After Office

Heineken reúne a atletas, fans y realeza

La Casa Heineken de Holanda celebra cada dos años a los atletas olímpicos del país europeo; en ella se dan cita mandatarios, deportistas y todo aquel que pague su acceso de 10 euros.

Cada dos años, Bob Groot deja atrás su jornada laboral en la oficina de estadísticas nacionales holandesa para alternar con la realeza y disfrutar de una cerveza con algunos de los principales atletas olímpicos del mundo.

Groot, que tiene 30 años y reside en Rotterdam, es un asistente habitual a las Olimpíadas y aprovechó el tiempo que pasó en los juegos de invierno de Sochi para hacer varias visitas a la Casa Heineken de Holanda. La Casa, que ideó Heineken NV para celebrar las victorias deportivas holandesas y crear una suerte de país fuera del país, recibió este año al rey de Holanda Guillermo Alejandro, al presidente ruso Vladimir Putin y a atletas que celebraban las medallas holandesas.

Si bien algunos otros países tienen también sus llamadas casas nacionales, la compañía cervecera y los holandeses dan vida a la Casa Heineken de Holanda desde las Olimpíadas de 1992 de Barcelona. 

Pensada como lugar seguro para que los deportistas holandeses tomen una cerveza con familiares y amigos fuera del estricto complejo olímpico, se ha convertido en un lugar para que los admiradores alternen con los atletas, vean los juegos y celebren. Otras, como los centros canadiense y estadounidense, sólo reciben a auspiciantes de equipos, atletas y familiares.

"Es genial. Van todos los holandeses", dijo Groot mientras admiraba recortes de diario ubicados cerca de la entrada de la casa que describían las proezas del equipo de patinaje de velocidad. "Para mí lo más importante es celebrar las medallas de Holanda, así como encontrarme con muchos holandeses. Es el lugar más divertido".

La sede de Sochi tiene capacidad para unas 500 personas, aproximadamente la décima parte de las dimensiones de la fiesta de Heineken en Alexandra Palace, en el norte de Londres, en ocasión de las Olimpíadas de 2012. Hay entradas disponibles –la popularidad y la seguridad hacen que deba controlarse el acceso- para todo el que esté dispuesto a registrarse y pagar 10 euros.

Es también un buen lugar para una cerveza familiar. Heineken, la tercera mayor compañía cervecera del mundo, vende una taza plástica de su bebida homónima a 150 rublos, unos 4.20 dólares, algo menos de lo que cobra un bar.

No hay otras marcas, como tampoco preparación de tragos, lo que conforma a la mayor parte de las personas vestidas de anaranjado que ven en la enorme pantalla la reproducción de las competencias de patinaje de velocidad, en las cuales Holanda se impuso en cuatro carreras y lleva ganadas 22 medallas, así como a quienes bailan al ritmo de bandas holandesas y de DJs como Bassjackers y Fedde Le Grand.

"Esto parece una familia", dijo Frank Castien, un habitante de la ciudad holandesa de Haarlem que contribuye con los preparativos olímpicos en Sochi desde noviembre. "Si ganamos una medalla, y así es, todas las noches tenemos una celebración. Atletas y seguidores tienen una relación muy estrecha".

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