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El sindicato de Simeone fractura al sistema Guardiola

Político estricto del campo, Simeone sabe que a la hora de la historia no valen los medios. Guardiola debió romper el vidrio de emergencia (está a punto de ser despachado por tercera ocasión por clubes españoles) con Ribéry desde el inicio del segundo tiempo.

El Atlético juega con 20 hombres. 19 en la zaga. El éxito de Simeone es el pulmón. Reproduce tan bien a sus jugadores que los hace ver multitud cuando se trata de defender el marcador. Desde la Italia del 82, no ha habido un equipo que apueste tanto por el candado y lo ejecute con semejante maestría.

Al filo de la navaja, dejando que el rival se suicide en el empeño, el argentino juega el juego que más le gusta: desestabilizar sicológicamente al contrario. Desde el gol de Ñíguez, en el minuto 11, la vocación madrileña fue un Cantar a la Muralla. Nada se movió en el marcador, lo único inobjetable en el futbol. Político estricto del campo, Simeone sabe que a la hora de la historia no valen los medios. El fin no sabe de estéticas ni aretes. Inculcó a sus muchachos el estoicismo y la marrullería, aliados indispensables cuando se defiende el pase a la final de la Champions. Ha sido mucho mejor el Atlético en la defensa que el Munich en el ataque.

Los de Guardiola, separados e inconsistentes en el recepción-pase-recepción a dos toques, demostraron su falta de pericia en el desborde por las bandas, en la colaboración sindical (el Atleti es eso: un sindicato obrero) y, sobre todo, en el tiro de media distancia. Se sabe que el exquisito míster bávaro procura no perder la figura de sibarita cuando se habla de pelota educada. Pero hay momentos en los que los cuellos de seda sobran.

Guardiola debió romper el vidrio de emergencia (está a punto de ser despachado por tercera ocasión por clubes españoles) con Ribéry desde el inicio del segundo tiempo. A los esquemas industriales les es complicada la creatividad, pero sobre todo la espontaneidad. El Bayern de hoy fue predecible en sus avances y en sus toques. Una novela ya contada. Y el resultado es letal: un gol colchonero de gira obliga a tres al cuadro alemán.

Hijo de barrio, Simeone saca el domicilio cuando se trata de pelear por una pelota. Y ese sello lo ha tatuado a cada uno de los gladiadores. En Múnich jugará plantado. El folklore del no pasarán.

Guardiola debe dejar el personaje y mancharse del barro obrero.

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