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La pederastia, un infierno del que también se escribe

El tema de la pedofilia ha estado siempre inmerso en la historia de la literatura, desde Platón hasta este joven autor español llamado José Serralvo, quien acaba de publicar su segunda novela: "El niño que se desnudó delante de una webcam". 

A los 13 años, Justin Berry se desnudó frente a la webcam de su computadora por 50 dólares. Era un chico solitario, estudiante ejemplar e hijo de padres divorciados. En los siguientes cinco años se masturbó para una audiencia de miles de pedófilos. Su padre lo apoyó en todo momento; incluso lo alentó a tener relaciones sexuales con prostitutas para una comunidad web mexicana. Lo terrible de esta historia es que fue real. Comenzó en 2000, en Bakersfield, California, a cuatro horas de Tijuana. Ahora es llevada a la literatura por el escritor español José Serralvo. La novela, como su título, es contundente: El niño que se desnudó delante de una webcam.

Serralvo refuta la máxima de G.K. Chesteron: "Lo fascinante de la infancia es que cualquier cosa en ella es maravillosa". No. Según él, es posible que la maldad se enquiste en un niño hasta convertirlo en un monstruo. Para ello, aclara, se necesitan dos antecedentes: una falta de modelos morales y una vida opresiva colmada de abusos.

"La pregunta que hay que hacerse es cuál es el origen de ese mal.La Internet tiene riesgos tremendos: erosiona nuestra privacidad, contribuye a extender los radicalismos y facilita las vejaciones", sostiene el escritor.

Dice Mario Vargas Llosa que toda novela es un acto moral. En la suya, Serralvo busca desentramar la maraña de responsabilidades que se esconde en el mundo de la pornografía infantil. Su intención es reivindicar a los niños y jóvenes que han caído en las manos de los pedófilos. Y lo hace a través de un narrador que mucho cuenta y poco juzga: el propio Justin Berry (llamado David Timberthirdleg en el libro).
"No intento analizar si el protagonista es o no malvado, sino si la sociedad puede considerarle responsable de sus actos después de haberle fallado tan estrepitosamente en su infancia", señala el autor.

Fue a principios de 2000 cuando Justin Berry se desnudó por primera vez frente a su webcam. Vivía con su madre, su hermana menor y su padrastro. La web tenía apenas 361 millones de usuarios mundiales, ocho millones menos que en 2014. El joven sólo quería buscar chicas de su edad para platicar; su timidez le impedía convivir con ellas en la escuela. Nunca imaginó que se convertiría en el modelo preferido de los sitios web más populares de pornografía infantil.

Serralvo cuenta que lo que más le atrajo de Justin fue la brutalidad de matices que tenía su historia. Recuerda que hace años leyó la noticia en The New York Times. Le impactó y la guardó en el cajón; quizás en el futuro le serviría para escribir algo. Trabajaba entonces para el Comité Internacional de la Cruz Roja. Ahí conoció al comandante de un grupo armado. Éste le contó la historia de su infancia, llena de injusticias y atropellos. Entonces Serralvo recordó a Justin. Sabía que tenía que escribir algo sobre él.

El escritor refiere que para recuperar la historia que plasma en el libro, basada en un hecho real, se nutrió de reportajes y pasajes de la vida de Justin. De ahí fue construyendo una pieza en la que la pedofilia cobraba una forma monstruosa nada lejana a la realidad.

"¿Hasta qué punto una sociedad compuesta de supuestos individuos morales puede exigir comportamientos heroicos?", se pregunta el autor, quien conoce muy de cerca el sufrimiento. Ha realizado misiones con la Cruz Roja en el Congo y Colombia para brindar asistencia médica a los grupos rebeldes. El dolor y la sangre han sido sus compañeros de viaje.
A Serralvo le sorprendió que el manuscrito de su novela fuera rechazado por un famoso sello editorial de Barcelona, cuyo nombre prefiere no revelar. No puede creer que, en pleno siglo XXI, haya gente en el mundo cultural que censure el tema de la pedofilia, cuando éste, dice, ha estado presente en la historia de la literatura casi desde sus orígenes.

"La pederastia ha sido tratada desde El banquete, de Platón, hasta La broma infinita, de Foster Wallace, pasando por autores tan dispares como Dante, Sade o Nabokov. Por eso me molestó que mi ex agencia literaria rechazase el manuscrito sin siquiera leerlo. Me he dado cuenta que en el gremio literario, donde supuestamente la gente es más ilustrada, persiste una mojigatería y una moral simplona que no debería caber en el ámbito cultural", asegura.

El autor señala ejemplos de pedofilia en la literatura. Ahí está William Shakespeare: Julieta era cortejada por Romeo a sus 13 años. Dos siglos más adelante agrega el caso de Gustave Flaubert, quien escribió en una carta desde Medio Oriente: "La ocasión de sodomizar a un muchacho y de solazarnos con sus tocamientos aún no se ha presentado, aunque andamos buscándola". O Vargas Llosa en La Fiesta del Chivo, en donde el dictador dominicano Leónidas Trujillo abusa sexualmente de una joven.

Serralvo dice que las relaciones con menores en el siglo XXI tienen otro contexto social, cultural y legal. En su novela dibuja, de cierta manera, cómo es el mundo de la pederastia contemporánea. El tema no es tabú para él. Lo terrible, dice, siempre ha sido parte del ser humano: uno de esos instintos insoslayables que conforman la tribu.

"Lo difícil no es crear arte basándose en hechos terribles, sino hacerlo a través de la bondad. Hay miles de novelas sobre el Holocausto, pero probablemente no haya más que un par de aburridísimas biografías sobre Juan Pablo II. En términos literarios, el mal es mucho más atractivo que el bien", concluye.

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¿QUIÉN ES JOSÉ SERRALVO?

Nació en Jerez de la Frontera, en 1984. Es escritor y experto en derecho internacional. Ha estudiado en la Universidad Pontificia de Comillas, el Instituto de Estudios Políticos de París y la Universidad de Georgetown. 

Ha trabajado en la ONU, el Comité Internacional de la Cruz Roja y distintas ONGs. Escribe para la revista cultural española Jotdown
Publicó su primera novela, Los elegidos, en 2013. El niño que se desnudó delante de una webcam es su segunda obra. Se siente afortunado de que un editor de la talla de Enrique Murillo haya apoyado su proyecto. 

"He tenido la suerte de que mi novela cayese en las manos del mejor editor al que podía aspirar. Murillo no es solo una figura en el mundo de la letras españolas, sino que, además de editor, escritor y periodista, ha sido también traductor de muchos autores como Vladimir Nabokov o Martin Amis. Cuando le propuse enviarle el manuscrito su reacción fue diametralmente opuesta a la de mi ex agencia. Me respondió entusiasmado, y cito textualmente, lo siguiente: 'A este viejo traductor de Nabokov le encantaría leer esa novela'". 

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