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¿Qué pasa en tu cerebro cuando ves una obra de arte?

¿Qué procesos ocurren en el cerebro cuando se contempla una obra de arte? Aunque aún no se sabe a ciencia cierta, la neuroestética ya averigua ésta y otras cuestiones en torno a la experiencia artística. 

Si hay algo indefinible es la belleza. La neuroestética la estudia ahora. El intento por establecer el concepto ha marcado la historia del arte, la filosofía y la estética. Ahora se sabe que la química cerebral se activa cuando se está frente a una obra de arte que puede considerarse "bella". Investigaciones recientes dan a entender que esa reacción no se diferencia de otras más mundanas.

Contemplar una pieza artística produce un estímulo en las mismas áreas cerebrales que se activan con el enamoramiento o el consumo de cocaína, de acuerdo con aportaciones del británico Semir Zeki, considerado el padre de la neuroestética, una ciencia que nació con el siglo XXI.

En México ya se dan los primeros avances en la materia.
"El enamoramiento, la contemplación de algo armonioso y la adicción a las drogas, específicamente la cocaína, activan zonas de recompensa en el cerebro que están localizadas en tres sitios: un núcleo accumbens (grupo de neuronas del encéfalo), la corteza frontal medial y el área tecmental ventral (el lugar del cerebro en el que impactan los orgasmos y el enamoramiento)", explica el doctor Juan Manuel Salgado, profesor titular del diplomado Neurociencias y Neuroestética de la Unidad de Posgrado de la UNAM.

Salgado, quien también tiene una maestría en historia del arte moderno y contemporáneo, imparte el diplomado a 34 profesionistas que comparten la misma inquietud: ¿Qué procesos ocurren en el cerebro cuando se contempla una obra de arte? La respuesta correcta seguramente tardará en llegar, pero la ciencia hace su trabajo para encontrarla.

"El arte es una manifestación suprema del ser humano. Fusionar la contemplación con las neurociencias es uno de los paradigmas más interesantes de este siglo", dice el científico.

SIN DEFINICIÓN

Las imágenes que el científico analiza en su computadora muestran un cerebro que literalmente se ilumina en pequeños segmentos ante un estímulo agradable. "Fundamentalmente estas áreas están mediadas por un sistema de neurotransmisores que se conocen como dopaminérgico".

Estos procesos químicos pueden capturarse en sofisticadas máquinas, pero aún no existen estudios que permitan diferenciar el impacto que distintas formas de arte pueden generar en el ser humano.

"En los estudios que se han realizado, se somete a un sujeto a una resonancia magnética funcional y se le muestra obra de arte, habitualmente clásica, entonces se da esta activación de estas zonas de recompensa. No se han elaborado estudios comparativos, por ejemplo, de una obra cubista y otra renacentista, es muy complicado porque el concepto de belleza cambia en cada sujeto, sociedad y país", señala Salgado.

Cuauhtémoc Medina, doctor en historia y teoría del arte, explica por qué en términos estéticos es imposible definir la belleza en una obra de arte. "Nadie con seriedad se ha planteado definir una categoría general de lo que se entiende socialmente por belleza. Además, la gran variedad de posiciones artísticas y culturales sugieren que hay muchas bellezas y sobre todo muchas maneras de pensar qué es valioso artísticamente", afirma.

En los tiempos modernos la propaganda, el comercio y la educación imponen criterios de belleza, advierte. "Desde el siglo XVII la discusión entera sobre arte y estética está marcada por pensar que la belleza no es una característica de una cosa, que es un juicio, lo que resulta extremadamente interesante porque habla de una relación reflexiva del sujeto más que de una característica del mundo objetivo".

OTRA APROXIMACIÓN

A principios de este año, las comunicólogas Leslie García y Paloma López también realizaron un experimento para registrar cambios en procesos neurológicos al observar una obra de arte. Ellas utilizaron como laboratorio la exposición En esto ver aquello: Octavio Paz y el arte, en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Eligieron una muestra de 20 personas de 19 a 50 años de edad, y profesiones diversas, quienes observaron una serie de obras de autores como Duchamp, Miró, Picasso, Remedios Varo, Edward Hopper, y Carita sonriente, una pieza de la cultura totonaca, entre otras.

Las investigadoras colocaron un dispositivo en cada espectador que les permitió registrar las variaciones en las ondas cerebrales de los espectadores al enfrentarse a las piezas. "Queríamos analizar la respuesta en términos de electricidad. Nuestra teoría es que todo proceso sensorial es un proceso eléctrico", explica Paloma López. "Esa respuesta bioeléctrica es como un sensor del cuerpo", añade Leslie García. "Independientemente de lo que puedas saber de historia del arte y demás, la medición tiene que ver con un proceso muy rápido de análisis que hace el cerebro en ese momento".

Aunque las comunicólogas quedaron satisfechas con los resultados, desde la perspectiva de Juan Manuel Salgado, este experimento no representó una aportación científica, porque las reacciones fueron capturadas solamente con una diadema electroencefalográfica y se debió implementar un grupo de control.

El siguiente paso que persigue el científico es realizar un estudio para comparar los efectos de contemplar arte en una comunidad indígena, con un grupo de control urbano. Calcula que le llevará tres años concluir su investigación.

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