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Medios para hacer de las ciudades de AL más seguras

Generación de más espacios públicos, observatorios ciudadanos y mayores inversiones en seguridad y desarrollo, son algunas de las medidas que diversos países latinoamericanos están tomando para combatir a la inseguridad. 

Las ciudades de América Latina se encuentran entre las más violentas e inseguras del planeta. El índice regional de homicidios triplica al promedio global y los ciudadanos colocan consistentemente a sus vecindarios en el rango de los más peligrosos del mundo. Las estadísticas son desconcertantes: 43 de las 50 ciudades con mayor cantidad de asesinatos del mundo se encuentran allí.

Afortunadamente, esto podría estar cambiando. Después de décadas de prevención del crimen con mano dura, las cosas están cambiando en las ciudades de América Latina. Los funcionarios electos, los empresarios privados y los grupos de la sociedad civil están experimentando con nuevos enfoques. En el proceso, están ayudando a reformar el debate global sobre seguridad urbana.

Esta revolución en la prevención del crimen urbano generó cierta disminución extraordinaria en los asesinatos y la victimización. El primer paso fue crear una nueva cultura de ciudadanía, al alentar a los locales a regularse a sí mismos y entre ellos.

En Bogota, por ejemplo, hubo mimos callejeros que entregaban «tarjetas de comportamiento» para aquellos que rompían las reglas. Los planificadores urbanos también organizaron noches de mujeres, generaron nuevos espacios públicos y crearon observatorios para realizar un seguimiento de los delitos.


Estas medidas leves se vieron complementadas con inversiones más sólidas en materia de seguridad y desarrollo. Por ejemplo, los líderes cívicos de América Latina duplicaron sus esfuerzos en creación de políticas basadas en la comunidad y programas de recolección de armas. También invirtieron en programas de transferencia de dinero condicionadas, apoyo para la primera infancia, para hogares con mujeres como jefas de hogar, y actividades extracurriculares, para jóvenes hombres en riesgo, que fueron especialmente exitosas.

Los impactos fueron impresionantes. Ciudad Juárez, que alguna vez fuera la ciudad más peligrosa de México, después de una intervención social masiva, bajó su índice de homicidios a la posición 37 en el 2014. Gracias a una serie de intervenciones sociales, el índice de asesinatos de Medellin disminuyó más de un 80 por ciento en relación con su punto máximo en 1991. Río de Janeiro y Sao Paulo también vieron reducciones del 65 y 70 por ciento, respectivamente, durante la última década.

La región enfrenta una urbanización acelerada, inflación de los grupos de juventud, desigualdad en aumento y altos niveles de impunidad. Entre otros, los peligros son tráfico de drogas, una abundancia de armas de fuego ilegales, el aumento de carteles y pandillas cibernéticas, y normas sociales que toleran la violencia.

El cambio en el enfoque se inició a finales de la década de 1990 cuando la violencia alcanzó su pico en América Latina. En lugar de luchar contra el crimen al emplear más policías y soldados, algunos alcaldes iniciaron un experimento radical para contrarrestar. Observaron más de cerca las pruebas.

Estos alcaldes no tuvieron miedo de observar al mundo en busca de ideas y posibles soluciones. Y a través de ensayos y errores, descubrieron que las intervenciones bien coordinadas y con alta concentración, dirigidas a un número relativamente pequeño de personas, lugares y comportamientos «calientes», eran más efectivas en la prevención y reducción de la violencia.

Robert Muggah es director de investigación del Igarapé Institut y miembro del Consejo de la Agenda Global sobre Fragilidad, Conflicto y Violencia del WEF

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