After Office

Scherer, guerrero que no claudicó ante el poder

Nunca se rindió ante el poder. Su entereza ética lo avaló toda la vida. En muchas ocasiones, el trabajo de este recién fallecido periodista obligó a los servidores públicos a cumplir con sus funciones. 

Emerson aseguró que no existe la historia; sí la biografía. La larga trayectoria periodística de Julio Scherer puede resumirse en una palabra: pasión. Este oficio, el de reportero, es para corazones duros como hueso. No caben los sentimentalismos, las cursilerías ni las flaquezas. Si el poder desdeña la amistad, la pasión se impone a la inquina, a la envidia. Jefferson sostuvo que cuando un hombre sabe a dónde va, el mundo entero se aparta para darle paso. Scherer, hombre entero, firme, caminó derecho y no se quitó del camino, su camino.

Lobo estepario, a lo Hesse, tuvo los atributos para acometer empresas históricas en el periodismo mexicano en tiempos en los que los periódicos se editaban desde los usos del poder. Al lector de sus numerosos libros le quedan claros (a veces muy claros) los defectos y las virtudes del reportero. En su versión de los hechos no escapa a la autocrítica. Scherer fue implacable. Enemigo del descanso, se empeñó en escribir hasta el final, como su gran amigo Octavio Paz. Su obra comienza dar la cara por él. Si, en efecto, la democracia encuentra mejores derroteros en los años siguientes, deberá aplaudirse el trabajo de Scherer al frente de la revista Proceso. La revelación, la verdadera contribución de la prensa en las transiciones políticas liberales fue un compromiso semanal del equipo que encabezó este hombre global desde antes de que la palabrita se pusiera de moda.

La pasión schereriana obligó a los servidores públicos a tomarse con cuidado su irresponsabilidad administrativa. Proceso debutó el escándalo político como ajuste de cuentas al oprobio y la desmesura.

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