After Office

El siglo ya (¡ay!) sin José Emilio Pacheco

El escritor, poeta e intelectual mexicano falleció ayer a los 74 años por un paro cardiorespiratorio en un hospital de la Ciudad de México.

Miembro de la llamada "Generación de medio siglo", José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939) formó parte de una de las expresiones de mayor relevancia en el panorama de las letras mexicanas, al participar como uno de los antologadores de Poesía en movimiento (Siglo XXI Editores, 1966), junto con Octavio Paz, Alí Chumacero y Homero Aridjis, quien a continuación recuerda el trato cercano que sostuvieron en la década de los años sesenta.

"José Emilio Pacheco era un año más chico que yo, pero tuvimos una trayectoria literaria casi paralela. Lo conocí por ahí en 1959, en la época en que yo iba al taller de Juan José Arreola y él también, al igual que Juan Rulfo. Luego hicimos Poesía en movimiento, una antología histórica de la poesía mexicana, con Octavio Paz y Alí Chumacero. De aquel grupo, ya sólo quedaba él", señaló.

"Durante nuestras mocedades tomamos muchos cafés juntos y tuvimos pláticas sobre autores que estábamos descubriendo como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar; y, luego, toda esa poesía española y latinoamericana: Pablo Neruda y César Vallejo. Aunque cada quien lo hacía por su lado, coincidíamos frecuentemente en nuestras lecturas".

En los años sesenta, recuerda Aridjis, "yo traduje "La tierra baldía" de T.S. Eliot y en un número de la Revista de Bellas Artes dedicado a este autor, publiqué un poema apócrifo que le atribuí a Eliot. José Emilio, como erudito que era, se quebraba la cabeza por encontrarlo en inglés hasta que un día me habló y me preguntó al respecto. Le dije que era apócrifo. Y me comentó: 'Ah, entonces ya descanso de la búsqueda, porque lo he buscado por todos lados'".

Aunque confiesa que durante los últimos años no coincidieron mucho, el también autor del libro "Del cielo y sus maravillas, de la tierra y sus miserias" reconoce que José Emilio Pacheco "tenía mucha disciplina, era un escritor muy serio, de mucha cultura literaria y de mucho rigor. Su obra en prosa y poesía es muy respetable y una herencia que va a dejar a la literatura mexicana", advirtió.

Por otra parte, uno de los estudiosos de la lírica de Pacheco es el poeta Juan Domingo Argüelles, quien expresa que entre la oda -que es el canto festivo- y la elegía -que es el canto fúnebre-, la poesía de José Emilio Pacheco lamenta la fugacidad del tiempo.

"José Emilio -precisa- es un poeta de la nostalgia. Esta característica también salta a su narrativa, como se ve en Las batallas en el desierto, donde describe un país que ya no existe. Esta estética literaria se extiende hacia sus crónicas y en todos los temas abordados en su columna semanal 'Inventario', que cultivó en la revista Proceso, nos damos cuenta que siempre está regresando a los hechos del pasado porque fue un gran conocedor de la historia de México".

Argüelles resalta que otra de las virtudes de la poesía de José Emilio es su prematura madurez: "Fue un gran poeta desde muy joven. Se refleja en toda su obra una especie de progresión hacia la palabra cada vez más sencilla. Comienza trabajando mucho la métrica y la rima, el soneto, y conforme va avanzando el tiempo, alcanza esa sencillez que pocos logran; es decir, se alejó de la letra críptica y empezó a escribir esa poesía que sí se entiende, lo cual no significa que sea una poesía simple".

Característica que también coincide en señalar la poeta Dolores Castro, junto con quien en 2004 recibió el III Premio Nezahualcóyotl: "José Emilio Pacheco es un escritor de los que verdaderamente iniciaron una forma diferente de hacer poesía. Fue muy imaginativo, pero también capaz de retratar su época con sensibilidad y con una forma muy personal. Creo que es uno de los mejores poetas del siglo XX y parte del XXI, ya que no sólo escribió muy buena poesía sino que también ha tenido gran importancia como periodista, ensayista y traductor".

En la actualidad, José Emilio Pacheco estaba adscrito a la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Al respecto, el escritor Antonio Saborit recuerda: "Al seminario que, en 1970, integraban Héctor Aguilar Camín, José Joaquín Blanco, Nicole Giron y Carlos Monsiváis, más algunas figuras satelitales como Carlos Pereyra, José Emilio llevó la novedad de sus rigurosas investigaciones y ensayos sobre la historia literaria y cultural de nuestro país, su ingobernable deseo por recuperar un amplio elenco de autores y obras centrales en la historia del Modernismo, entonces más bien olvidados y marginalmente leídos".

Saborit comenta al igual que muchos de los escritores que dieron forma al Modernismo, como Alberto Leduc y José Juan Tablada, José Emilio socializó sus numerosas lecturas y sus increíbles hallazgos en diarios, suplementos y revistas:

"Y, en esto, no veo una mera coincidencia, sino una decisión tan vital como su manera de entender la unidad inquebrantable entre la cultura escrita y la construcción de saberes; entre conocer y divulgar; entre construir sentidos y ofrecerlos para su apropiación y uso al atento lector; entre la pasión por la historia y la obligación de recobrarla y transmitirla por medio de las astucias y herramientas de la literatura".


RECUADRO


"El Quijote es muchas cosas, pero es también la venganza contra todo lo que Cervantes sufrió hasta el último día de su existencia. Si recurrimos a las comparaciones con la historia que vivió y padeció diremos que, primero, tuvo su derrota de la Armada Invencible y, después, su gran victoria de Lepanto: El Quijote es la más alta ocasión que han visto los siglos de la lengua española. Nada de lo que ocurre en este cruel 2010 -de los terremotos a la nube de ceniza, de la miseria creciente a la inusitada violencia que devasta a países como México- era previsible al comenzar el año. Todo cambia día a día, todo se corrompe, todo se destruye. Sin embargo, en medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie y hoy como nunca son capaces de darnos respuestas el misterio y la gloria del Quijote".


José Emilio Pacheco

Fragmento del discurso emitido al recibir el Premio Cervantes 2009.

También lee: