Sociedad

Crisis de tumbas en la Ciudad de México

Por la falta de lugares en los panteones, la ALDF impulsa cambios en  la Ley de Cementerios, con el fin de que se reduzca el tiempo que un cuerpo puede estar en una tumba y se aliente a las personas a cremar a sus difuntos, pero algunos ciudadanos están en contra, por el impacto cultural que esto puede conllevar. 

CIUDAD DE MÉXICO. Edgardo Galván observaba cuando retiraban la tierra lodosa de la tumba de su padre; dos sepultureros escarbaban hasta que llegaron a un montón de huesos revueltos con fragmentos de madera, los restos del féretro en el que fue sepultado el difunto hace siete años.

Los enterradores colocaron los huesos en una bolsa negra de plástico y los entregaron a Galván, quien planeaba incinerarlos y depositar las cenizas en una pequeña cripta familiar en una iglesia.

"Tuve que pasar por dos tragos amargos, primero enterrarlo y ahora desenterrarlo", dijo Galván, de 42 años y de oficio carpintero, en el Panteón San Isidro, en la delegación Azcapotzalco, en la Ciudad de México.

Como la capital de México se queda rápidamente sin suficientes tumbas, muchos habitantes de esta metrópolis de nueve millones de personas y en constante crecimiento tienen que exhumar los restos de sus difuntos cuando expira el derecho de sepultura a fin de que haya lugar para otros cuerpos.

Las autoridades dijeron que no hay terrenos públicos disponibles para nuevos cementerios.

Ante la falta de espacio en los cementerios, la Asamblea Legislativa impulsó una iniciativa para que se reduzca el tiempo que un cuerpo puede permanecer en una tumba y se aliente a las personas a que cremen los cadáveres de sus seres cercanos.

Sin embargo, los detractores afirman que esta medida amenazará las ricas tradiciones sobre los entierros y la celebración del Día de Muertos que han perdurado tanto tiempo.

La asambleísta Polimnia Sierra, que propuso la iniciativa, dijo que los 119 cementerios de la ciudad tienen apenas disponibles 71 mil tumbas, en tanto que 30 mil personas fallecen cada año en la capital.

En menos de tres años, los cementerios estarán totalmente llenos, señaló Sierra al defender la Ley de Cementerios que aprobó a mitad de año la asamblea, adonde fue devuelta por el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, que deseaba cambios en la redacción del texto.

Está previsto que la ley revisada sea sometida este mes a votación.La ley prevé que el gobierno de la ciudad impulse entre la población, la incineración y que construya otros crematorios porque solo existen dos.

También reducirá el periodo máximo de ocupación de una tumba de 21 a 15 años, condicionado al pago de derechos.

Un aspecto que complica las cosas es que las delegaciones son las que administran los cementerios y pueden fijar sus propios plazos, así como las cuotas de las tumbas, en conformidad con la ley.

Sierra dijo que ha habido casos en los se ha efectuado una exhumación para enterrar a alguien más en la misma tumba en un periodo de un año.

Después de la exhumación, las familias pueden colocar los restos en nichos en la superficie que ofrece el cementerio, incinerarlos, inhumarlos en otro panteón o, si nadie los reclama, son enterrados nuevamente en la misma tumba abajo del féretro y lápida del nuevo cuerpo.

La ley de cementerios ha suscitado un tipo de roce entre las autoridades locales de esta metrópolis y los habitantes de las zonas perimetrales, en delegaciones más rurales que preservan tradiciones precolombinas para honrar las almas que han partido de los seres cercanos.

Mientras que en muchos países es común la reutilización de las tumbas, éste es un tema sensible en México, donde la celebración de los muertos persiste como una parte viviente de la cultura.

Para quienes están en contra, los mausoleos y criptas estructuras impiden las celebraciones tradicionales del Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, cuando los mexicanos honran a sus difuntos con la construcción de altares vistosos sobre las lápidas, a las que cubren de velas y veladoras, flores, calaveras de azúcar así como la comida y bebidas favoritas de los fallecidos.

Familias completas se reúnen en los panteones a los que iluminan las luces titilantes de velas y veladoras; ahí rezan y comparten los recuerdos de sus difuntos, cuyas fotos colocan en las tumbas.

Jesús Guzmán, miembro de la Unión Autónoma de Pueblos y Barrios Originarios del Distrito Federal, dijo que muchos mexicanos autóctonos prefieren las inhumaciones y son renuentes a aceptar la incineración.

"Su cosmovisión no es la misma que la nuestra", señaló Guzmán, vendedor callejero en la delegación Iztapalapa, en referencia a los funcionarios de la ciudad que respaldan la ley.

"¿Te imaginas que con un plumazo pueden borrar el Día de Todos Los Santos y el Día de Los Muertos? No tienen idea de lo que están haciendo", agregó.

En las zonas perimetrales de las delegaciones exteriores de la Ciudad de México, todavía es común ver el velatorio de algún difunto en el patio de una casa y el traslado del ataúd en los hombros de los dolientes por calles congestionadas de tránsito hasta el cementerio.

Las procesiones son acompañadas a menudo por música de banda o de mariachi.

Lo que molesta es que la autoridad no respeta a los difuntos, dos años después de que alguien fue sepultado, lo sacan de la tumba para echar al que sigue, dijo José Jiménez, quien colabora en la administración del cementerio San Francisco, en la delegación Magdalena Contreras. No se les permitirá que quiten un recurso a la gente local, el cementerio, apuntó.

En el panteón en Azcapotzalco donde fue enterrado el padre de Galván, 63 mil tumbas antiguas están vendidas a perpetuidad, ya que los límites de tiempo se establecieron en 1984. Otras 22 mil tumbas tienen periodo limitado. Algunas tumbas tienen flores frescas, pero en otras hay maleza muy crecida.

Los archivos son mantenidos en libros antiguos, algunos apenas legibles, y las autoridades afirman que se desconoce cuántas tumbas están abandonadas.

Al igual que muchos mexicanos, Galván considera los mausoleos y las criptas una costumbre del extranjero.

Su familia compró una cripta en el interior de una iglesia en el barrio de Tlatelolco en la Ciudad de México. Galván dijo que su madre desea que las cenizas de ella, las de su esposo, y las de sus dos hijos, incluidas las de él, sean colocadas en la misma cripta.

"Yo le dije que está bien que pongan mis cenizas en una cripta pero primero quiero que me entierren. Quiero estar en la tierra por lo menos un año", apuntó.

También lee: