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Damián Alcázar, el hombre feliz

El actor mexicano tiene 64 años y 32 de trayectoria. Su rostro es uno de los más representativos del cine mexicano. Asegura que no tiene ninguna tragedia personal. "Soy un hombre feliz. Lo soy desde que acariciaba la panza de la mamá de mi hijo", dice.

A su madre se la robó el marido cuando era jovencita. en su camino de Jilipan, Michoacán, a Guadalajara, Jalisco, donde finalmente se asentó la familia, procuró mantener unidos a sus hijos y así crecieron. En su círculo más cercano es donde encuentra fortaleza e incluso inspiración: Damián Alcázar cuenta que algunas veces se descubre actuando en pantalla como alguno de sus hermanos.

Tiene 64 años y 32 de trayectoria. Media vida en escena. Su rostro es uno de los más representativos del cine mexicano y algunos de sus personajes son ya iconos de una época, como el candidato presidencial Carmelo Vargas de La dictadura perfecta; Genaro, el empleado de la morgue de Fecha de caducidad, o Toño, el jefe de un grupo de trabajadores encargados de marcar los carriles en una carretera en La delgada línea amarilla. Accedió a la invitación del partido Morena para participar en la Asamblea Constituyente, pero desertó, convencido de que la clase política es "una mafia".

Lazos familiares
Lo más importante de mi vida. Como cuando me llevaron por primera vez al cine, a los dos años, y supe que quería estar en la pantalla, inspirado por la sensibilidad de mi madre. Era una mujer con muchas aptitudes, ella hubiera querido ser bailarina, cantaba maravillosamente, era muy bella, pero estaba en un lugar donde nada le favoreció. Tengo cuatro hermanos y una hermana, todos maravillosos, los adoro, son mi fuerza, igual que mi hijo Emiliano. Recuerdo una obra, Bien está lo que bien acaba, de Shakespeare, que dirigía Raúl Zermeño en la Universidad Veracruzana, en donde éramos 16 arriba del escenario y abajo a veces teníamos ocho personas de público, entre ellos, mis hermanos. Me decían "todo está tan aburrido, pero cuando sales tú, se vuelve maravilloso". Somos muy parecidos, a veces me veo en películas en las que tengo los mismos gestos de alguno de mis hermanos, o la forma de caminar, una mirada.

El contacto con sus emociones
Gracias a la actuación, entiendo más. Es formidable que en la ficción te puedas morir de amor y puedas matar por amor. Que sepas lo que siente un hombre que muere por sus convicciones. Por ejemplo, con mi maestro Luis de Tavira hice una obra que se llamaba María santísima, y en el momento en que mi personaje decide que muere con todo su pueblo en vez de entregarse al gobierno y al ejército, yo pensaba: "¿qué sentiría Zapata cuando lo llevó Guajardo a la hacienda?". Ahora Trump está haciendo redadas, cazando latinoamericanos, lo vemos en el periódico, desde lejos, pero el hombre que tiene allá más de 20 años, con hijos en la escuela, una vida que se ha forjado con trabajo y de repente no puede ir ni a misa porque lo van a perseguir, vive una tragedia. Ahí es cuando entiendo qué le pasa al mexicano que sale de este país porque aquí no encontró nada.

Tragedia personal
No tengo, soy un hombre feliz. Lo soy desde que acariciaba la panza de la mamá de mi hijo. Me apasiona mi trabajo, me interesa mi gente. Soy feliz porque mi última relación, de la cual estoy saliendo -tuve que darle prioridad a mi trabajo, ni modo-, me enseñó todavía más a tener contacto con mi espíritu; empecé a sentir un contacto nuevo conmigo mismo, hago yoga y meditación. Quizás sí lamento mucho que mi madre se haya ido temprano, era muy joven para morirse y tendría que haber vivido más.

La conciencia social
La aprendí con mi propia vida, en la escuela y en el cine. Luis Estrada (director de El infierno, La ley de Herodes y Un mundo maravilloso) es un hombre de gran inteligencia, clarísimo, conoce su país, la gente, el sistema y no tuve más remedio que entender que uno tiene muchos motivos para hacer su trabajo y que esos son importantes. Me lo habían enseñado mis maestros, Luis de Tavira me lo decía: "si no te va la vida en esto, dedícate a otra cosa". Y sí, me va la vida en esto. Entendí por qué Luis está convencido de que tenemos que hacer un cine que diga cosas y poner la cara, no esconderse. Necesitamos un presidente que le diga a Trump que también los gringos que vengan necesitan visa y los que están aquí ilegales se van, y que a los que no han pagado impuestos se les cancelan sus riquezas; eso se requiere, otra mentalidad, no estos entreguistas, acomodaticios que van a salir millonarios, porque ese es su objetivo.

La Constituyente
No era nuestro lugar. Fue una experiencia que me dolió mucho, pero me relajé; participé (en la Asamblea) con mi amigo Bruno Bichir y mi maestro y amigo Héctor Bonilla y dije, no me voy a enojar, soy un ciudadano que está aquí, que se coló, sin deber. Me sentí muy frustrado, pero inmediatamente me relajé y dije, claro, los grupos políticos son una mafia, llegan en camionetotas, con gente que les carga sus cosas, guardaespaldas, recaderos, es una cosa espantosa. Yo era una piedrita entre los frijoles nada más, no pude hacer nada. Renuncié a eso, no a seguir diciendo de frente cuál es la realidad de este país.

LO QUE VIENE
Acaba de estrenar Magallanes en la Cineteca Nacional. Una coproducción de Perú, Colombia, Argentina y España por la que recibió el premio a la mejor actuación masculina en la Mostra de Cine Latinoamericano de Cataluña; esta cinta estuvo nominada al Goya y ha ganado premios en La Habana, Huelva, Toronto y San Sebastián. Filmará en México Asfixia, la segunda película de Kenya Márquez, y encarnará a Ernesto Guevara en la puesta Escuela de las Américas, dirigida por Otto Minera, que estrenará próximamente en el Teatro Helénico, para conmemorar el 50 aniversario del asesinato del Che.

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