El futbol es una noble tarea. Permite que los extranjeros de la ciencia y el atletismo tengan un exilio digno. Este deporte está plagado de medianos de talla y peso, como la pintura y la poética. Xavi se une a la estirpe de los esteparios que, sin físico ni volumen, se apoderan de la belleza y la transmiten con naturalidad, como si devolvieran, con guante blanco, el inconveniente con el que la Naturaleza les ha traído al mundo de los Zaratustras y los portentos.
Como Garrincha, Di Stéfano, Pelé, Maradona, Messi, su camarada Iniesta o Lahm, Xavi es un porte coloquial. Cuando los dueños de la pelota se armaron de atletas de alto rendimiento del mundo feliz, esos que miran para abajo, Xavi comandó a un FC Barcelona de bolsillo como esos libros que se portan en la bolsa interna del saco, cerca del corazón. Y lo hizo inolvidable. Artesanos jugando a la artesanía de artista. Dice adiós al club blaugrana el volante que hizo del rectángulo un círculo de miradas que equidistaban del balón en cada pase y en cada regate.
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