Retrato Hablado

“Necesito la aventura”

A los diez años Sánchez quedó enamorado del mar viendo los documentales de Jacques Cousteau en la televisión; hoy ha realizado más de nueve mil inmersiones de todo tipo.

CIUDAD DE MÉXICO. Luis Sánchez vive de y para la aventura. Su existencia podría ser el sueño de un niño.

__¿Qué quieres ser de grande?
__¿Yo? Buzo.

A los diez, cuando veía absorto los documentales de Jacques Cousteau en la televisión, y coleccionaba sus libros y sus videos, no tenía idea de que su naturaleza se acabaría imponiendo.

Algo sospechaba. En la pubertad y el inicio de la adolescencia, Luis fue acumulando triunfos en la natación. Compitió en los juegos Centroamericanos y en los Panamericanos. Amaba el agua más que el deporte. Amaba el agua, pero lo aburría el mosaico, el falso azul de la alberca.

En alguno de los continuos viajes familiares a Acapulco, el joven pidió que lo dejaran bucear. Su papá se aguantó el miedo y lo llevó a la Roqueta. En los setenta no había cursos. Los exploradores se sumergían, ignorantes de la técnica, con equipo rudimentario: un arnés, tanque y regulador.

Cada vez que volvían al puerto, Luis se zambullía para mirar a la Virgen de los Mares, venerada por los lugareños en un nicho construido sobre las rocas del islote de La Hierbabuena.

A los 14, Luis tomó su primer curso formal de buceo con instructores de la YMCA. El aleccionamiento básico duraba un año: seis meses lo adiestraron en salvamento, lejos incluso del visor. No era muy amigable. Ese mismo curso, hoy, dura una semana. Pero valió la pena. Se sumergió con sus maestros en la Media Luna, un manantial apto para el buceo de principiantes en Río Verde, San Luis Potosí, y en el Arrecife de Alacranes, la estructura coralina más grande del Golfo de México.

Rescatista y divemaster, interrumpió la preparatoria para ir a la Isla de Coronado, en San Diego, para elevarse a la categoría de instructor. Al volver, ignoraba que sería uno de esos seres privilegiados que subsisten gracias a su pasión. Se matriculó en ingeniería industrial e implementó clases de buceo en varios clubes deportivos, sobre todo en el Alemán. Hacía grupos con sus compañeros de la universidad para financiar sus expediciones.

Se tituló, pero nunca ejerció. Trabajó años con su padre, en una tienda de electrónicos en el centro. Luis administraba el negocio, vendía refacciones y aparatos y, sobre todo, cuidaba que no les robaran. Con el tiempo abrieron un segundo local y luego un edificio, en el que rentaban espacios a otros menudistas. A los 24 se casó y pronto nacieron sus dos hijos.

En esos tiempos, Sánchez empezó a bucear en aguas internacionales. Lo emocionaron las Galápagos y la Isla del Coco. En el 2000 decidió no perder más tiempo. Vendió una tienda y se afanó en la venta al mayoreo de equipo de buceo. Liquidó la segunda tienda y añadió cursos y expediciones a su oferta. Por último, se desprendió del edificio, compró un terreno en el sur de la ciudad y constituyó Rango Extendido –su escuela, y una de las diez que existen en el DF– en donde se dan cursos de buceo de todos los niveles y se realizan expediciones submarinas por México y el mundo.

***

Sánchez ha realizado más de nueve mil inmersiones de todo tipo, como buceo deportivo, buceo profundo, buceo en cuevas y con recicladores de aire. Ha penetrado el mar hasta 550 pies de profundidad y hasta por ocho horas continuas.

Está tan cómodo fuera como bajo el agua. En México, fue el noveno buzo acreditado como instructor PADI. Es instructor de instructores, se ha sumergido a temperaturas bajísimas en traje seco, ha buceado en hielo. Ha participado en exploraciones en cuevas, barcos hundidos, arrecifes inexplorados y ha sido parte del equipo de filmaciones y documentales nacionales e internacionales, por los que ha obtenido diversos premios, entre ellos el Dimitri Rebikoff, un pionero en filmaciones subacuáticas que trabajó con Cousteau en el desarrollo de tecnología para el rodaje en el oceáno.

__¿Te falta acreditar algún nivel de buceo?
__Quizá alguno más para instructores pero, francamente, me da un poquito de flojera.

__¿Qué es lo que más disfrutas del buceo?
__Hacer video subacuático. Me siento raro si no llevo cámara.

El buzo filmó 20'12'', un multipremiado corto sobre la cueva más profunda de Quintana Roo, en la que sólo han penetrado diez personas, pero de la cual no existían imágenes; realizó Nuestros mares, una serie que se transmitió por el Canal 11. Ahora brega por terminar, junto con Corazón Films, otra serie que se llamará México Subacuático, que consta de cinco programas sobre el Golfo de México, las cuevas de Yucatán, el Mar Caribe, el Pacífico Mexicano y el Mar de Cortés. "Como bloque, México tiene los mejores lugares para bucear en todo el mundo".
Sánchez también es un proveedor de imágenes para National Geographic y otras publicaciones internacionales, y es una autoridad en las dos áreas del buceo consideradas de alto riesgo: el buceo en cuevas y el buceo profundo con mezcla de gases.

Pero no es el peligro lo que impulsa. "Lo que necesito es la aventura. No le encuentro sentido al buceo estándar, el buceo comercializado, digamos. Quiero ver algo diferente en cada inmersión. Quiero sorprenderme cada vez que salto al agua. He ido a Galápagos unas diez veces, en distintas temporadas. Y cada vez he encontrado algo diferente, algo nuevo. En Sudáfrica, en la zona de tiburones, por ejemplo, la vida marina cambia con las temporadas. Mientras más vuelvo, entiendo que más me falta conocer. Es parte de la aventura".

__¿Qué es lo más espectacular que has visto?
__Galápagos, porque tiene vida marina grande muy abundante. Encuentras mantarrayas, ballenas, tiburones. E Indonesia, por su biodiversidad.

__¿Te falta bucear en algún lugar del mundo?
__Me falta el Índico: las Maldivas y las Seychelles.

Actualmente, Sánchez y su equipo documentan para la constructora Tradeco el proceso de colocación de ductos cerca de Ciudad del Carmen. El buzo tiene un desafío más personal: encontrar un submarino que yace el fondo del mar cerca de Veracruz, según le contó en una de las playas del puerto un viejo pescador, la más fidedigna fuente para los exploradores.

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