After Office

Libros apócrifos en competencia con el mercado legal

Los libros más pirateados son justamente los que más se venden en Sanborns, afirma un comerciante que sólo se identifica por Fernando. El dato lo corrroboran el presidente de la Caniem, José Ignacio Echeverría, y Gerardo Rodríguez, encargado de combatir la piratería desde el CEMPRO. México es el cuarto país consumidor de piratería.

Fernando aborda la línea dos del Metro. Lleva un morral repleto de libros. Tiene el aspecto de un estudiante de preparatoria pero abandonó la escuela en primero de secundaria. Se gana la vida vendiendo ediciones pirata y proporcionalmente obtiene más dinero que los mismos autores: ofrece a 70 pesos el bestseller Adulterio, de Paulo Coelho y Bajo la misma estrella, de John Green, a 50.

En Sanborns el libro de Coelho se vende en 249 pesos y el de Green en 239. Uno de cada 10 caerá en la tentación, dice el vendedor.
Los 10 libros más pirateados son justamente los que más se venden en Sanborns, afirma el comerciante, un dato que corrroboran el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), José Ignacio Echeverría, y Gerardo Rodríguez, encargado de combatir la piratería desde el CEMPRO (Centro de Protección y Fomento de los Derechos de Autor).

De acuerdo con este organismo, México es el cuarto país consumidor de piratería, lo que porvoca pérdidas por un billón de pesos para los creadores de contenidos. "El presidente de CEMPRO (Clemente Merodio López) calcula que los libros pirata ya tienen la misma producción que los legales", indica Echeverría. En el 2013 se imprimieron 145.7 millones de ejemplares.

Para Echeverría, consumir piratería no es cuestión de precio, sino de educación. "Hay ediciones muy baratas, remates importantes, por ahí no es el asunto. Lamentablemente el libro es algo sumamente prescindible cuando no hay mucho dinero en las casas".

En México, los niveles de lectura están por debajo de los de Argentina, Chile y Uruguay, sostiene el presidente de la Caniem. La industria que encabeza tiene seis años estancada.

"En 2013 nuestras ventas no alcanzaron los 11 mil millones de pesos, en cuanto a producción de unidades apenas estamos alcanzando las mismas que se produjeron en 2008, cuando fue la gran crisis", detalla Echeverría. "La piratería nos hace una competencia totalmente desleal, ilegal; por el momento las autoridades no han logrado mucho".

No se trata de negocios pequeños, sino de verdaderas mafias que ganan fortunas, advierte el editor. "Son organizaciones que hacen miles de libros en imprentas muy bien estructuradas, que se dedican a obtener los libros de mayor venta".

La lucha para combatir este mercado tiene resultados muy pobres. En el 2014 sólo se interpusieron 12 denuncias; apenas se incautaron 37 mil ejemplares y se desarticularon 49 puntos de venta en toda la República, resume Gerardo Rodríguez, de la CEMPRO.

"Lo que pasa es que son organizaciones muy hábiles que desaparecen de un día para otro, son imprentas que están bien instaladas y que además reciben pitazos. Desaparecen los libros en una noche, es delincuencia organizada", detalla Echeverría. En esto, añade, la corrupción es factor clave.

La única solución a corto plazo es concientizar a los ciudadanos para que dejen de consumir productos ilegales, considera el editor. "Hay que educar desde primaria sobre lo que es el derecho de autor". El creador de un título editorial recibe el 10 por ciento de las regalías por la venta de ejemplares, los distribuidores se quedan con el 65 por ciento y el editor un 25 por ciento. Los vendedores de piratería, como Fernando, ganan el 20 por ciento de sus ventas diarias.

El negocio prospera, los bestsellers son copiados ilegalmente tan pronto salen a la venta y lo peor es que la calidad de las copias ya resulta similar a la de los originales, tanto, que a veces es difícil distinguir entre el apócrifo y el legítimo. Y mientras la industria editorial mexicana lamenta la "desidia de las autoridades" para combatir el problema y dar impulso al sector, la Ley del libro se mantiene en comisiones del Senado.

Inversión es la palabra clave, dice Echeverría, pero ni siquiera la Secretaría de Educación Pública (SEP) respeta sus programas para fomentar la lectura. "En 2008 tenía una gasto de 33 pesos por alumno, en 2014 fue de 5.40, lo que no alcanza ni para un libro por niño. ¿Cómo queremos que lean si no les damos materiales?".

También lee: