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China reivindica a sus muertos de la Segunda Guerra Mundial

Trescientos mil muertos en seis semanas. Una dimensión nunca justa sobre la que se erige el Salón Memorial de la Masacre de Nanjing, espacio emblemático de la Capital del Sur cuyo único propósito es "recordar lo que se puede perdonar, pero no olvidar".

NANJING, China. Trescientos mil es un número infinito. Lo es cuando se dice en una frase que toma tres segundos: trescientos mil muertos en seis semanas. Una dimensión nunca justa sobre la que se erige el Salón Memorial de la Masacre de Nanjing, espacio emblemático de la Capital del Sur cuyo único propósito es "recordar lo que se puede perdonar, pero no olvidar". Diariamente, entre 30 mil y 120 mil visitantes -un promedio de 10 millones al año, asegura el director del recinto- reciben ese mensaje en este lugar, uno de los más perturbadores de los dominios del Dragón.

El 13 de diciembre de 1937 Japón invadió la que entonces era la capital de China. Primero tomó Shanghái y, luego, ocupó Nanjing desde tres posiciones distintas, dejando a sus habitantes sin escapatoria posible. Entre diciembre de ese año y enero de 1938, las tropas hostiles quemaron un tercio de la ciudad y acribillaron a la población local con despiadada facilidad. Cerca de 20 mil mujeres fueron violadas en pocos días. Un horror que es reconstruido en este museo a través de un millar de objetos históricos, fotografías, videos, recortes de prensa y una serie de esculturas que abren el paso hacia el Muro de la Calamidad, que recibe a quienes visitan este recinto, cuya superficie ocupa unos 28 mil metros cuadrados.

"Todos los prisioneros deben ser ejecutados", se lee en un documento que contiene la política de la matanza que cobró 190 mil vidas en una sola orden. El resto, en 28 asaltos separados. Los niños y ancianos también pasaron por el filo de los sables, el fuego que los abrasó vivos o las balas de ametralladoras gigantescas, cuyas lúgubres señas se encuentran aquí. Imágenes de gran formato dan testimonio de cómo los restos mortales de esos miles eran material didáctico para la burla enemiga: en la boca entreabierta de una cabeza sin cuerpo arde todavía un cigarrillo.

Tampoco se olvida una de las competencias más macabras de la historia: dos oficiales nipones se disputaban quién decapitaría primero a un centenar de personas: uno contó 105 y el otro 106, y como no pudieron saber en qué momento acabaron con los primeros 100, subieron el tope a 150.

Los cuerpos de las víctimas fueron desaparecidos. Se calcula que 150 mil fueron arrojados al torrente del río Yuangtzú. Era común que por aquellos días escupiera cadáveres a la superficie. Otros fueron enterrados. En la tumba abierta que da a un nivel inferior del suelo del Memorial yacen osamentas encontradas en este sitio en 1985, año de la edificación del inmueble. Gente de todo el mundo se detiene para tomar macabras fotografías.

También se recuerda a los héroes. Los extranjeros que se rehusaron a dejar la ciudad para ayudar a su gente, como John Rave, empresario de la Siemens que dirigió el Comité Internacional de la Zona de Seguridad de Nanjing; o Minnie Vautrin, quien protegió a más de 9 mil almas en el Gingling College y terminó por suicidarse en medio de la tarea, a los 28 años.

El 15 de agosto de 1945 Japón se rindió ante los Aliados, después de Hiroshima y Nagasaki. El Tribunal Militar para el Lejano Oriente y el Tribunal de Nanjing juzgaron a los invasores por los crímenes de guerra, con el testimonio de más de 200 testigos que sobrevivieron y cuyos retratos se despliegan de lado a lado en una de las salas del Memorial. En otro muro se exhiben los lomos de las carpetas que contienen información de los expedientes del caso. Pueden ser consultados por todo el público.

El 9 de septiembre de 1945, Nanjing aceptaba en una ceremonia formal la derrota de Japón. Daba la vuelta a una página de la historia que ha llegado a ser negada por los grupos ultranacionalistas nipones, y que este Memorial se aboca a mantener en la conciencia colectiva, todos los días, en un llamado permanente a la paz. Un llamado que cobra particular relevancia en un día como hoy, en el que los ojos de todas las potencias militares están al pendiente del despliegue de armamento que Beijing sacará a las calles para celebrar los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, justo en la Plaza Tiananmen.

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