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Porque no existe discapacidad que limite practicar deporte

Javier Soto, ex atleta de la organización Olimpiadas Especiales, se convertirá en el primer mexicano capaz de integrarse a la delegación nacional como parte del personal que dirigirá a los deportistas en la edición veraniega de los Juegos Mundiales, que se llevarán a cabo en Los Ángeles, del 25 de julio al 2 de agosto.

Javier Soto, ex atleta de la organización Olimpiadas Especiales, se convertirá en el primer mexicano capaz de integrarse a la delegación nacional como parte del personal que dirigirá a los deportistas en la edición veraniega de los Juegos Mundiales, los cuales se llevarán a cabo en Los Ángeles, California, del 25 de julio al 2 de agosto.

Alrededor de 6 mil 500 personas con discapacidad intelectual representarán a 165 países en 13 disciplinas distintas. El objetivo principal de estos competidores no es la obtención de medallas, sino encontrar en el deporte un apoyo que facilite su integración social. "Que todos tengan la oportunidad y que vivan la experiencia del trabajo en equipo, de alcanzar una meta y conseguir el reconocimiento del público", explica Pilar Bazán, directora ejecutiva nacional de la organización en el país.

En 1968, Eunice Kennedy Shriver fundó el movimiento que ahora reúne a estos atletas de todo el mundo, y ese mismo año nació Javier Soto, cuyos padres se percataron de la discapacidad de su hijo porque tenía dificultad para hablar y los tartamudeos eran una constante. Cuando tenía siete años, un médico del Desarrollo Integral de la Familia (DIF) le diagnosticó un coeficiente intelectual menor al estándar. "Dentro de la discapacidad intelectual hay muchos síndromes, como el de Down, autismo, Asperger, parálisis cerebral, etcétera. Éste debe ser diagnosticado por un especialista", dice Bazán, quien añade que cualquiera de ellos puede participar en los Juegos Mundiales, incluso aquellos que presenten una imposibilidad motriz que no sea muy severa.

Javier confiesa que le tenía miedo a la sociedad que lo rechazaba por su condición. Creció en la colonia Doctores en el DF y su padre le enseñó plomería. Hasta los 15 años le permitieron acercarse al futbol organizado y la práctica cambió su vida. En el Centro de Capacitación para el Trabajo Industrial (Cecati) número nueve, voluntarios de Olimpiadas Especiales fueron a promover la iniciativa y lo integraron después de verlo jugar. "Es muy difícil para nosotros que un deportivo nos deje entrenar", asegura Soto.

En 1991 participó en sus primeros Juegos Mundiales en Minneapolis, Estados Unidos, y fue elegido como el mejor jugador del certamen. Recuerda que fue un pase de gol lo que le concedió el título y que su rendimiento estuvo precedido de un arduo entrenamiento que le permitió alcanzar las justas internacionales. Javier después participó en diferentes citas globales, pero en el voleibol, inclusive se convirtió en entrenador. Ahora, su objetivo como trabajador de la organización es contribuir a que ya no haya padres de familia "que escondan a sus hijos con discapacidad".

Aparte de formar parte de la delegación mexicana, Javier Soto trabaja en Olimpiadas Especiales desde hace más de una década. Se encarga de la mensajería al interior y de conseguir el material que haga falta para entrenamientos. Está casado, vive con su pareja y tiene una hija de 24 años (no padece ninguna discapacidad), quien ya lo convirtió en abuelo.

Olimpiadas Especiales apoya a casi 28 mil deportistas nacionales inscritos a través del programa Adopta un atleta, con el cual empresas y grupos de personas fondean su desarrollo. Así es como el equipo nacional, conformado por 133 elementos, de los cuales son 96 atletas, pudieron hacer el viaje a Estados Unidos, donde se espera que logren entre 40 y 43 medallas.

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