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Las obsesiones de Francis Bacon invaden el Tate

El imaginario de Francis Bacon, uno de los pintores más importantes del siglo XX, es objeto de una exposición en la galería Tate de Londres. El horror que distingue al pintor dublinés forma parte de la estética de la posguerra europea.

Figuras desgarradoras y distorsionadas atrapadas en opresivos cubos y formas elípticas. El imaginario de Francis Bacon (1909-1992), uno de los pintores más importantes del siglo XX, es objeto de una exposición en la galería Tate de Londres.

Invisible Rooms, muestra que abre sus puertas mañana, explora la carrera de este artista de la posguerra desde La Crucifixión (1933) hasta Partes del Cuerpo (1988), piezas en las que las líneas arquitectónicas, las composiciones teatrales, la abstracción, los rasgos expresionistas y surrealistas son una constante.

"Durante más de medio siglo Bacon trató de crear la composición perfecta en espacios a veces claustrofóbicos en los que encuadró sus figuras y sus retratos", explica la curadora, Kasia Redzisz.

Tal es el caso de Estudio de un Retrato (1952), en el que por primera vez el pintor dublinés usa la estructura de un cubo casi invisible para enfatizar la figura principal en un afán por "atrapar al sujeto", una obsesión que lo acompañó toda su vida.

"Creo que los grandes artistas no estaban tratando de expresarse. Estaban tratando de atrapar el hecho de que los artistas están obsesionados por la vida y por cosas que les obsesionan. Y han estado tratando de encontrar sistemas y construir jaulas donde estas cosas pueden ser atrapadas", decía Bacon.

La fuerza visceral de sus figuras, a veces fantasmales o deformes, está supeditada a las estructuras y espacio que las rodean, como se ve en Chimpancé (1955) y en el retrato de su amigo el pintor Lucian Freud (1951).

Integrada por más de 30 cuadros, la muestra presenta las distintas etapas de Bacon. Una de ellas es la de los años 70, cuando comenzó a introducir objetos y figuras, como en el lienzo Estudio para la Enfermera del Acorazado Potemkin (1957).

En la obra de Bacon está presente el sentido de ansiedad y desesperanza que es común a los artistas de la posguerra. Tal es el caso del retrato del Papa inspirado en los cuadros del español Diego Velázquez (Retrato del papa Inocencio X, 1650).

En esta exposición la curaduría desmiente el hecho de que Bacon no hacía bosquejos, sino que pintaba directo en el lienzo, por esta razón dedica un espacio a estos dibujos, e incluye fotografías y recortes de revistas que fueron encontrados en el desordenado estudio londinense Reece Mews, que habrían servido al autor como inspiración visual para la creación de famosas obras.

Bacon basó algunas de sus pinturas en fotografías que comisionó en los años 60 a John Deakin, éste retrató a sus amigos George Dyer, Lucian Freud e Isabel Rawsthorne, quienes le sirvieron de modelos. El cuadro Isabel Rawsthorne de pie en una calle de Soho (1967) está inspirado en una de esas imágenes.

El pintor inglés nacido en Dublín, quien era ateo y homosexual en una época conservadora y homofóbica, tuvo una tórrida vida personal que estuvo marcada por una serie de amantes como Peter Lacy y George Dyer, quien se suicidó en 1971. Tres figuras y un retrato (1975) es una imagen de sufrimiento humano trágico que presenta trazos contorsionados que retratan el trágico final de Dye.

Las obras de Bacon se encuentran entre las tres más cotizadas en las subastas de arte, después de Cézanne y Picasso. Tres Estudios de Lucian Freud (1969) se vendió en más de 142 millones de dólares en 2013 y fue en su momento el precio más alto alcanzado en una subasta. 

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