Sociedad

Birria, el remedio más socorrido para la 'cruda' de año nuevo

Restaurantes tradicionales son concurridos por familias enteras que buscan recuperarse de la celebración del año nuevo con una deliciosa birria.

CIUDAD DE MÉXICO. En medio del grupo norteño que hace bailar a los comensales al ritmo del acordeón, el guitarrón y el tambor, los meseros van y vienen, con la agilidad de un malabarista que sostiene hasta cinco platos en cada mano. Corren para satisfacer el hambre y la resaca de los clientes que este 1 de enero han venido a recuperarse de la juerga de anoche con una birria bien caliente y bien servida a este restaurante de la colonia San Rafael.

A las 12 del día es la hora de los crudos. A esa hora ya es necesario hacer fila para esperar lugar. Es el momento en que se comienzan a llenar los tres niveles del restaurante La Polar, sitio obligado para combatir el efecto de los alcoholes que debilitan el cuerpo de quien pasó una noche alegre en cualquier fiesta posible de este gran ciudad.

"Y eso que ahorita no está lleno", dice uno de los meseros recargado sobre la barra de la cantina de la entrada que da la bienvenida a los clientes. "A las dos o tres de la tarde es cuando está a reventar".

El 1 de enero es motivo suficiente para acudir. En una ciudad vacía, de locales con las cortinas abajo, de vialidades sin automóviles y plazas y transporte público sin muchedumbre aplastante, en La Polar no hay asueto. La gente sabe que allí encuentra un oasis en medio de la desértica cruda que a muchos los sorprendió al caer la mañana sin haber pegado el ojo ni un instante.

Aquí caen los que no tuvieron la mala idea de conducir sus vehículos en estado de ebriedad y tuvieron la buena fortuna de no ser atrapados por el alcoholímetro para pasar la noche en el tan temido "Torito". La noche del 31 de diciembre, 40 personas sí tuvieron que vivir la transición del año encerradas en las cuatro paredes del Centro de Sanciones Administrativas, lejos de la muerte que ronda en las noches en que se conjugan alcohol y volante.

Las carcajadas que se escapan del fondo del lugar y el golpeteo de vasos y botellas se escuchan en este sitio que en 1934 empezó como simple cervecería, mientras el grupo norteño sigue haciendo sonar sus instrumentos.

Los de allá, unos jóvenes que aún visten el traje oscuro de anoche, seguramente son algunos de ésos que llegaron "en vivo", es decir, sin dormir para bajarse la borrachera. Directito de la parranda a la birria. Y qué birria.

"Es la mejor del DF, porque evidentemente la mejor de la República está en Jalisco, pero ésta es la mejor de la ciudad", afirma Daniel, un hombre cincuentón que le rehúye a dar su nombre y que platica a cambio de que no se le tomen fotografías.

Llegó minutos antes de las 12 del día y bebió al menos tres naranjadas casi de un jalón. La sed lo mataba. Al menos eso se percibía a lo lejos.
Desde Xochimilco, Daniel, de ojos grandes y ojeras pronunciadas, que aunque a esta hora del día ya está sobrio, su aliento invita a descubrir que la noche fue larga y el brindis, alegre, llegó a la esquina de Circuito Interior y Guillermo Prieto. Y aunque esperaba "a unos amigos", más bien se quedó esperando.

Desde la entrada al lugar –al visitante lo recibe la barra de una cantina con centenares de botellas en el mostrador trasero— hasta la carta de bebidas, se puede ver que aquí, alcohol hay de todo, pero de comer, sólo esa birria que sirven generosamente en platos en los que, si se acaba el consomé, el mesero no tardará en rellenarlo. Traen consigo a todo momento sus jarras de aluminio para remojar las carnes que queden secas.

Y aunque el alcohol abunda, el sitio es familiar. Lo mismo llega un hombre solo, como Daniel, a familias enteras, con la abuela o el bebé o los niños latosos, que los amigos que buscan comer algo tras la celebración de fin de año ahogada en whisky.

Es el caso de Jorge García y sus cinco amigos, todos de la colonia Atlampa, de entre 20 y 25 años, que ayer llegaron a La Polar a "curársela". Tres horas de cervezas con tacos de birria les causaron un efecto de alivio a los muchachos que, para ocultar la huella de la velada, tenían a la mano unas amplias gafas oscuras.

"Tomamos unas birrias, unas cervezas y ahorita ya nos vamos a descansar… es que aunque hay recalentado en casa, como andábamos en la peda todos juntos, decidimos venir aquí", dice uno de ellos antes de seguir su camino a casa para dejar atrás la fiesta del 31.

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