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Lo que no dirá Wikipedia de las grandes ausencias: Pacheco, 'Gabo' y Leñero

El 2014 fue un año de grandes pérdidas para las letras mexicanas. Primero fue José Emilio Pacheco, en enero; luego Gabriel García Márquez, en abril, y al final Vicente Leñero, en diciembre. Este es un viaje por estos 3 grandes monumentos de la cultura nacional.

El 2015 será un año de ausencias con nombre: José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez y Vicente Leñero. Tres nombres que las futuras generaciones conocerán, quizás, por una fatua búsqueda en Google que los llevará, seguro, a la inexorable Wikipedia del saber.

Un click bastará a los navegantes de la red para descubrir que Pacheco fue un poeta, traductor, cuentista y novelista mexicano que murió un 26 de enero de 2014; que fue un grande del siglo XX; que los premios nunca le faltaron: el Cervantes, el Villaurrutia, el Alfonso Reyes, el García Lorca, el Pablo Neruda… Irán después a la bibliografía y notarán que escribió casi de todo: 16 libros de poesía y otros 5 de narrativa, entre relatos y novelas. Pero cuando se animen a buscar Alta Traición, sabrán entonces que ya desde los años 70 un mexicano lloraba desconsolado por la podredumbre de su país y su fulgor abstracto. Y cuando se sumerjan en Las Batallas en el Desierto sabrán que es suficiente la historia de un chico para contar la vida de una nación. Entenderán entonces que, como el mismo Pacheco decía, la lengua es la única riqueza que posee el hombre. Y el dato duro para la tarea escolar será que, a 26 días de haber iniciado el 2014, murió José Emilio, el poeta del pelo níveo y las gafas cuadradas.

Sin duda, los andares cibernéticos –tan ociosos y azarosos como todos– los conducirán hasta aquel edificio latinoamericano llamado Gabriel García Márquez que, aunque colombiano, echó raíces en México y dio su último suspiro el 17 de abril de 2014 al sur del DF, un jueves santo. Sí, Gabo se fue un jueves santo, igual que su personaje Úrsula Iguarán. ¿Presagio? ¿Lacerante sortilegio desde Macondo? Nadie lo sabrá, ni el cibernauta que entonces ya estará enterado de que ese viejecillo de la foto –pícaro, sonriente y bigotón– de la parte superior derecha de su pantalla, fue nada más y nada menos que Premio Nobel de Literatura en 1982. Lo que quizás no sabrá –al menos no a simple vista– es que García Márquez se hizo escritor sólo para "callarle la boca" a su jefe, un editor de El Espectador que no se cansaba en afirmar que Colombia carecía de buenos escritores jóvenes.

El reportero Gabo era un caso especial. Una simple manifestación la convertía en un gran relato. Sirva de ejemplo ésta: Historia íntima de una manifestación de 400 horas. Un título poco común en el diarismo. Ni siquiera el hecho fue real: él mismo convocó a la protesta porque no podía regresar al periódico con las manos vacías. El artesano de palabras nunca pudo negar su destino: la literatura. Ese jueves santo se fue para siempre, bajo el estruendo de una tormenta de abril.

Los mares navegados por Gabriel fueron los mismos que surcó Vicente Leñero. Ambos fueron cronistas de su tiempo, nítidos espejos de una misma realidad: América Latina. El 3 de diciembre dijo adiós Vicente, el dramaturgo, novelista, cuentista, periodista y católico genuino del que ya no habrá más albañiles ni más periodistas ni más evangelios.

La pérdida le dolió a más de un gremio. Eso no lo documentó Wikipedia. Luis de Tavira, director de la Compañía Nacional de Teatro, pronunció un discurso por demás conmovedor en el Palacio de Bellas Artes: "El teatro es el arte de la presencia. Este aquí y ahora. La paradoja es este mutis. En este mutis, la palabra resistió al vacío. Sólo queda la fe. La fe en la palabra. Y Vicente fue un artista de la palabra".

La vida –decía Alfonso Reyes– es esa gula de la nada que se alivia con la frescura de saber que también todos, algún día, nos vamos a ir de aquí.

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