Algarabía

Discurso ambientalista: Ironías de un clima cambiático

Las personas que más han contribuido a la comprensión y posible solución del problema ambiental son prácticamente desconocidas.

Desde hace algunos años, las personas que más han contribuido a la comprensión y posible solución de este problema ambiental son prácticamente desconocidas. Irónicamente, sus contribuciones e historias de vida están codificadas en espacios bibliográficos que poco o nada tienen que ver con el discurso ambientalista.

Empecemos con un botón revolucionario y francés que se salvó de la guillotina para, posteriormente, convertir en realidad el sueño egipcio de Napoleón: Joseph Fourier. Resulta que, a su regreso del caluroso y soleado Egipto, Fourier retomó su profesión original de matemático y, en lugar de calcular trayectorias de obuses, dedicó sus esfuerzos a construir su Teoría Analítica del Calor, la cual trascendió el campo de la termodinámica gracias a la inusitada simplicidad matemática con que logró explicar cualquier oscilación periódica, ya sea de temperatura, del sonido o de la electricidad.

El efecto invernadero bien podría llamarse «efecto Fourier», haciendo honor a un hombre sólo conocido en un campo de las ciencias que ahora nadie quiere estudiar: las matemáticas.

Las series de ecuaciones trigonométricas, hoy conocidas como «transformadas de Fourier», encontraron rápidamente aplicaciones numerosas en la resolución de problemas tecnológicos —por ejemplo, para elaborar un programa computacional que permite retocar fotografías digitales—; sin embargo, en 1822, Fourier fue el primero en explicar cómo el calor de los rayos del Sol se difundía en la atmósfera terrestre y permitía mantener una temperatura adecuada para el desarrollo de la vida en el planeta.

El hombre calienta

Pero la hipótesis de que la temperatura del planeta podía ser modificada por el ser humano —no obstante su pequeñez comunitaria en comparación con las grandes fuerzas de la naturaleza— la formuló un sueco que aprendió a leer a los tres años de edad: Svante August Arrhenius.

Un poco antes, el irlandés John Tyndall había clasificado al dióxido de carbono —CO2— como un gas que atrapaba el calor del Sol; a su vez, un noruego llamado Arvid Högbom, había hecho la primera estimación numérica de todo el co2co2co2. Su hipótesis fue desechada por él mismo, ya que también calculó que el cambio climático se daría unos 3 mil años después de iniciado el siglo XX.

Al Gore debería estar agradecido por estos errores inevitables de apreciación, ya que si le hubieran dado el Nobel a Arrhenius por su fallido cálculo, él no hubiera podido recibir el suyo en 2007, pues la Real Academia Sueca de las Ciencias se rige por ese principio de que «a nadie se le puede juzgar dos veces por el mismo delito».

Ni frío ni calor

Quien sí calculó de una forma más certera el fenómeno del cambio climático fue un ingeniero inglés llamado Guy Stewart Callendar. Para ello, hizo acopio de experimentos y publicaciones de muy diversos científicos que trataban de explicar el fin de las eras glaciares de Europa; los meteorólogos llegaron a denominar al aumento de la temperatura en la atmósfera, atribuido al incremento de las concentraciones de co2co2. La alerta temprana que hicieran en 1974 los doctores Mario Molina y Sherwood Rowland sobre la amenaza de los clorofluorocarbonos, —sustancias que además de destruir masivamente el ozono estratosférico también son gases de efecto invernadero— permitió retrasar el sobrecalentamiento de la Tierra diez años.

Sus mediciones de CO2Protocolo de Kioto

Puesta a resolver el problema del cambio climático, la Organización de las Naciones Unidas —ONU— promovió un acuerdo mundial cuyas reglas se han plasmado en un instrumento regulatorio que recibe el nombre de Protocolo de Kioto, el cual entró en vigor en 2005. Este régimen ambiental internacional debía reducir, para el año 2012, la emisión de cerca de dos gigatoneladas de CO2. Aquellas predicciones ya fueron rebasadas. Por si fuera poco, los dos países que contribuyen con cerca del 50 por ciento de las sustancias que están sobrecalentando la atmósfera del planeta ─China y los EE.UU─ no están comprometidos a reducir sus emisiones.

Para cerrar este artículo con cierto optimismo, hay un ejemplo de solución de un problema ambiental global que sí fue resuelta por la ONU mediante un protocolo, firmado en la ciudad de Montreal, y éste es el de la destrucción de la capa de ozono. Curiosamente, el Protocolo de Montreal ha contribuido más a enfrentar el problema del cambio climático que lo que ha hecho el Protocolo de Kioto.

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