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Violencia en el futbol, fenómeno en el que participan grupos ajenos

En México todavía no se encuentra la manera de erradicar la violencia de los estadios de futbol y los grupos de apoyo siguen importando e imitando rituales de animación que en otros países han significado muertes de aficionados, asegura Hugo Sánchez Gudiño, investigador de la UNAM.

En México todavía no se encuentra la manera de erradicar la violencia de los estadios de futbol y los grupos de apoyo siguen importando e imitando rituales de animación que en otros países han significado muertes de aficionados, asegura Hugo Sánchez Gudiño, investigador de la Universidad Nacional.

"La liga ha sido muy clara en su postura sobre los clubes, éstos no deben apoyar e incentivar la creación de estas barras, que en realidad no son los aficionados de tipo familiar que buscamos en el futbol mexicano", contrapone Alejandro Irarragorri, dueño del club Santos Laguna, quien además agradeció que en Torreón se extendieran las penas para las personas que interfieran con el espectáculo deportivo de manera violenta.

El siguiente paso -agrega el directivo- es que el congreso estatal pueda ayudar a legislar no nada más el futbol, sino los espectáculos públicos en Coahuila. "Se les deben dar penas más severas a estos delincuentes que generan problemas graves".

Sánchez Gudiño, autor del libro El lucrativo negocio mediático de los ultras y radicales del futbol mexicano, relata que a finales de la década de los noventa el club Pachuca importó el modelo de barra del futbol argentino con la Ultra Tuza. "Supuestamente en términos de marketing iban a representar un éxito comercial y deportivo para el club.
Sin embargo, por la similitud del sistema, empezaron a copiar el comportamiento de los sudamericanos".

Argumenta que la facilidad de comunicación internacional fomentó el desarrollo de barras bravas en el país, cuyos antecedentes fueron los grupos de porrismo. Opina que con sucesos recientes, como el ocurrido en el Estadio Jalisco, sale a la luz pública el vínculo entre autoridades deportivas, políticas y judiciales y las cabezas que dirigen a estos grupos, porque no sólo actúan en lo deportivo, sino que también lo hacen en lo político. Según él, "son conjuntos rentables a los que no pueden eliminar así nada más".

El 9 de mayo de 2014 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley contra la violencia en los estadios, en cuya elaboración participaron representantes de la Federación Mexicana de Futbol, integrantes de barras y dirigentes de clubes. En el texto se afirma que quienes ingresen a la cancha sin autorización y cometan agresiones serán acreedores de una sanción de seis meses a tres años prisión, además del pago de cinco a 30 días de salarios mínimos de multa.

En Argentina el fenómeno de la violencia se ha incrementado al grado de que en ningún partido se puede presentar la afición del equipo visitante. Hasta ahora han fallecido 309 personas en las canchas de aquel país.

Para estudiar ese grave deterioro social, nació Salvemos al futbol, organización no gubernamental cuyos trabajos pueden ser consultados en línea.

Diego Murzi, sociólogo y vicepresidente de ese organismo, asegura que los enfrentamientos en las gradas se presentan "como una cuestión de salvajes que se van a matar a la cancha". Se basa -añade- en la irracionalidad y en otro tipo de conductas sociales patológicas que se manifiestan dentro del estadio, aunque no pertenezcan al mundo del futbol propiamente dicho. "El futbol en Argentina es un espacio donde la violencia es legítima, no sólo para los hinchas ni para los barras bravas sino para todos los factores que lo integran".

La cancha se convirtió en un espacio donde no sólo chocan seguidores de instituciones diferentes, sino que también donde se solucionan conflictos que se originan en otros espacios de la vida pública.

Murzi sostiene que Salvemos al futbol se ha acercado a la Asociación de Futbol Argentino (AFA) para proponer soluciones a este altercado que ya a puesto en aprietos al Estado argentino. La respuesta de la AFA ha sido tan indiferente como la de la FMF. Según el investigador, la violencia no parará hasta que las fuerzas políticas se la tomen como un asunto prioritario. Lo cierto es que en tiempos de elecciones pocos asumirán la responsabilidad de poner en orden a estos grupos radicales.

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