After Office

Diciembre, terciopelo negro

Silvio Zavala fue un referente para la historia mexicana. Su obra, de un rigor exquisito, fue leída por miles de jóvenes fervientes. Ahora la sociedad deberá leerlo con mayor atención para hallar las soluciones a un problema histórico aún no dimensionado. 

La muerte se ha cobrado dos muertes más en este año lleno de cruces. Ahora son Luis Herrera de la Fuente y Silvio Zavala, músico y erudito, dos hombres fundamentales en la historia de México. Silvio, profesor emérito de El Colegio de México, fue determinante en muchas generaciones de estudiantes que le leyeron con fervor y admiración. Sus obras relacionadas con la Independencia de México mantienen su altísima talla. Zavala se exigió un rigor impecable en cada uno de sus libros. El Colegio Nacional le albergó siempre con profundo respeto. Vivió lo suficiente para ver el fracaso de la Guerra Civil de 1910. La repartición de la tierra y la riqueza no se lograron del todo. Cuando volvió de España, México seguía siendo tan desigual como antes de la "bola". Fue un testigo infalible de una Nación que busca en la historia, siempre en la historia, las razones del presente y las bases del futuro.

Nacido en Mérida, educado en la que hoy llaman la Universidad Complutense de Madrid, Zavala fue columna central del pensamiento nacional. Su manera de entender a Lucas Alamán, desde la entraña misma, demuestra su apasionada vocación por desmenuzar al país desde la dialéctica de los hombres que marcaron sus rumbos.

Las muchas generaciones que le aprendieron (y aprehendieron) reconocieron que nada es más nocivo para el pensamiento que a idea maniquea, tan común, de los buenos contra los malos. Zavala enseñó a pensar, a medir la historia. Su intención por difundir, sin cortapisas, la vida nacional, le permitió colaborar en libros de texto para universitarios al mismo tiempo que elevó el estudio a niveles casi exquisitos.

México, en días tan necesarios, pierde a un hombre entregado enteramente al conocimiento de sus pasos y sus huellas. Silvio fue una voz que sabía lo que establecía. Y estableció una escuela, un ágora que alumbraba siempre en medio de las oscuridades de los dogmas. La historia no es, como muchos piensan, una interpretación. Es un terreno llano en el que conviven los contrarios. Imposible la línea horizontal de los hechos. Cada hecho constituye un conflicto, un debate.

Silvio Zavala orientó a los mexicanos en esa ruta, la que escapa a la síntesis. Pensar es una labor larga y de largas explicaciones. Zavala es eso, una larga explicación. México debe leerlo con cuidado porque en él están las posibles soluciones para un problema histórico de trascendencia hasta ahora no dimensionada.

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