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A 70 años de la derrota de Hitler, ¿qué sintieron los alemanes?

A siete décadas de que el régimen nazi perdiera la Segunda Guerra Mundial ante Los Aliados, recordamos con dos valiosos testimonios lo que sintió el pueblo alemán en aquellos tiempos de dolor, crisis e incertidumbre.

En 1983, un judío estadounidense preguntó a la joven historiadora alemana Karin Vogt: ¿cómo puedo estar seguro de que tu abuelo no metió al mío en un horno de Auschwitz? Ella no supo qué contestar. Se quedó helada. Su pasmo se debió a esa culpa histórica que heredó el pueblo alemán hace justamente 70 años, cuando el Tercer Reich de Adolfo Hitler se rindió ante los Aliados. Entonces todo lo alemán quedó hecho un guiñapo: su identidad, su ideología, sus sueños, su pasado. Aquel 7 de mayo de 1945 acabó la guerra y el país de Goethe se quedó sin espíritu, recuerda hoy Vogt en entrevista con EL FINANCIERO.  

Tiene 60 años y trabaja como maestra en el Instituto Goethe de México. Se indigna cuando recuerda cómo su padre –soldado nazi durante la ocupación alemana en Francia– negaba la existencia de los campos de concentración. "Esos son inventos de los americanos y los soviéticos para hacernos sentir como monstruos", le decía. Ella lo refutaba, aunque sabía lo difícil que había sido para él superar esa etapa de abandono y desencanto que también vivieron las millones de personas que se creyeron la propaganda del partido nazi. 

"El impacto más fuerte que sufrieron los alemanes tras la rendición fue el del abandono y el fracaso. Después de haber sido guiados por un líder, lo que menos esperaban era que éste se suicidara. Los nazis abandonaron un barco hundiéndose y escaparon como ratas. Dejaron miles de soldados olvidados y miles de familias resquebrajadas. Y a eso hay que sumarle el terror que propagó el Ejército Rojo en el Este a través de violaciones, secuestros y asesinatos", detalla la historiadora.
Aunque el 7 de mayo de 1945 se firmó el documento definitivo con el cual se dio fin a la Segunda Guerra Mundial, la sociedad alemana nunca supo a ciencia cierta cuándo acabó el conflicto, asegura Renata von Hanffstengel Pohlenz, profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

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"Yo tenía 10 años cuando ya se rumoraba la derrota de Alemania No había medios de comunicación. Yo me había mudado con mi familia al Norte, en la zona ocupada por los ingleses, a quienes les decíamos los gentleman, porque así fue como nos trataron, como caballeros", comenta la académica.

Antes de emigrar, Von Hanffstengel vivía en Magdeburg. Allí le tocaron varios bombardeos ingleses. Recuerda las pláticas de los adultos en los sótanos. Decían que los ataques aéreos buscaban desmoralizar al pueblo alemán y hacer que éste se diera cuenta de que Hitler era un dictador. Sin embargo –dice– nunca escuchó a nadie que rechazara a Hitler o sintiera culpa alguna.

"Nadie reflexionaba que estaban soportando todo esto por la política de Hitler, un líder por el cual años antes habían votado masivamente. Aún no puedo asimilar cómo un país como Alemania, con una cultura tan rica, haya podido cometer tantas atrocidades", comenta.

Pero en su familia el caso fue distinto. Su padre se percató del discurso fascista de Hitler desde mucho tiempo atrás. A él le enojaba que su esposa, nacida en Los Altos de Chiapas, dijera abiertamente que había votado por Hitler. No podía concebirlo. Sabía que su familia no era aria y que en cualquier momento podía llegar la SS a capturarlos. Por eso se mudó para esperar el fin de la guerra.

Los nazis abandonaron un barco hundiéndose y escaparon como
ratas

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Von Hanffstengel cuenta que los momentos posteriores a la rendición alemana fueron complicados. Había escasez de alimentos. Muchas personas se arrebataban la ropa o los víveres que traían los ingleses. Ella y sus dos hermanas estaban mal nutridas. Comían chícharos, papas, rábanos. Les salieron manchas en la piel por falta de proteínas. Apenas lograban subsistir con los huertos que trabajaba su padre, que hasta hace poco era un importante empresario. De vez en cuando comían carne gracias a algunas riquezas que su madre había recuperado en una mochila antes de salirse de Magdeburg. El mercado negro era fácil de entender: un trozo de carne por una joya, o una barra de mantequilla por un tapete persa. Hasta 1954 la situación seguía igual. Von Hanffstengel tomó entonces la decisión de casarse con un canadiense y salirse del país.

"El 7 de mayo de 1945 es el inicio de la Guerra Fría. Alemania dejó de ser Alemania. A partir de ese día muchas generaciones cargaron la culpa del Holocausto. Aún teníamos maestros de la vieja guardia que negaban los acontecimientos. Recuerdo también la incapacidad de mi padre para debatir sobre el tema. Por eso estudié historia. Fue mi forma de cargar con una responsabilidad tan fuerte. Mi generación se identifica mucho con la famosa frase de Günter Grass: "soy aquél que habita en el desierto solitario y grita contra el viento", dice Vogt.

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