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Creyó ser María Félix

Separar a la actriz del mito a 100 años de su nacimiento y colocarla en un nivel más mundano es prácticamente imposible. "La Doña" rigió toda su vida en función de un personaje que ella construyó con los años.

Tras responder a Jean Cocteau con un tajante "soy María Félix" a la pregunta ¿usted quién es?, el artista francés le adviritió "usted no es María Félix, usted es alguien que se cree María Félix".

Separar a la actriz del mito a 100 años de su nacimiento y colocarla en un nivel más mundano es prácticamente imposible, "La Doña" rigió toda su vida en función de un personaje que ella construyó con los años.

"La diferencia entre las dos Marías que hace Jean Cocteau es muy interesante porque toda su vida está compuesta de pedazos de películas que ella había hecho", dice el escritor Fabrizio Mejía. "Doña Bárbara es el papel que más la hace cambiar, del que más se apropia como persona".

Este personaje, basado en la novela de Rómulo Gallegos, muestra a una cacique, hacendada y ruda, algunos de los rasgos de la personalidad de La Doña: una mujer amante de la riqueza y con una personalidad masculinizada.

A ella le gustaba fumar puro y cigarros con boquillas largas y negras, y en sus no tan comunes apariciones en público en La Plaza de Toros -acompañada de Agustín Lara-, en las fiestas del Country Club, en el Bar California o en la ópera de Nueva York, siempre se mostró ostentosamente ataviada con joyas de oro y prendas de Dior, Hermés, Chanel, entre otros diseñadores.

Cuando el escritor Enrique Serna la visitaba en su casa de Polanco o de Cuernavaca -para realizarle las entrevistas utilizadas en la famosa autobiografía de "La Doña", publicada en 1993 por editorial Clío- notaba los desplantes lujosos de la actriz.

"Eran casas sobrecargadas de objetos preciosos, antigüedades; a veces resultaba difícil caminar porque uno se tropezaba con los muebles. Un día que fuimos a tomar fotografías, yo me puse a hojear sus libros y me llamó la atención que tenía "Las canciones de Bilitis" (la colección de poemas eróticosde Pierre Luoys) y vi que había una carta de Leonora Carrington, estuve a punto de robármela pero entró el mayordomo. Me quedé con la curiosidad de por qué Leonora le regalaba ese libro a María", cuenta.

Serna sostiene que la Félix fue congruente con su imagen pública, nunca nadie la vio en un supermercado o en fachas en la calle. Cuando lo recibía, siempre estaba perfectamente arreglada, con los brazos llenos de pulseras, con su serpiente de oro y brillantes.

"María Félix no fue una gran actriz, como lo escribió Paco Ignacio Taibo I, fue un personaje autocreado que no tenía mayor nivel de histrionismo que sus ojos. Las actuaciones memorables que hizo con "El Indio" son gracias a que Gabriel Figueroa descubrió que pudo retratar sólo los ojos de María y que éstos lo decían todo. Hubo un abuso de parte de Gabriel Figueroa en los acercamientos de Enamorada", explica Fabrizio Mejía.

Salvo las pocas actuaciones como indígena con rebozo, "La Doña" estuvo alejada de ese mexicanismo exacerbado glorificado por "El Indio" Fernández y Dolores del Río, sus personajes se caracterizan más por se la vampiresa, la mujer fatal, la niña rica mimada.

"¿Qué película además de "Enamorada" podría tener que valiera la pena? Casi todas envejecieron muy rápidamente, en 30 o 40 años, lo que duró el nacionalismo revolucionario", afirma Mejía.

"No creo que las demás películas sean importantes, sin embargo, su peso está por fuera, porque representaba ese México del milagro mexicano".

Dentro de este periodo de mitad de siglo (consolidado en la época de Miguel Alemán), María Félix, de afiliación priísta, representaba esta aristocracia de "sangre azul", se juntaba sólo con artistas, intelectuales, toreros y políticos, como Octavio Paz, Leonora Carrington, Carlos Monsiváis, Jean Paul Sartre, Diego Rivera. Y con los presidentes Alemán y Adolfo López Mateos. Incluso Carlos Salinas de Gortari, comenta Mejía, se fotografió con ella como parte de su campaña mediática para validar la elección de 1988.

El personaje que ella se inventó de mujer fuerte, inalcanzable, que casi no lloraba, según afirmaba María Félix, y con las agallas de casarse tres veces y salir con el hombre que quisiera, fue una actitud simplemente revolucionaria para su época.

"Tuvo la capacidad de imponerse en una época terriblemente machista, ella logró cotizarse por encima de los charros cantores, era la actriz que más cobraba en ese tiempo, fue precursora de la liberación femenina con esa imagen de mujer fatal, dominante, que escogía a sus amantes, satanizada en los púlpitos, a veces no la dejaban entrar a las iglesias. Le abrió el camino a las mujeres independientes", considera Enrique Serna.

En realidad lo que se sabe de "La Doña", finalmente es lo que ella quiso que se supiera, tanto en sus entrevistas, como en la autobiografía, "Todas mis guerras", publicada por Clío en 1993. Hay episodios de su vida, como la supuesta relación incestuosa con su hermano Pablo, que hasta la fecha es un misterio u otro mito. De acuerdo con Serna,el libro resultó ser un poco orwelliano, porque ella borró de su pasado lo que ya no le lucía.

Enrique Serna recuerda que el proceso de entrevistas y fotos les tomó unos tres meses por los constantes viajes de la actriz, a quien recuerda por su inteligencia y sentido del humor, pero, si había algo de lo que no le gustaba hablar, simplemente lo omitía.

"En la primera cita le pregunté sobre su matrimonio con Raúl Prado (el cual negó hasta el final), el integrante del trío Calaveras que cantaba en las películas de Jorge Negrete, y ella me dijo que si yo iba a andar con esos infundios no íbamos a poder trabajar en el libro", dice Serna.

"Simultáneamente yo trabajaba en una biografía de Negrete y una semana antes había entrevistado al único sobreviviente del trío, Miguel Bermego, quien me dijo que fue testigo de la boda".

María Félix falleció en 2002, también un 8 de abril. La casa de Polanco (Hegel 610) que atiborró de antigüedades durante 35 años fue demolida el mes pasado. De La Doña quedan sus películas y el mito que ella creó.

"En un momento me dijo: 'escribe lo que quieras de mí, porque de mí creen cualquier cosa, di que me acosté con un pulpo'", concluye Enrique Serna.

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