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Blanca Guerra encabeza una nueva discusión sobre el cine nacional

"El cine nacional necesita que los distribuidores y exhibidores realmente se comprometan y se vuelvan muy conscientes de que si bien es cierto que es un negocio privado, es también un negocio que está afincado en el Estado", sostiene la presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

Entró, camisa blanca, jeans, saludó, amable y segura, se sentó, cruzó la pierna y dejó ver las uñas pintadas entre sus ventilados zapatos negros. Fue una escena a la que faltó un un whisky para formar parte de ¿Quién teme a Virginia Woolf? Blanca Guerra es un concepto. Basta leer su nombre (o mirar la fotografía de al lado) para que el lector se dé cuenta con quién sucede esta charla en la que confirmará, entre otras cosas, que el cine mexicano no es aún una industria, no de la talla de la era del entretenimiento que rige una gran parte del comercio internacional.

Su mirada sigue siendo la misma que cautivó a varias generaciones de espectadores en las cintas y en los dramas. En este momento lee a José Revueltas y a Javier Cercas. Acude a la OFUNAM y se reparte el tiempo entre exposiciones, museos y promete leer a Milan Kundera y su Importancia de la insignificancia. Es una mujer cultivada. Y, aunque parezca extraño, de una edificante sencillez; no ajena a la pasión.

Con categoría sostiene que:
"El cine nacional necesita que los distribuidores y exhibidores realmente se comprometan y se vuelvan muy conscientes de que si bien es cierto que es un negocio privado, es también un negocio que está afincado en el Estado. Deben ser más leales con nuestra cinematografía para que el presupuesto con el que cuentan los fideicomisos para la producción no sean a fondo perdido todo el tiempo. Necesitamos crear las condiciones óptimas para la exhibición y el consumo, y así recuperar la inversión. Así no sufriríamos por los recortes presupuestales".

Presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (que hoy celebra su II Foro por el Cine Mexicano en Guadalajara), Guerra afirma que una manera efectiva para crear fondos de producción sería que las televisoras destinen una parte de sus ganancias de publicidad cuando transmitan (o retransmitan) cintas mexicanas a un beneficio directo para la generación de nuevos proyectos audiovisuales. Luego, sin bajar la intensidad, le da vuelta a la butaca: "Sí hace falta un compromiso del Estado. Sin embargo, el mayor compromiso es de nosotros, los que hacemos cine".

Cuando se le pregunta sobre el tipo de cliente que consume cine en México, Blanca Guerra, en una postura cómoda pero altiva, responde que: "Realmente tenemos que meternos en ello. Analizar a qué público van dirigidos nuestros proyectos. Es importante analizar qué calidad de guiones o historias estamos escribiendo; qué calidad de resultados estamos entregando; qué vanguardias o qué riesgos estamos corriendo; qué propuestas de lenguaje cinematográfico nos estamos aventando a hacer. Hay que estar a la altura de las exigencias del cine a nivel mundial. La vara, es cierto, está muy alta".

No evade nunca la mirada de quien pregunta, es una buena conversadora en las distancias cortas. Por momentos la charla es un round de boxeo. Por momentos la charla es un round de boxeo. Considera que existe talento en México para los pesos pesados del espectáculo. Tampoco el dinero es problema. Hace falta, según ella, imaginación, movimiento de cintura. Crear coproducciones con otros países, por ejemplo. Más claro, atina: "Tenemos que esforzarnos más. Y luego tener la responsabilidad y el compromiso de hacer y comunicar aquello que nos preocupa de la mejor manera: a través de un cine de gran nivel".

A la hora en que se recuerda lo que dijo aquí Humberto Zurita sobre el teatro, que ahora tiene nuevos competidores, como Netflix o la televisión de paga, Blanca Guerra contesta que: 
"El cine está peleando y no. Tiene que pelear para que las películas nacionales, por ejemplo, tengan cabida en Netflix. Hay que lograr que se peleen por nuestras producciones. Creo que eso es parte del compromiso del Estado. Hay que generar esas condiciones. Hay que legislar para estar a la vanguardia, para concebir nuevos lenguajes y conseguir una alta calidad. Hay que obligar a esas empresas a transmitir, tres horas por lo menos, el material que realiza el cineasta mexicano. El creador entonces tendrá que preocuparse por lo que sucede en nuestro país y el mundo. Tampoco vamos a obligar al creador a que sólo se escriba sobre México".

Pero, siempre hay un pero, porque:
"No tenemos centros de actualización. Muchos tienen la libertad de irse, pero a veces no tienen el dinero para tomar un taller de composición, de teatro, de literatura, de lo que sea. Si no pueden salir, entonces hay que crearlos aquí. El objetivo de mi Laboratorio de Artes Escénicas para Profesionales es, justamente, crear gente superdotada de distintas disciplinas que pueda sobresalir. Tenemos que ser más inquietos en ese sentido".

Cuando se le inquiere sobre si el cine nacional es una industria, Blanca Guerra replica que:
"Mientras no se cierre ese círculo de preparación, realización, postproducción, resultado, distribución, exhibición y recuperación, no somos una industria: estamos en proceso de ello. Y para ello hay que trabajar día a día. No se puede si no se trabaja".

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