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Ópera, una invitación al viaje

La Ópera de Bellas Artes estrena "Il viaggio a Reims", una joya perdida del repertorio rossiniano. El estreno es doble: con esta puesta, Carlos Corona -quien tiene una brillante trayectoria en teatro y, principalmente, en la comedia clásica- debuta en el género operístico.

Imagine que para celebrar el Bicentenario de algún país fantástico, la Secretaría de Cultura pusiera a su disposición los fondos para contratar a las mejores voces de la ópera del mundo con el encargo de que -suponiendo que fuese su oficio, claro- escribiera una obra y la presentara. Con todos ellos en el escenario.

Dese vuelo: Podría llamar a Jonas Kauffman, Renée Fleming, Diana Damaru y Joyce DiDonato; a René Pape y a Hvorostovsky, a la Netrebko y a la Bartoli con todo y Rebeca Olvera; a Thomas Hampson y, por supuesto, a Javier Camarena y Juan Diego Flórez juntos, con la actuación especial de Plácido Domingo. El lujo se antojaría, si no imposible, algo inédito.

Pues no tanto. Esa fue, más o menos, la invitación que se le hizo a Gioacchino Rossini (1792-1868) en 1825 para componer una ópera por la coronación, en la Catedral de Reims, del Rey Carlos X. Hermano de Luis XVI, fue el último de Borbón en reinar Francia y en tener una ceremonia dedicada a tal investidura en ese país.

"Ahí tienes las más bellas voces de Europa. Haz lo que quieras", fue el encargo real. Lo cuenta, a una distancia de dos siglos, el director escénico mexicano Carlos Corona.

Y Rossini obedeció. Catorce voces, las más prestigiadas de la época, fueron citadas para el estreno de aquella obra, concebida para su total lucimiento. Y el de otros cuatro solistas menores. Así se gestó Il viaggio a Reims. "Una de las óperas más bellas de Rossini", ataja Corona.

Quién sabe qué tendría el genio pesares en la cabeza, pero con toda su lucidez, nunca vislumbró que su última ópera escrita en italiano tuviera un aliento mayor al de cuatro puestas en París.

Tan pasajera la consideró que mejor la reutilizó. De aquella intrincada partitura, rebosante en florituras, exacerbados staccati y finas líneas melódicas sacó, en buena parte, la música de su primera ópera francesa -y la última que escribió en el tono bufo que con tanta chispa explotó: Le Comte Ory (1828).

Luego, aquel breve dramma giocoso se perdió. Fue hasta 1977 que pedazos del manuscrito fueron hallados en la Biblioteca del Conservatorio de Santa Cecilia de Roma, y su reconstrucción se estrenó en Italia en 1984.

IMPORTA EL VIAJE; NO EL DESTINO
La joya rossiniana nunca se ha montado en México. La buena noticia es que lo será este domingo. La producción de la Compañía Nacional de Ópera del INBA se presentará en el Palacio de Bellas Artes, con cuatro funciones.

ESTRENO
Marzo 13 de 2015
Palacio de Bellas Artes
Con: Gabriela Herrera, Guadalupe Paz, Claudia Cota, Alejandra Sandoval, Santiago Ballerini, Carsten Wittmoser, Armando Gama, Josué Cerón, Charles Oppenheim, Edgar Villalva, Gabriela Flores,
Liliana Aguilasocho, J. Eleazar Álvarez, J. Felipe Gallegos, Rodrigo Petate y becarios del Estudio de Ópera de Bellas Artes, bajo la dirección de Iván López Reynoso y escenografía de Jesús Hernández.


El estreno es doble: con esta puesta, Carlos Corona -quien tiene una brillante trayectoria en teatro y, principalmente, en la comedia clásica- debuta en el género operístico.

Entre la exigencia vocal y el paroxismo de las escenas rossinianas cómicas, montar al autor italiano es un reto para cualquier director, pero esta obra lo es aún más, pues el elenco está integrado por 18 solistas, advierte Corona.

"Tiene melodías entrañables: está el Rossini lírico, bello y conmovedor, y también el Rossini juguetón", comenta sobre la partitura, que tiene una de sus cimas en el gran concertante a 14 voces. Ellas dan vida un grupo de nobles y aristócratas de diversos países que emprende el viaje a Reims para asistir a la coronación de Carlos X. Pero en el camino, sus transportes se averían y se quedan varados en un viejo balneario venido a menos: El lirio de oro.

Ahí deberán transitar del apremio a la aceptación de que no llegarán nunca a la ceremonia, y de la incomodidad al relajamiento, que les permitirá hacer del viaje una experiencia en la que saldrán a relucir sus vicios de carácter, motor de libreto escrito por Luigi Balocchi, en el que cualquier falta queda redimida en un final feliz.

Para el estreno mexicano, el director decidió llevar la historia a la década de los 50 del siglo 20. "Quise quitarle lo solemne a la trama, que es totalmente referencial a un hecho histórico", explica.

"Pensé en un balneario fundado en los 20 que es visitado en los 50, una década en la que la gente quería divertirse: la música, la ropa, los colores... Con ganas de dejar la guerra atrás. Como en los cuadros de playa de (Edward) Hooper, con aquellos trajes de baño a rayas, los hombres sin calcetines y el saco colgado atrás. Me gustó esa imagen de la nobleza que se relaja; no creo que esa imagen de relax me lo diera el siglo XIX".

Aunque no lee música, montar su primera ópera ha sido menos difícil de lo que esperaba, admite Corona. "El shock han sido los tiempos de Bellas Artes. Estoy acostumbrado a ensayar 10 semanas, acá te dan sólo cinco".

Pero ya en el barco, no le queda más que aplicar la máxima que rescata de la obra: "No importa si no llegas a Reims, lo que vale la pena es el viaje".

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