CIUDAD DE MÉXICO. En medio de los profundos cuestionamientos, dentro y fuera del partido, del acercamiento de los tres últimos presidentes de ese instituto político con el gobierno de Enrique Peña Nieto, principalmente tras la firma del Pacto por México y de las alianzas electorales con el Partido Acción Nacional (PAN); es decir, Guadalupe Acosta Naranjo, Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, de la corriente Nueva Izquierda o Los Chuchos, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) definirá su futuro inmediato a partir de dos opciones reales.
De un lado está la ruta de la continuidad de las dirigencias nacionales de Los Chuchos, opción que encabeza el exsenador Carlos Navarrete Ruiz, respaldado por las tribus Nueva Izquierda y Alianza Democrática Nacional, con una significativa presencia en los municipios del oriente del Estado de México y comandada por Héctor Bautista y el senador Luis Sánchez Jiménez.
En la otra esquina se encuentra el bloque que asegura que la única fórmula para que el sol azteca enderece su camino como verdadero partido de oposición es por medio de una presidencia de unidad, al mando del líder histórico del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Y aunque el exjefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard Casaubón, ha insistido en las últimas semanas que no se baja de la contienda interna, también ha manifestado que sólo declinaría su candidatura si el tres veces candidato presidencial acepta encabezar la candidatura de unidad.
Pero el verdadero foco rojo al interior del PRD es que, de darse un proceso controvertido, en donde llegue a la presidencia nacional alguien que no cuente con el respaldo de todo el partido, inicie la desbandada de perredistas inconformes para engrosar las filas del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), de Andrés Manuel López Obrador.