After Office

Iggy Pop, un caballero en kimono

Ha cambiado la heroína por una copa de Vega Sicilia y la cocaína por la literatura, pero James Newell Osterberg mantiene el punk en las venas.

Iggy Pop dejó el punk cuando leyó La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. "Al igual que Daniel, su protagonista, me he hartado un poco de mi carrera como artista del entretenimiento. Ansío una nueva vida", declaró el padre del punk rock en 2009, poco antes de lanzar Préliminaires, el álbum de jazz y canciones francesas que auguraba –todo mundo lo creía entonces– una nueva etapa en su trayectoria.

Con una vida tranquila en una cabaña a las afueras de Miami, dedicado a cuidar su huerto de verduras –idea que le dio la propia Michelle Obama– y atento a las bondades que le ofrecía el taichí, parecía que Iggy, en efecto, había cambiado de vida.

Pero James Newell Osterberg lleva el punk en las venas. Ni la vida saludable lo ha hecho renunciar al rock de garaje más crudo, ese que está hecho de sudor, ruido y guitarras sucias. Eso, en buena medida, es Post Pop Depression, el álbum que lo traerá al Foro Sol de la Ciudad de México el próximo 1 de marzo como invitado especial de Metallica.

Por el momento, parece que Iggy ha dejado a Houellebecq en el librero. Y ha sacado los viejos libros de Burroughs, Kerouac y Ginsberg, los autores que lo moldearon como el Dionisio de su generación. Porque cuando se habla de excesos es inevitable no mencionar a Iggy Pop.

Como Nietzsche o Goethe con la Antigua Grecia, Iggy Pop encontró frescura no en su generación, sino en sus raíces, en la estridencia de la vieja guardia, en la que se movía como un dios entre mortales, cuando era el vocalista de The Stooges y caminaba sobre la gente, como el mesías de un movimiento que apenas comenzaba y que después la prensa llamaría punk. "Caminar sobre el público... Cristo debió sentir lo mismo cuando caminó sobre el agua", suele decir Iggy cuando le preguntan sobre sus locuras en el escenario.

El torso desnudo más famoso del rock and roll ya no luce firme. Pero 'Lust For Life' sigue sonando con la misma fuerza que hace 40 años. La Iguana –apodo que se ganó gracias a su primer banda, The Iguanas, en 1963– ha vuelto a las enérgicas presentaciones en vivo, y en una reciente entrevista con la televisión española dibujó la posibilidad de lanzarse al público otra vez. Dice la leyenda que él fue el primero en hacerlo en toda la historia del rock.

DISCIPLINADO DEL ESPÍRITU
En casa, Iggy ya no es Iggy: es el señor Newell. Una copa de Vega Sicilia le es suficiente para concluir sus tareas cotidianas, como podar el césped o aprender idiomas. Hoy sabe hablar francés y un poco de español. Trata de ejercitarse diariamente y está convencido de que la comida rápida es más peligrosa que las drogas. En una reciente entrevista con El País se enojó con el reportero cuando éste le preguntó por los estragos de su edad. "Nos citamos en este mismo sitio en 10 años. Y ya verás como tengo aún un aspecto increíble", le dijo.

Mr. Newell fue la imagen del perfume Black XS de Paco Rabanne el año pasado. En varias entrevistas ha dicho que le angustia dejar de ganar dinero. Lo derrochó durante mucho tiempo en drogas cuando, bajo la tutela de su amigo David Bowie, grabó sus dos álbumes más emblemáticos: The Idiot y Lust For Life, ambos en 1977, en Alemania.

La energía de antaño la ha encontrado en su nuevo amigo y colega, el vocalista de Queens of the Stone Age, Josh Homme, con quien se alió para obtener un sonido más potente en Post Pop Depression. Desde 2013, cuando hubo una breve reunión de The Stooges, Iggy se quedó con las ganas de un álbum más descarnado. Aunque evidentemente ni las giras ni las grabaciones son las mismas que antes. Hace mucho que Iggy dejó la heroína y la cocaína. Para su sorpresa, Homme se encontró con un caballero que se va a dormir con las canciones de Edith Piaf. "Admito que fue un shock para mí verlo en kimono todas las mañanas", declaró el guitarrista.

El señor Newell ha aprendido a valorar las cosas esenciales de la existencia. Las técnicas de respiración del taichí lo han acercado a la naturaleza. Las fotografías de sus padres lo han invitado a valorar la importancia de la familia. Y Jean Paul Sartre y Albert Camus lo han obligado a reflexionar sobre cosas que ni de broma se hubiera preguntado cuando era un drogadicto.

"La literatura es como la cocaína y la música como la heroína: la primera agudiza el espíritu; la segunda idiotiza", declaró el artista a la agencia AFP en 2009.

Iggy ha encontrado el conflicto existencial de su vida en La posibilidad de una isla, de Houellebecq, de quien además es un gran amigo. "Toda la intriga de la novela es un preliminar de la muerte. Y, a mi edad, cada acto es un preliminar de ésta: coger o no, trabajar o divertirse, ganar dinero o ser libre", dijo el cantante, quien musicalizó Permanecer Vivo, la última exposición de Houellebecq en el Palais de Tokio de París.

Nunca se sabrá si fueron los beat o los existencialistas franceses, pero Mr. Iggy Pop ha regresado a las andadas. Después de todo, sólo es un joven de 69 años con ganas de divertirse. Y con una linda novia colombiana 25 años más joven que él.

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