Retrato Hablado

“No soy de los que se echan en un sillón a ver pasar el segundero”

Cuando habla sobre su vida, parece que el senador panista lo tenía todo planeado. Que trazó sus planes de manera lineal y los sigue al pie de la letra.

CIUDAD DE MÉXICO. En la preparatoria, el profesor de Evolución de la Realidad Mexicana le dijo a sus alumnos que para ser político se necesita saber de economía, pero sobre todo se requiere saber representar un papel. La política también es teatro. Roberto Gil Zuarth lo incorporó, y ha interpretado todos los roles en las cámaras. Fue asistente, secretario técnico, funcionario administrativo, diputado, senador. "Sólo me falta ser presidente del Congreso", sostiene, sin ocultar su ambición. Lo suyo es la vida legislativa.

"El Legislativo es el espacio de la irresponsabilidad. El Ejecutivo toma decisiones que tienen consecuencias políticas, económicas, sociales. No se puede jugar. En cambio el Congreso es un reino de posiciones, y muchas de ellas sólo tienen efecto mediático".

Gil ha vivido muy de prisa, siempre en movimiento. Es originario de Tuxtla Gutiérrez porque en Villaflores, el pueblo de su madre, no había un hospital decente. "Nací en cuna panista", fanfarronea, porque el doctor Valdemar Rojas, quien años después le arrebató al PRI la capital de Chiapas, atendió el parto. Su padre, anestesista pediatra, instaló a su familia en Ciudad Juárez, inducido por un colega para probar suerte y fundar la primer clínica de especialidades.

La madre completaba los esfuerzos del doctor comprando ropa y fayuca en Estados Unidos, y revendiendo la mercancía entre los conocidos.

Roberto estudió la primaria y secundaria con los maristas del Instituto México. Era un niño redondo, no muy apto para el deporte, pero habilidoso para conducir las ceremonias escolares y destacado en los concursos de oratoria y expresión oral. Rechazó la formación "estrictamente católica" y se cambió al Tecnológico de Monterrey para la preparatoria. Aunque sus padres se resistían a que el muchacho se involucrara en política, se escapaba con su mejor amigo para unirse a las brigadas de jóvenes que repartían propaganda en la campaña de Francisco Barrio para gobernador.

En el apego del salinismo, ingresó al ITAM. El director de la carrera de derecho, José Ramón Cossío, lo adoptó como asistente de investigación. El ITAM asesoraba a diversos entes públicos, entre éstos la Cámara de Diputados. En 1997 se estrenó la primera Legislatura sin mayoría priista, llena de contradicciones propias de la pluralidad, de fenómenos y circunstancias inéditos, de casos jurídicos irresolubles. Francisco José Paoli, vicecoordinador parlamentario de la fracción panista, se llevó a Gil como asistente. Después de un tiempo, le ofreció la secretaría técnica del grupo parlamentario que había quedado vacante.

Con 21 años y una beca para estudiar un posgrado en Estados Unidos en la bolsa, supo que esperaba a su primer hijo. Alonso Lujambio lo acogió como asesor en el IFE y un año después lo convenció de retomar sus estudios, que completó en España, en la Universidad Carlos III. Ahí terminó la juventud de Gil. Venía a visitar tanto como podía al niño. Se capitalizaba con asesorías para la Representación en México de la Universidad Estatal de Nueva York y para el BID. Su madre se dolía: "¿Qué va a hacer un niño cuidando a otro niño?"

****

Cuando habla sobre su vida, parece que el senador lo tenía todo planeado. Que trazó sus planes de manera lineal y los sigue al pie de la letra.

__Habrás tenido dudas, temores.
__Sí, a la mediocridad. Se hizo visible cuando pensé que trabajaría en una oficina con horario fijo para sacar adelante a mi familia. Tenía terror de convertirme en 'Peritos', en alguien sin margen para decidir su vida, que ha perdido el control.

__Has vivido rápido. Viviste anticipadamente tu vida profesional, la paternidad…
__Y eso le pasa a los que, como yo, hacen de su vida un diseño. Nos gana la prisa. No vemos que la ambición nubla un sentido, el sentido de la espera.

En 2005, Gil se incorporó a la precampaña del candidato Calderón. Fue suplente de Germán Martínez como representante del PAN ante el IFE, y posteriormente coordinador de asesores del exsecretario de la Función Pública. Siguió a Martínez a la dirigencia del partido, como abogado general y representante ante el IFE. Fue su primer papel sobre el escenario, lejos del backstage.

En adelante, su carrera tuvo un ascenso ostensible. Era la estrellita del PAN: fue diputado pero solicitó licencia porque fue designado subsecretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, hasta que Francisco Blake ocupó la Secretaría. Luego decidió competir en la renovación de la dirigencia panista, contra Gustavo Madero.

__¿Te volvió a ganar la prisa?
__Sí, y el canto de las sirenas. Mi ambición quizá tiene un resorte de vanidad. Un ambicioso suele perder conciencia de sus límites, pero si le agregas el componente del ego, desprecias incluso los más visibles. Crees que nada te puede doblar ni vencer. Pensé que en el cenit del poder de Calderón, con todo el control del partido, podía poner al dirigente. Asumí que iba a ser un paseo en bicicleta, que la coyuntura era inmejorable. Fue la primera vez que mordí el polvo. Sé que no me gusta cómo sabe.

__¿Cuál es el límite de tu ambición?
__La Presidencia de la República. Es como el cigarro, malo para la salud del que lo prende, del que lo fuma y del que lo huele.

__Como decía Carlos Castillo Peraza, es fácil pasar de joven promesa a viejo pendejo…
__Para no acabar de viejo pendejo, lo primero es dejar de creerse joven promesa. Yo quiero ser un buen legislador. No quiero "limpiar" mi imagen; eso es muy difícil y además en política se notan las heridas de guerra. No quiero borrar mis cicatrices, pero tampoco quiero que se conviertan en expresiones de disgusto, de dureza. Tampoco voy a quitar los dedos de ciertos renglones. Tengo sueños y aspiraciones legítimas, y aunque ya no estoy tan joven, no tengo edad para retirarme de la política. No soy de los que se echan en un sillón a ver pasar el segundero. No soy de los que se jubilan.

También lee: