no puede ver lo bello en el Guernica de Picasso, por ejemplo.Pero más allá de quienes prefieren la seguridad de la belleza clásica, ordenada, apolínea, diría Nietzsche, a estas alturas del siglo 21 ya estamos más propensos a apreciar no lo bello sino lo sublime. Esta idea es fundamental para comprender las vanguardias del siglo 20 y el arte contemporáneo no sólo en la plástica, sino también en la música. El concepto existe desde la antigüedad griega para designar aquella belleza que es tan grande que supera a la razón, conduciendo a quien la experimenta a un éxtasis o bien a una experiencia dolorosa, incómoda, al no poderla asimilar racionalmente. Una belleza abrumadora.Kant, en Lo bello y lo sublime (1764) retomó esta categoría estética para designar aquella grandeza que provoca en el sujeto un displacer: lo sublime disloca, no pertenece al orden preestablecido y por tanto, agita, incluso infunde temor, ya que su experiencia proviene de un lugar desconocido, caótico o dionisiaco, diría otra vez, Nietszche. Lo bello, en cambio, vendría a ser un acto de tranquila contemplación, de contentamiento. Este chapuzón en el terreno de la estética tal vez ayude a explicar por qué a no pocos disgusta el freejazz. No le encuentran la cuadratura. Pero la tiene, escuchen este fragmento de Sun Ra http://es.wikipedia.org/wiki/Sun_Ra :

Hay quien de plano no le entiende, pero ahí está el detalle: no hay nada qué entender. O sí, si se toma el sentido de la palabra como en el francés: entendre en la lengua gala significa oír.

Desde ahí puede decirse bien que a alguien no le guste el freejazz. No sólo es válido, sino digamos, natural: en términos muy reduccionistas, podemos argumentar que nuestro cerebro interpreta como bello y por tanto placentero aquello que es simétrico; por el contario, encontrar estas cualidades en estructuras asimétricas o caóticas es más difícil: pensemos en que hoy día hay quien aún no puede ver lo bello en el Guernica de Picasso, por ejemplo.

Pero más allá de quienes prefieren la seguridad de la belleza clásica, ordenada, apolínea, diría Nietzsche, a estas alturas del siglo 21 ya estamos más propensos a apreciar no lo bello sino lo sublime. Esta idea es fundamental para comprender las vanguardias del siglo 20 y el arte contemporáneo no sólo en la plástica, sino también en la música. El concepto existe desde la antigüedad griega para designar aquella belleza que es tan grande que supera a la razón, conduciendo a quien la experimenta a un éxtasis o bien a una experiencia dolorosa, incómoda, al no poderla asimilar racionalmente. Una belleza abrumadora.

Kant, en Lo bello y lo sublime (1764) retomó esta categoría estética para designar aquella grandeza que provoca en el sujeto un displacer: lo sublime disloca, no pertenece al orden preestablecido y por tanto, agita, incluso infunde temor, ya que su experiencia proviene de un lugar desconocido, caótico o dionisiaco, diría otra vez, Nietszche. Lo bello, en cambio, vendría a ser un acto de tranquila contemplación, de contentamiento.

Este chapuzón en el terreno de la estética tal vez ayude a explicar por qué a no pocos disgusta el freejazz. No le encuentran la cuadratura. Pero la tiene, escuchen este fragmento de Sun Ra http://es.wikipedia.org/wiki/Sun_Ra :

El freejazz significó un acto de libertad que llevó la improvisación al extremo. Arrojó toda regla por la ventana para inventar su propio orden solamente a partir del acto físico, presencial e inmediato de su creación.

Este subgénero del jazz surgió en Estados Unidos en la frontera del 59 y el 60, en un contexto en el que el término "libertad" conllevaba implicaciones políticas de peso (Ted Gioia en La Historia del Jazz plantea de manera inmejorable el escenario que dio origen a esta rama experimental de la música).

Hay dos discos fundamentales para escuchar el espíritu de la época
(ya hemos hablado de ellos en este blog), y que constituyen el parteaguas en el surgimiento del género.

Ambos son del saxofonista afroamericano Ornette Coleman: The shape of jazz to come (1959), que como su título indica, marcaba la pauta del jazz que estaba por venir, y Free Jazz: A Collective Improvisation, grabado en 1960 y lanzado en 1961. La crítica lo considera el disco fundacional del freejazz como género consolidado.

Como es un arte para apreciarse en vivo, con ustedes, el gran Ornette. Escuchen cómo deconstruye poco a poco los elementos fundamentales de la música: ritmo, armonía y melodía, para arrojarse a un continuum de sonido inédito.

A partir de aquí, surgieron otros enormes exponentes, como Cecil Taylor, revolucionario del piano; el flautista, clarinetista y saxofonista Eric Dolphy, el trompetista Don Cherry o el mencionado Sun Ra, entre muchos otros.

EL CAMINO ESPIRITUAL

Por su naturaleza liberadora, sobretodo para los ejecutantes, el freejazz conduce a experiencias suprarracionales de éxtasis estético, que para muchos de los grandes exponentes del género supusieron un camino de conocimiento místico. La espiritualidad y el freejazz han ido de la mano hasta nuestros días.

Ejemplo de ello encarnaron Sun Ra y el enorme saxofonista John Coltrane, quien dejó le heroína cuando se dedicó, como complemento fundamental de su práctica del Islam, al freejazz.

Aquí interpreta la primera de sus obras free y una de sus piezas cumbre: Ascension. El disco fue grabado en 1965 y lo lanzó un año después.

Al free jazz e improvisación libre contemporáneos de la escena mexicana dedicaremos la siguiente entrega. Mientas tanto queda macerar en el cuerpo esa desafiante dislocación a la que invita esta música: ¿En qué consiste lo sublime del feejazz? Quizás en su libertad. Por eso a muchos no gusta. Quizá a la mayor parte de nosotros nos incomoda la libertad. No la entendemos, no sabemos qué hacer con ella, y menos cuando la tenemos enfrente, tan descarnada, invadiendo nuestra intimidad, removiendo los asientos de nuestro confort.

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