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El destino como alivio

El director escénico Hugo Arrevillaga estrena la obra que Wajdi Mouawad escribió en México inspirado en Ayotzinapa, "Las lágrimas de Edipo". El dramaturgo canadiense se basó en la última tragedia de Sófocles.

Así como en Edipo en Colono, el oráculo le revela al rey en desgracia que su muerte traerá ventura a la ciudad donde reposen sus restos, (Tebas), la esperanza aparece en la versión que Humberto Pérez y Hugo Arrevillaga preparan de Las lágrimas de Edipo, texto que el dramaturgo canadiense Wajdi Mouawad escribió basado en la última tragedia de Sófocles.

"Mouawad ya estaba trabajando en esta obra, inspirado por los atentados contra la Embajada de Israel en Atenas, pero cuando llegó a México en 2014, se conmovió por la participación ciudadana frente a los actos atroces que ocurrían", cuenta Arrevillaga. Se refiere a la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.

Al conocer la pieza que Mouawad escribió en este país, el director escénico le pidió autorización al autor para incluir en la puesta de una versión libre, la alusión directa al caso de los desaparecidos .

En este montaje, cuyo estreno mundial será el 25 de mayo en el Teatro de las Artes del Cenart, Edipo y su hija y hermana, Antígona, se encuentran en un teatro abandonado con el Corifeo, el personaje que en las tragedias de Sófocles guiaba al coro y que en la visión de Arrevillaga es un joven del siglo XXI. Éste les cuenta que afuera se han desatado protestas que claman justicia porque un estudiante fue desollado vivo, y detrás de su tortura, otros más han desaparecido.

Con esta puesta, el director busca dejar una consigna a las nuevas generaciones, tal como lo hace el protagonista en la obra griega original. "Nos toca pasar la estafeta".

En Las lágrimas de Edipo, éste les dice a Antígona y al Corifeo: "sirva mi historia, la tragedia terrible en la que me vi involucrado durante mi vida, para que ustedes la cuenten y se restablezca un orden frente a los dioses". Sin embargo, ante el oráculo, aparece lo humano como causa de todo. Y también como la solución, explica Arrevillaga.

Tras la experiencia de montar esta pieza, el director está escribiendo con Moauwad y su traductor, Humberto Pérez, un monólogo sobre el amor, que también habla sobre desapariciones forzadas. Pretenden estrenarlo el año próximo.

SUBLIMAR EL DOLOR
De origen libanés, Wajdi Mouawad creció en el exilio en Francia y Canadá. Sus primeros años los pasó en su natal Beirut, donde conoció las atrocidades de la guerra. Fue de la mano de Arrevillaga que llegó a ser conocido en México, tras la aclamada puesta en escena de su tetralogía La sangre de las promesas, compuesta por Litoral, Incendios, Bosques y Cielos. La saga sólo se ha presentado completa en una sola sesión -de más de 11 horas-, en el Festival de Aviñón, en 2009.

La primera parte de la tetralogía de Mouawad se montó en México con una traducción de Boris Schoemann dirigida por Arrevillaga en 2006. Posteriormente, él mismo estrenó aquí Incendios y Bosques. Gracias a esa colaboración, el dramaturgo radicado en París viajó a México en 2014 y su visita coincidió con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Su dramaturgia encontró eco en una sociedad como la mexicana, que vive su propia versión de los horrores de la guerra.

"La tragedia es persistente y las obras que hablan de ello nos sacuden todo el tiempo y nos ayudan a no entrar en la espesura de la existencia", afirma el artista, para quien el teatro es un encuentro contemporáneo en todo momento.

Para Arrevillaga es necesario contar las historias sobre esa batalla "siempre perdida" de los seres humanos frente al destino.

"Tal vez nuestra vida es un hilo que vamos siguiendo, no lo sabemos, y podemos encontrarnos con la muerte a la vuelta de la esquina. ¿Qué es ese sentido enigmático de nuestra existencia, que no alcanzamos a saber si son actos de voluntad o el destino lo que nos lleva a donde estamos? Me interesa alertar sobre eso, ponernos de frente a lo que no nos gusta: la injusticia, la corrupción, la crisis, las mentiras, la opacidad de los discursos políticos", afirma.

Arrevillaga resalta que en su dramaturgia, Mouawad se vale de la poética para acercarse al espectador, lanzándolo a profundas reflexiones que tienen que ver con su condición humana. "Se monta en la poesía para hacer encontrar a cada espectador un camino de cambio en su propio interior y localizar ahí de nuevo la belleza, la certeza de que dentro de nosotros hay todavía un universo por descubrir. Yo le he puesto toda mi fe al teatro como una forma de comunicación directa, urgente, siempre contemporánea entre los seres humanos".

La suya es una manera de enfrentarse al enigma del destino, aunque las palabras resulten dolorosas, explícitas, dice Arrevillaga, quien así lo ha comprobado.

Recuerda que la primera obra que montó de Mouawad fue Pacambo, un texto para niños sobre la muerte de la abuela. El director vivía entonces el duelo por la pérdida de su madre y encontró en la dramaturgia del canadiense la posibilidad de preguntarse por la ausencia. "Nunca estamos preparados para perder a seres tan queridos; la indagación en las historias de Mouawad me hizo replantearme cuál es ese sentido de convivencia con los demás que nos construye, nos fortalece, y de alguna manera nos prepara para lo que va a venir después: el destino".

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