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Descenso olímpico, adrenalina al estilo de los juegos invernales

Mantén vivo el legado de los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City 2002, en Estados Unidos, visitando el Utah Olympic Park. Tendrás una experiencia inigualable en este lugar ubicado a las afueras de Park City, rodeada por la impresionante cordillera de Wasatch.

Al observar el Utah Olympic Park desde la cima de la rampa más alta (utilizada para los saltos nórdicos) ,es inevitable imaginar el parque durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City 2002, con miles de personas en las tribunas, expectantes por ver a los esquiadores volar a 100 metros de altura.

Mantener vivo el legado de la última justa invernal realizada en Estados Unidos y ofrecer una experiencia inigualable a sus visitantes son algunos de los objetivos de este parque ubicado a las afueras de Park City, rodeada por la impresionante cordillera de Wasatch.

Cruzando la entrada del edificio principal hay un bobsled, un skeleton y un luge en exhibición. La explicación es sencilla: todos los deportes son extremos y peligrosos para los atletas, en especial el luge, para el cual se requiere gran fuerza en el cuello y las piernas.

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En espacio también está el museo Alf Engen Ski, llamado así por la leyenda del esquí que fue campeón estadounidense 16 veces en la década de los 30. Además de memorabilia, medallas e historia de la disciplina, hay estaciones interactivas y una sala donde se proyecta material relacionado con Salt Lake City 2002.

Lo más emocionante está en el exterior. En las 157 hectáreas de terreno que lo conforman hay cinco rampas para salto nórdico, que van de los 10 a los 120 metros, más de mil 300 metros de pistas de esquí, la pista de bobsled, áreas para free style o para lanzarse sobre una enorme llanta (tubing).

Los visitantes pueden realizar casi todas las actividades, incluso, los más expertos pueden volar por la K120. El luge no está disponible al público, pero sí se puede descender en un bobsled, desafiar las fuerzas g y sentirse en las olimpiadas, lo cual tiene su riesgo.

Los operadores primero dan una carta a firmar que indica que se pueden alcanzar velocidades de 100 kilómetros por hora. No se deben tener lesiones previas en el cuello, cabeza o espalda, pesar al menos 45 kilogramos, ser mayor de 16 años y no estar embarazada. Al firmar el documento, la responsabilidad de lo que pase en el trayecto es de cada uno.

Los osados son transportados junto con familiares o amigos a la meta. Ahí, los expertos indican que sólo puede haber tres tripulantes y un piloto profesional por bobsled. Es importante que el cuarto, el que va hasta el final, tenga la fuerza necesaria para sostenerse y no salir expulsado.

Al llegar el turno, un camión transporta a los tres tripulantes más el piloto. Un altavoz anuncia la salida del siguiente bobsled y en los monitores se puede apreciar el rápido e intenso recorrido. Al llegar a la meta, a pesar del dolor en brazos y cuello, el sentimiento es simplemente de triunfo.

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