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Los verdes, muy verdes

Ya tenía mucho que no se veía una Selección mexicana tan inmadura y torpe. El cuadro de Miguel Herrera quedó fuera esta noche de la Copa América 2015 tras caer 2-1 ante un equipo ecuatoriano muy superior. 

Ecuador ha convertido en un harapo a un equipo mexicano paupérrimo hasta la ofensa. Desde Argentina 78, cuando el Mundial argentino, una Selección nacional no era paseada de una manera tan grosera como la esta noche en Rancagua. El equipo de Miguel Herrera hizo evocar los años en los que el mote de Ratones Verdes no era una ofensa; más bien una definición. Si los ecuatorianos hubieran tenido pericia ante el arco de Corona, este apunte narraría una lastimosa goleada sobre los verdes, muy verdes, aunque negra sea su zafia estampa.

La zaga mexicana fue un flan, el viejo lenguaje, las viejas palabras volvieron al uso corriente. Débil, desubicada, lerda terminó convirtiendo cada ofensiva sudamericana en una seria ocasión de peligro. El medio campo se pareció más al de un llano que al de un campo profesional: lanzaba piedras o melones sin ton ni son. Y el frente fue de una facha tan descompuesta que se valió de un penalti para darse a notar en un marcador, que pocas veces ha sido tan engañoso. El 2-1 esconde un chubasco.

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No fueron los hombres atinados para una reunión de tanta prosapia. La Federación Mexicana de Futbol, el equipo técnico de la Selección nacional y los jugadores siguen dirimiendo en la medianía: ¿Copa América o Copa de Oro? Se impone ésta por el trasfondo de la Confederaciones. El desdén se ha traducido en ridículo. Cuando se juega la Copa del Mundo se lagrimea un quinto partido. Ahora se vuelve costumbre sacar el rosario para pasar a la segunda fase del certamen de gala del Cono Sur. Lo absurdo: se apuesta por el oropel sin tomar en cuenta que el mandamás de la Concacaf, Estados Unidos, ha vencido a Alemania y Holanda en partidos previos a la pachanga de una de las zonas más pobres del balompié mundial.

La eliminación en Chile supone una evidencia: la insolencia. El prestigio vale poco cuando se apuesta por la riqueza. Convertidos en guiñapos, los jugadores del plantel dejaron el espíritu al esoterismo de la pelota, cuyas andanzas pocas veces se mueven por senderos equivocados. Sin esférico, sin voluntad, sin orden el cuadro hace maletas para volver al confort de una liga a la que le van bien la minucias y el pasesito a la red.

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