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Arreola, el bajista perfeccionista, virtuoso y malhablado

Alonso Arreola, el exbajista del grupo de rock mexicano La Barranca, admite en entrevista que heredó el perfeccionismo de su abuelo, Juan José. Además, nos cuenta algunos de sus más importantes proyectos. 

Siempre que termina de tocar se le ve por ahí, manoteando en los pasillos, discutiendo, intercambiando. Puede estar horas. El tema es siempre el mismo: la música.

Alonso Arreola (DF, 1974) es el tipo de artista que prefiere regalar sus discos que venderlos y juntar patrocinios canción por canción, que buscar la beca -aunque con su talento y alcurnia cultural no le sería difícil ser uno de tantos creadores cuya obra depende casi totalmente del sistema. Pero, dice, detesta la "bequitis".

"No soy ningún hippie, suelo ser muy organizado, por eso cumplo con las cosas que hago", afirma entre bocados, frente a un plato de chilaquiles. La noche anterior atendió invitados y durmió poco; pero, disciplinado, a las nueve de la mañana está puntual en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles –un jardín que le fascina y le queda a unas cuadras de donde vive - para la entrevista.

AL PIE DE LA LETRA

Heredó el perfeccionismo de su abuelo Juan José Arreola. Ese es quizá su principal legado, reconoce. Eso y el decir: tengo que hablar con esa persona.

Así ha formado varios proyectos con grandes artistas, como Three below, un trío con dos de los bajistas más reconocidos del mundo: Michael Manring y el principal impulsor de la guitarra warr de 12 cuerdas, Trey Gunn (miembro de la legendaria banda de progresivo, King Crimson), con quienes en septiembre saldrá de gira por Estados Unidos, con un proyecto nuevo: Triple door.

También por el gusto, el exbajista de La Barranca logró traer a México a Michel Houellebecq, hace tres años. Así, sin conocerlo, le mandó un e-mail en el que le pidió una dirección para hacerle llegar sus discos, en agradecimiento por la experiencia desgarradora que había encontrado en sus letras. El escritor, exiliado, le dio un apartado postal en Irlanda. "Y que se me prende el foco y que le incluyo un ejemplar del Bestiario de mi abuelo en francés. Ahí empezó una correspondencia de nueve meses, hasta que le dije: vamos a rocanrolear, ¿no?", y se trajo al huraño narrador.

Alonso Arreola es malhablado. El tipo de persona que no quiso tener hijos, pero fue capaz de mudarse de casa para que su perro enfermo pudiera andar con facilidad en silla de ruedas. O de dar hogar temporal a una cachorra de león, aunque le destruyera su sala. Busca lo que le hace vibrar. Así produce, escribe, hace periodismo cultural en numerosos medios.

NO PARA SU VENTA

Sus discos, en los que suelen participar primeras figuras de la música, no se pueden comprar. Él decide como distribuirlos. Por ejemplo, Música Horizontal (LaBA, 2011), "una oda al tortillero, como las Odas elementales de Neruda", está envuelto en un paliacate. Para financiarlo, reunió patrocinadores para cada pieza y logró imprimir 10 mil copias -cifra inaudita para un proyecto experimental.

"Parte se regaló a gente que rentara películas de arte en Blockbuster. Es una manera de hacer llegar la música a otro público". Así también, entre otros proyectos no comerciales, editó la trilogía Cruento, dedicada a la sangre e inspirada en una hemorragia que sufrió su mujer en el desierto de Capadocia.

Hipocondriaco –diagnosticado, hace notar-, tiene una personalidad obsesiva que lo ha convertido en virtuoso de su instrumento. De su célebre ancestro -y de una infancia transcurrida en escuelas activas- aprendió la suficiencia autodidacta y el talento para las letras -carrera de la que desertó, en la UNAM. De ahí sus propuestas en las que música y palabra tienen igual peso, como Arreola + Carballo, un trío de spoken word en náhuatl, que tiene con el poeta Mardonio Carballo en la voz, su hermano Chema en la batería, y el videasta Roger Aguilar.

Con este grupo finalmente obtuvo una beca al Fonca para producir el libro/CD/DVD que documenta una gira intimista, que bien refleja lo que lo motiva, como artista. Recuerda el concierto que dio en casa de la poeta Esther Hernández Palacios, cuya hija fue secuestrada y asesinada. Al terminar con la pieza Cuánto pesan los muertos, sólo hubo un hondo silencio. "A huevo. Por este silencio vinimos. Esto no se aplaude". Alonso Arreola es el tipo de artista que no va en busca del aplauso.

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